Linda los recibió con un nudo en la garganta, sintiendo el sudor helado recorrerle la espalda. Asintió con dignidad, aunque por dentro su cuerpo temblaba. —Todo está en orden. Lo he revisado personalmente —afirmó, casi suplicando que su voz sonara firme. Luciano estaba a su lado, rígido como una estatua, pero sus ojos seguían cada movimiento con tensión latente. Cuando los inspectores se adentraron en la cocina, su respiración se volvió irregular. Las refrigeradoras, los utensilios, los hornos… todo estaba en perfecto estado. —Los registros coinciden. Las fechas, los ingredientes, las condiciones —murmuró uno de los hombres, hojeando papeles—. Hasta ahora, todo parece correcto. Linda sintió una pizca de alivio, como si por fin algo jugara a su favor. Tatiana, Germán y Manuel estaban al

