Era una que tejía con tiempo, con cálculo, con crueldad milimétrica. Y esa noche, su red estaba lista para cerrarse sobre dos víctimas que llegarían por voluntad propia... Sabía que ambos llegarían. Los había estudiado. Sabía sus debilidades. Y esa noche, ambos serían sus presas.
Porque no hay peor enemigo que quien finge ser salvación.
Nadie lo ve venir. Nadie lo sospecha. Pero cuando se revela, ya es demasiado tarde.
Y Rebeca Villamizar estaba lista para cerrar la trampa.
Casi una hora después, el rumor lejano de un motor anunció la llegada. No lo vio. No necesitaba verlo. Lo sintió. Como si el aire mismo cambiara de densidad.
La puerta principal se abrió con un leve crujido. Un eco. Un aviso. Luciano Montenegro acababa de cruzar el umbral, y con él, un torbellino de emociones conte
