La mesa era de ocho asientos, la cocina era enorme, él estaba sentado en un extremo de la mesa y yo en el otro extremo. — Espera. — Dice en cuanto me levanto de la mesa. Me siento de nuevo. — Petter salió. — Me mira fijamente. — Te llevaré. — ¡No! — Por impulso me levanto de la silla. — ¡No estoy pidiendo tu permiso! — Sólo vuelve a leer su periódico. — No puedes hacerme esto. — La desesperación comenzó a invadirme. — Nadie sabe que estoy casada. — ¿Y por qué no ? — Parece sorprendido, pero no debería estarlo. — ¡No entremos en esa discusión de nuevo! — Mi sangre ya estaba hirviendo por lo nerviosa que estaba. — ¡Liz, lo siento! — ¿Lo sientes ? ¿Crees que disculparte conmigo solucionará algo? — ¿Qué quieres que haga ? — En ese momento se levanta y camina hacia mí. — ¡No te ace

