– Liz. – Mea agarra la mano mientras subimos al auto. – Eres la mujer más hermosa que he conocido. – Y me besa la mano.
– Me estas haciendo ruborizar. – Ya no sé qué decir, estoy tan roja que parezco un tomate.
– Eres tan hermosa cuando te ruborizas. – Me hace un guiño. – ¿Vamos? – Asiento con la cabeza, y me besa en los labios.
¡Nos dirigimos a la mansión de la familia McNight!
Martin no para de hablar de lo guapa que soy, no sé cómo lidiar con tantos piropos.
Al cabo de unos minutos llegamos, respiro hondo e intento no recordar cómo estaba hace quince días cuando me fui de aquí.
Sam me ayudó, no podía dejar de llorar, me sentía muy mal por cómo me estaba tratando, pero no había pensado en las posibilidades de que me pidiera el divorcio, no sé cómo fui tan estúpida, siempre trata
