Nos miramos el uno al otro durante unos segundos.
—Aquí está. — Sandra me pasa mi taza de té y una taza para Henry. — Mi niña, ¿necesitarás algo más?
— No... N... — Respiro hondo y hablo. — No, Sandra, ya puedes irte. — Mi corazón casi saltaba de mi boca. A menos que el Señor McNight necesite algo.
— Puedes irte, Sandra.
— OK, con permiso. — Sandra se va, dejándonos solos.
Me dirijo hacia la cocina, no sé cómo podía caminar, me temblaban las piernas. Escucho sus pasos siguiéndome, ahora sabía que yo era su esposa.
Dejo mi taza en la isla, cuando me doy la vuelta, todavía me está mirando.
— ¿Viniste a firmar el divorcio? — Todavía no dice nada. — Ya es muy tarde, mi abogado no atiende a esta hora. — Sigo esperando a que diga algo, pero nada sale de su boca.
Él coloca su taza en el
