Capítulo 2

3427 Words
Para Theo, no estaba siendo un buen día, de hecho, no estaba siendo ni una buena semana, mes o año. Pero el punto bueno de tanta mala suerte, era que finalmente había dejado el nido de sus padres. Aunque teóricamente lo estaba cambiando por el de su hermana mayor, estaba bien, Lia era amorosa con él, pero no era tan hostigosa como sus padres que siempre estaban velando por él. Venía con el paquete por haber nacido prematuro y tener una enfermedad extraña que afectaba a sus huesos, pero ya que, esa era su vida. Bajándose frente a un edificio de al menos unos cuatro pisos, Theo le agradeció al chofer del taxi y lo hizo aún más cuando le bajó su maleta del maletero. A pesar de ser una mala semana, mes y año, en realidad no era un terrible día si contaba con que su cuerpo no le dolía tanto como aquellas veces en las que ni siquiera era capaz de caminar un centímetro sin llorar de dolor. Sip, enfermedad extraña para él siendo todavía tan joven según su médico y lamentablemente sin cura. Entrando en el edificio, sacó su teléfono celular y volvió al mensaje donde su madre le había dicho la dirección y el número de departamento de su hermana, podría llamar a Lia pero no quería despertarla siendo un domingo tan temprano como lo podían ser las ocho de la mañana. Claro que esa no parecía ser una hora tan temprana para su madre, a juzgar por la llamada entrante. Soltando un profundo suspiro, contestó la llamada y llevó el aparato contra su oído. —Hola mamá, ¿por qué despierta tan temprano un domingo? —preguntó. —Porque a mi bebé se le ocurrió viajar ayer en la tarde en autobús haciendo un completo tour en vez de tomar un avión que lo llevaba directamente donde vive su hermana —respondió sin enojo, solo la característica preocupación constante y común. —No me llevaba directamente, me llevaba a la ciudad más próxima con aeropuerto, ya que aquí es un poco rural por lo que he visto y no hay más que un terminal de autobuses, pero es un pueblo bonito —se encogió de hombros a pesar de que su madre no le podía ver. —¿Ya llegaste? ¿Le avisaste a tu hermana? —Llegue recién mamá, estoy en el edificio intentando averiguar en dónde vive Lia —respondió observando alrededor de la pequeña sala de planta baja. —Ella vive en el tercer piso, en el 12L —respondió y el cuerpo de Theodore se estremeció cuando contempló un cartelito frente al ascensor, informando el no uso de este hasta próximo aviso. Genial, simplemente genial. Y él pensando que su suerte podría cambiar un poco ahora que se había “mudado”. —¿Llamo a Lia por ti, cariño? —preguntó su madre. —Oh no te preocupes, ya se levantará una vez esté fuera de su puerta, no quiero molestarla más de lo que ya haré solo para que baje a recibirme —aseguró—. Adiós, mamá, te hablo después de levantar a Lia —se despidió. —Adiós corazón, si te aburre puedes volver a casa —le recordó—. Hablamos después, papá te manda saludos. —Yo igual, los quiero a los dos —se despidió cortando la llamada finalmente—. Tercer piso, eh —pronunció observando su equipaje y luego las escaleras. Soltando un pesado suspiro de un terrible dolor anticipado, Theo tomó su maleta con decisión y comenzó a subir las escaleras lentamente, uno por uno, con cuidado. Cuando los huesos de sus piernas comenzaron a quejarse junto a sus músculos, decidió que ya era hora de tomarse un pequeño descanso y se sentó en el borde de los escalones del segundo piso. Sus rodillas tronaron y Theo torció sus labios ante el feo sonido, pero ya le faltaba tan poco que se volvió a levantar y siguió con su camino. Si, debió de haber sabido que su descanso debía demorar más para su cansado cuerpo. —Oh no… —murmuró cerrando sus ojos, anticipando el dolor cuando perdió el equilibrio. El dolor acudió su cuerpo, pero en vez de ser una caída áspera, cruda y ruda como Theo esperaba, en verdad cayó sobre una firme superficie… Cálida y blanda. —¿Qué demonios? —gruñó una voz poderosa a su espalda. —Oh dios mío —exclamó Theodore intentando enderezarse al comprender lo que había ocurrido—. Lo siento, lo lamento tanto, ¿estás bien? —preguntó preocupado, mirando fijamente aquello ojos grises un poco oscuros y misteriosos. —¿Cómo crees que-…? —Hayes guardó silencio mientras contemplaba unos bonitos ojos azul-grisáceo que le observaban preocupados, tan brillantes y… Dulces. —Eh… ¿Estás bien? —preguntó el pequeño hombrecito cuando solo se quedó ahí, simplemente observándolo fijamente como un bobo, y cuando le sonrió con aquellos suaves labios siendo el inferior un poco más relleno que el superior, el lobo de Hayes se agitó. De pronto, un atractivo aroma invadió sus fosas nasales, dulce, picante y afrodisiaco que provocó que su lobo se agitara y aullara, gritando: Mío, mío, mío. —No… —murmuró el alfa sorprendido y aterrado al mismo tiempo de lo que significaba aquella revelación. —¿No? —repitió el hombrecito inclinando ligeramente su cabeza, parpadeando lentamente con sus grandes ojos. Y j***r si Hayes no pudo evitar notar que en uno predominaba un poco más el gris mientras que en el otro el azul, siendo apenas una pequeña diferencia que no muchos notarían a menos que lo observaran fijamente. Como él estaba haciendo justamente en ese momento. —¿Theo? ¿Eres tú? —preguntó una voz femenina desde lo alto de las escaleras.  “Theo” repitió Hayes en su mente. “Oh, por favor no” rogó enseguida. Y aquella dulce sonrisa casi infantil pareció resplandecer aún más mientras el pequeño hombre giraba su rostro y contemplaba a Lia. —Hermana —anunció. —Dios Theo, ¿qué hacen ahí? ¿Qué ocurrió? —cuestionó comenzando a bajar las escaleras rápidamente, aún vistiendo su pijama. —El ascensor estaba malo por lo que tuve que subir las escaleras —se encogió de hombros intentando alejarse, pero aquellos brazos que rodeaban su abdomen se mantuvieron firmes—. Perdí el equilibrio, pero antes de caerme mi héroe apareció —sonrió volviendo su mirada al guapo pelinegro que no hacía más que mirarle en silencio. —Si, parece que viene con la carrera de Hayes asumir riesgos y salvar a las personas aun cuando no está trabajando —bufó estirando sus manos para ayudar a levantar a su hermano menor. Y a Hayes, no le quedo de otra más que dejarlo ir, ignorando los gruñidos de su lobo disgustado por dejar ir a su pareja. “No es mi pareja, tonto lobo” le regañó levantándose también del suelo. —¿Hayes? —repitió volviendo su mirada a el alfa, teniendo que inclinar su cabeza hacia atrás para mirarle a los ojos. Joder, la pequeña cosita parecía ser más baja que Jimmy y Micah. —Sí, Hayes Miller, mi novio —sonrió Lia, acercándose al lado del pelinegro para rodearle la cintura con un brazo y besar dulcemente su mejilla. Oh… Vaya… —¿En serio? ¿Él es tu famoso chico del cual siempre hablas? —exclamó sin saber cómo había logrado mantener su sonrisa, cuando en realidad lo único que quería era gritar porque su hermana tuviera a su lado un hombre tan sexy como lo era Hayes. Dios, el hombre era firme en todos lados y era realmente guapo, tipo seriamente un caliente modelo de esos que venían en los calendarios para hombres que gay que Theo compraba. Y la chispa que había sentido mientras estaba entre los brazos del gran hombre tal vez solo había sido cosa suya, ya que el novio de su hermana no parecía para nada afectado, y eso que había caído de las escaleras con él. Lia rió sacándolo de sus pensamientos. —Sí, este es mi famoso chico —sonrió—. ¿Por qué no me llamaste para que te ayudara a subir? —preguntó frunciendo el ceño—. Sabes que era imposible para ti llegar hasta el tercer piso sin ayuda —le regañó. —En mis días buenos puedo dar una larga caminata de una hora —refunfuño Theo. —Sí, pero no estás cargando una maleta que es casi de tu tamaño mientras subías escaleras —señaló—. ¿Quieres matar a mamá? —No, por favor no le digas —pidió adelantándose hacia ellos, tambaleándose y soltando un quejido de dolor. —¡Theo! —chilló Lia, pero antes de que pudiera mantenerlo estable, su pareja la dejó y rodeó el cuerpo de Theodore. —Está bien, estoy bien… Solo me duele un poco —pronunció con un tono algo tembloroso. —¿Qué te duele? —preguntó Hayes con voz forzada, pero a la vez preocupada. Pero era obvio que iba a estar preocupado, era el hermano pequeño de su pareja. “No te hagas ilusiones, Theodore Evans, es el novio de tu hermana, está muy por fuera de tus límites” se regañó a sí mismo. —¿Qué es lo que te duele, Theo? —insistió el gran hombre, trayéndolo al presente otra vez. —Ugh… ¿Todo? —respondió avergonzado. —¿Todo? —repitió Hayes alzando una ceja. —Theo —suspiró Lia y observó a su pareja—. ¿Te importaría cargarlo hasta mi departamento, cariño? —pidió—. Yo llevaré su maleta. —No es necesario —intentó negar Theo, pero ya se encontraba siendo alzado entre los fuertes brazos de Hayes. Se tragó el quejido de dolor que provocó dicho simple movimiento y apoyó su cabeza en el hombro del novio de su hermana, dejando escapar un suave silbido cansado. —¿Aquí o en su habitación? —preguntó Hayes manteniendo firmemente al pequeño cuerpo contra el suyo. ¿Era normal que se sintiera tan delgado? —Habitación, querrá dormir un poco luego de tomar su medicina —anunció Lia. —No la necesito —se quejó el pequeño hombre sin poder dejar fuera de su tono el dolor que estaba sintiendo. —Sí lo haces —anunció el alfa decidido, sin dar lugar discusiones el tema. Theo abultó su labio inferior en un adorable puchero, pero no discutió del tema. Lentamente, casi delicadamente como si se tratase de un cristal, fue colocado sobre la cama que cabe destacar, tenía un colchón extra suave. —Gracias —pronuncio con una pequeña sonrisa de labios a Hayes—. Mamá y papá te pidieron que me compraras un colchón suave, ¿no? —pregunto hacia su hermana. —Ya sabes, lo mejor para el bebé —se burló con cariño—. ¿Dónde están tus pastillas? —preguntó. —En mi maleta, en el bolsillo de afuera por el costado —respondió intentando sentarse para ser suavemente empujado contra la cama otra vez. —Tú en la cama, yo por las pastillas y Lia por algo de zumo —ordenó. —Tu chico es algo mandón, eh —bromeó Theo obedeciendo. Lia le dio una mirada algo extraña… Y luego le sonrió divertida. —Es un policía Theo, es el jefe sheriffs, de vez en cuando deja salir ese lado suyo —bromeó saliendo de la habitación. Sin su hermana en la habitación, los ojos de Theo cayeron inevitablemente sobre el gran hombre atractivo que revisaba su equipaje. —Y… ¿Cuánto tiempo llevan juntos? —pregunto curioso. —Casi un año o menos, algo así —respondió sin mirarlo. —¿Algo así? —repitió alzando una ceja. ¿No se suponía que las parejas tenían claro cuánto tiempo llevaban saliendo y qué día comenzaron a salir? ¿O solo él era demasiado romántico al pensar en ello? —¿De qué estás enfermo? —preguntó Hayes al contemplar el pequeño bolso con diferentes frascos de pastillas. —Es una enfermedad un tanto rara que no tiene cura —respondió encogiéndose de hombros, como si no fuera la gran cosa. —¿No tiene cura? —repitió Hayes sobresaltado, observándolo preocupado. —No se va a morir ahora, Hayes —rió Lia entrando en la habitación con un vaso de zumo—. Theo solo tiene artritis. —¿No se supone que esa enfermedad les da a las personas mayores de edades? —preguntó confundido, entregándole el bolso a Theo, apenas conteniendo su mueca cuando le contemplo enderezándose. Mierda, ¿cómo era posible que los instintos de su lobo estuvieran trabajando tan rápido? —Se supone, pero como siempre, yo soy especial —bromeó el pequeño hombrecito castaño con una sonrisa, pero había algo más en aquel simple gesto que revelaba otra verdad, una que Hayes no se perdió. —¿Esa pastilla rosa es nueva? —preguntó su hermana al ver tres cápsulas de diferentes colores en la mano de Theo. —Sí, Alex me la cambió, se supone que esta me calmará los dolores y no me dejará esa sensación de adormecimiento o como si hubiera bebido mucho alcohol y estuviera sobre las nubes —respondió tragando cada pastilla. —¿Y qué sabes tú lo que se siente cuando uno bebe mucho alcohol, niño? —se mofó volviendo a tomar el vaso ahora vacío. —Tengo 24 años Lia, no cinco —resopló rodando sus ojos—. Y puede que me haya divertido un poco cuando estuve en la universidad —revelo con un brillo travieso, pero que perdió su encanto sin la aparición de la dulce sonrisa de Theo, fue perfecto para engañar a cualquiera. Cualquiera menos a Hayes, claro. El lobo de Miller estaba muy atento como para dejar pasar cualquier detalle sobre su pareja destinada, no, sobre su potencial a pareja, que Hayes ignoraría porque él no estaba en los hombres, mucho menos en los que eran siete años menor a él y era el hermano menor de su actual pareja. Infiernos. Theo bostezó y eso pareció ser una señal para que ambos comenzaran a moverse. —Descansa un rato, Theo, tuviste un viaje largo y aún es temprano, te despertaré para el almuerzo —prometió Lia empujando a su pareja fuera de la habitación. —Gracias Lia. Un gusto conocerte Hayes, hablamos después —balbuceo cerrando sus ojos solo por un momento. Del otro lado de la habitación, Lia observaba con una sonrisa arrogante a su pareja. —¿Y? —preguntó. —¿Y? —repitió el alfa, apenas conteniendo los deseos de su lobo por volver al lado del pequeño hombre mientras se alejaba hasta el sofá y se dejaba caer contra este. La caída si había sido dura en realidad, pero en unas horas él estaría completamente bien gracias a los beneficios de ser un cambiaformas lobo. —Theo es toda una ternura, ¿no? —dijo sentándose a su lado—. Lo sé, no tienes que negarlo. —Tiene 24 años —pronuncio un poco sorprendido por ello, parecía mucho más joven. Si Jimmy era la descripción de un twink, Theo era una pequeña hada hermosa y brillante. —Lo sé, a veces envidio que parezca mucho más joven de lo que en realidad es, aunque se me pasa cuando voy a los bares sin la necesidad de estar mostrando constantemente mi credencial —rió bajo. —¿Le pasó algo en la universidad? —preguntó curioso de lo que había visto en aquellos bonitos ojos cuando lo mencionaron. —Que yo sepa… —se encogió de hombros—. Sé que esta es la segunda carrera que deja y que, en esta universidad, Theo perdió el contacto con nuestros padres todo un día, los tuvo muy preocupados porque como ya ves, incluso en sus mejores días necesita algo de ayuda por lo que su preocupación fue justificada a mi parecer —comentó. —¿Esto es sus mejores días? —preguntó incrédulo.   —Lamentablemente, en los peores no puede ni levantarse de la cama sin que le truene un hueso o llore de dolor —torció sus labios—. En aquellos días, Alex viene y le inyecta algo directamente, es mucho más efectivo así y luego Theo duerme hasta el día siguiente sin problemas. —¿Y Alex es…? —Oh, es prácticamente su médico personal —contestó y le observó curiosa—. Conozco esa expresión, tú también caíste por él, ¿no? —¿Qué? —exclamó sobresalto de que su lobo fuera tan obvio, de que él fuera tan obvio. —No te hagas —le golpeó suavemente el hombro—. También estás sintiendo esa intensa necesidad de ayudarlo y protegerlo —dijo obvia—. Todos la sienten luego de conocerlo, es tan lindo y adorable que es imposible que no lo sientan —anunció orgullosa. —¿Por qué crees eso? —preguntó curioso. Lia bufo—. Solo mira como actuaste ahora, la mayoría actúa así luego de conocer a Theo. —¿Y no te molesta? —Es Theo, ¿por qué lo haría? —le observó extraña—. Él lo necesita más que yo. —Eres bastante comprensiva, cariño —expresó y el amargor junto a la traición que sintió por decir ese simple apodo cariñoso fue sorprendente e impactante. —Soy maestra de niños y tenía que hacerlo desde que Cloe era todo lo contrario —suspiró—. ¿Y qué haces aquí tan temprano, guapo? Sí, cómo se supone que le explicaría a su pareja que simplemente había sentido la necesidad de girar en la dirección contraria cuando se dirigía a su casa, cómo si algo se hubiera apoderado de él para llevarlo al departamento de su novia cuando lo único que quería era descansar en su cama luego de la conversación con su gemelo. Pero si no hubiera ido, quién sabe de lo que le habría pasado al pobre chico luego de caer a esa altura, quizás cuántos huesos se hubiese roto y… Él no tenía por qué preocuparse por eso, no. Es verdad que se había estado quejando y llorando por aún no haber encontrado a su pareja luna, su destinado pero, definitivamente esto no era lo que había estado esperando. —¿Hayes? —Eh… Si, yo… Quería llevarte a desayunar —anuncio finalmente, mintiendo entre dientes—. Una disculpa por no haber podido pasar la noche contigo a pesar de que la desocupaste para mí. —Oh cariño, que dulce —sonrió Lia—. No te preocupes por ello que me lo recompensaste arreglando la habitación para Theo, además con él así como está no puedo dejarle solo —expresó acariciando su muslo—. A veces las pastillas le despiertan con el estómago revuelto y debe de comer algo —explicó. —¿Y estará bien en esa habitación? —preguntó con el ceño fruncido—. Sin ventana y siendo… Pequeño. —Le advertí a mis padres y ellos dijeron que estaba bien, ninguno de nosotros cree realmente que Theo esté durante mucho tiempo por aquí —explicó. “Oh no, él definitivamente no se irá, es mío” ese era el posesivo pensamiento del lobo de Hayes, mientras que su lado humano seguía perdido, confundido y negando todo. Pero ¿cuánto tiempo le podrá negar a su lobo su pareja destinada, su destino? —Cariño, ¿quieres tomar el desayuno conmigo aquí? —ofreció levantándose. —No, creo que iré a darme una vuelta a la comisaria para revisar las cosas —anunció levantándose y dirigiéndose inmediatamente a la puerta—. Hablamos después —se despidió saliendo disparado del departamento, antes de que se dejara convencer por los deseos de su lobo y entrara en aquella habitación para tomar al pequeño cuerpo delgado entre sus brazos para finalmente reclamarlo como suyo. Mierda… ¿Qué jodidos le estaba pasando a su lobo? ¿Así era como se sentía August cuando había descubierto a Jimmy? ¿Qué se supone que iba a hacer de ese momento en adelante? ¿Cómo iba a actuar frente a su novia y frente al hermano menor de esta?
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