Capitulo 2

3644 Words
Dios mío. Un escalofrío se apoderó de todo mi cuerpo. Lo único que quería era decirle que sí. Sí a su v***a embistiéndome entre las tetas hasta que chorreara caliente y húmeda sobre mí. Sí a su semen goteando por mi cuello, burbujeante y pegajoso. Sí a todo lo que quisiera. Pero aún así, esto era la realidad. Estábamos en un club lleno de gente, y no había manera de... —No creo que...— y tuve que volver a lamerme los labios porque estaban muy secos de los nervios. —No creo que puedas darme... no creo q puedas hacerme nada aquí, delante de toda esta gente—. Pero la imagen de el corriéndose en mi ya se había grabado a fuego en mi mente, tentadora y ardiente. Su mano llegó a la entrepierna de mis bragas y jadeé, estremeciéndome mientras sus dedos frotaban mi clítoris ya hinchado a través de la tela. —¿Qué te parece? —¿Aquí mismo?— Estaba achispada, pero no tanto como para dejar que un desconocido me lo hiciera en un lugar público. Al menos no creía estarlo. Pero el magnífico alfa se inclinó hacia mí lo suficiente como para que ese almizcle masculino volviera a llenar mis fosas nasales. Oh, Dios, oh, Dios. Virgen o no, suspiré de placer, con las entrañas aflojándose. Mis bragas estaban empapadas, vergonzosamente, y él podía sentirlo todo. Aquellos dedos astutos me acariciaron a través del encaje empapado, rozándome el clítoris y haciéndome jadear. Sonrió satisfecho. —¿Lo quieres, princesa? Su otra mano acarició brevemente su v***a a través de la tensa tela de sus pantalones. —¿Quieres esta v***a dura metida en ese estrecho coñito? No dije nada, pero mi cuerpo sabía la respuesta. Mi coño estaba lo bastante empapado como para que él se deslizara dentro de mí sin ninguna preparación. Lo había visto en las películas porno, viendo a todas esas zorras ser penetradas en el coño y el culo por vergas gigantes. Pero yo soy una buena chica. Pero la cosa es que este no era un chico cualquiera. Era un extraño, alguien a quien nunca volvería a ver. Podría tener una aventura de una noche, y salir ilesa, ¿verdad? Mis muslos se abrieron y sus dedos se deslizaron bajo el borde de mis bragas, rozando ligeramente mi coño desnudo. ¡Oh, Dios! Eché la cabeza hacia atrás, gemí y abrí más las piernas como una puta. Quería sus dedos sobre mí. Dentro de mí. Quería su lengua. Su v***a gigante, por todas partes. Y el Sr. VIP tampoco era inmune. —Mierda, estás mojada—, me dijo con dureza. Las emociones se deslizaron por su cara demasiado rápido para que yo pudiera captarlas, pero con sus gruesos dedos jugueteando bajo el borde de mis bragas y frotando mi húmedo coño, no me importó. —Súbete, princesa—. Acarició el gran bulto en su regazo. —Te prometo que disfrutarás del viaje. Me quedé mirando su v***a cubierta de tela. Como un monstruo, aquel bulto crecía más y más hasta que la parte delantera de sus pantalones era completamente obscena, abriéndose en forma de "V" distorsionada. Gruñendo, el hombre se la acarició mientras observaba mi reacción. —¿Te gusta lo que ves, nena?—, volvió a sonar esa voz grave y suave. —¿Quieres subirte? Me sobresalté. Dios mío. Todavía no podía creer que quisiera follarme en el club. Esto era absolutamente alucinante, como si mi cerebro estuviera a punto de estallar. ¿Qué pasa con mis amigas? ¿Qué pasa con el resto de la gente del local? ¿Podrían vernos? Aparté la mirada de la gruesa v***a que se tensaba contra la parte delantera de sus pantalones, esperando que mis amigas nos miraran o que los demás me observaran con asombro y repugnancia. Pero mis amigas no estaban a la vista, ni tampoco el sórdido camarero. Oh, Dios. Julia y Daniela probablemente estaban fuera haciendo un trío con él, dejándole rotar entre ellas. Se habían ido y nadie más nos prestó atención al desconocido y a mí. La música retumbaba con fuerza en la discoteca y la tenue iluminación convertía las formas en sombras. La gente se golpeaba en la pista de baile, prácticamente practicando sexo con ropa. Y eso era exactamente lo que este tipo quería hacer, aquí en la sala VIP. ¿Y por qué no? La gente ya lo hacía y yo ya no quería ser la vieja y aburrida Lisa. Me lamí los labios y me acerqué. El alcohol me mareaba la cabeza mientras mi coño palpitaba, vacío y deseoso de ser llenado. —De acuerdo—, fue mi suave respuesta. Y antes de dar a mi yo más cuerdo la oportunidad de cambiar de opinión, me quité las bragas y me subí al regazo del desconocido dándole la espalda, de cara a la pista de baile. Esperaba que el tipo gruñera por lo pesada y rellenita que era, pero en lugar de eso, se limitó a gemir con evidente excitación y a agarrarme los muslos y las caderas. La mano que tenía dentro de las bragas me tocó el coño y apretó con más fuerza, haciendo que mi clítoris saltara. Dios mío, ¿estaba ocurriendo de verdad? El tipo gruñó y volvió a apretar mi parte íntima, deslizando los dedos sobre mi coño, provocando un gemido. —Me gustan las chicas con un poco de carne en los huesos—, me dijo en voz baja. Sus manos acariciaron mi vientre hasta llegar a mis tetas. —Me encantaría inclinarte y penetrarte por el culo y ver cómo se agitan tus nalgas mientras te follo. Me pellizcó un pezón y gemí, tan excitada que podía gritar. —¿Estás lista para mí, princesa? Con otro gruñido de excitación, me quitó el vestido de un tirón. Su v***a era gruesa y dura bajo mi culo. Y Dios, tan desnuda. Me estremecí y me retorcí encima de él, con el coño goteando salvajemente. Ni siquiera me había dado cuenta cuando se bajó la cremallera y se sacó la v***a, pero ahora estaba aquí, presionando insistentemente entre mis nalgas. Lo deseaba con todas mis fuerzas. El sudor corría entre mis pechos y mis muslos estaban pegajosos de necesidad. Aún temblando, lo miré por encima del hombro. —Nunca he hecho esto antes—, susurré. —Yo... soy virgen. —Mierda...— Gimió, aquellos ojos ardiendo aún más de lujuria. —No te preocupes, princesa. No me preocupo. Sé muy bien cómo cuidarte. Se puso delante de mí y deslizó los dedos entre mis muslos y me frotó el clítoris, primero despacio y con suavidad. Aquel aliento masculino me calentaba el oído, la v***a gorda me exigía bajo el culo. —Voy a hacer que esto sea bueno para ti, muñequita. Me acarició con más fuerza y casi me estremecí por la sensación, echando la cabeza hacia atrás mientras todo mi cuerpo se llenaba de electricidad por el contacto de sus dedos con mi clítoris. Mi raja goteaba mientras jadeaba salvajemente, desesperada. —Lo deseas con todas tus fuerzas, ¿verdad?—, gruñó, intensificando el duro roce en mi punto íntimo, mientras el orgasmo se agolpaba en mi coño. —Sí—, gemí aunque no estaba segura de que me oyera por encima de la música. —¡Por favor, fóllame, por favor! Moví las caderas por instinto, deslizándome hacia atrás cuando me levantó con la otra mano, trabajando para colocar ese coño resbaladizo en posición. Pero deslizó sus dedos dentro de mi en lugar de su v***a, haciendo caricias superficiales con aquellos gruesos dedos antes de retroceder para tocarme el culo y esparcir los jugos de mi coño hasta allí. —¿Qué estás haciendo?— fue mi grito ahogado, retorciéndome para mirar al gran hombre lo mejor que pude. —¡Oh Dios! Mi ojete se contrajo y espasmoneó salvajemente, no estaba acostumbrada a que me tocaran. Pero el tipo se limitó a sonreír como un malvado lobo, con su aliento caliente y rápido en mi oído. —Confía en mí, te va a encantar—, ronroneó. —Sólo relájate. E increíblemente, el firme roce incesante de mi clítoris me hizo abrir el culo, preparándome para recibir su enorme carne de hombre en mi trasero. —¡Buena chica!— gruñó en mi nuca. —Sabía que jugarías. Los jugos de mi coño me untaron el culo y sentí el suave calor de su v***a rozando aquel tierno punto tabú. —Voy a follarte el culo, nena. Va a entrar aquí—. Lentamente, acercó la punta, la presión era inimaginable. —¡Oh!—, chillé, agarrándome a sus rodillas con ambas manos, intentando no forcejear. —¡Oh Dios, oh Dios!— Sentía como si me abrieran el culo con un garrote gigante. —¡Oh!— grité de nuevo. —¡Dios! Porque no iba a caber. Aquella enorme v***a monstruosa no iba a caber en mi parte trasera, y volví a apretar las manos sobre sus rodillas y a jadear, gimiendo por la pesada dureza que presionaba con urgencia contra mi agujero trasero. —Puedes tomarla, cariño—, siseó, sin aflojar. —Quieres esta v***a, ¿verdad? Y la verdad era que sí. Así que cerré los ojos, echando la cabeza hacia atrás. —¡Sí!— Jadeé por el dolor, la palpitación de mis nalgas se disipó mientras me acariciaba el clítoris y me follaba el coño con ligeros empujones de sus dedos. Gimiendo y retorciéndome impotente, mi coño chorreaba jugos, lubricando mi agujero trasero. —¡Fóllame! Fóllame!— fue mi gemido impotente. Pero por mucho que lo deseara, nada era tan fácil. Lentamente, el borde de mi boca se fue abriendo, y la gorda v***a se deslizó dentro. ¡Ufff! Era tan bueno, su v***a abriéndome lentamente, estirándome a medida que entraba más carne. —¡Unnnh!— fue mi gemido involuntario, los ojos cerrados mientras concentraba cada gramo de energía en mi parte trasera. —Oh Dios. Y lentamente, esa pesada y gruesa vara empujó más adentro, deslizándose un par de centímetros por mi recto. Dios mío, ¡tenía algo en mi agujero trasero! Mi ano, hasta entonces intacto, estaba siendo penetrado por la v***a más grande y dura que jamás había visto. —Por Dios muchachita,— el alfa raspó con dureza en mi oído. —Mierda, eres tan estrecha. Pero con una sacudida y un fuerte empujón, estaba dentro. Aquella carne me penetró el culo de golpe mientras me pellizcaba el clítoris una y otra vez, deteniéndose sólo para acariciarme ligeramente la v****a. —¡Unnnh!—, llegó mi grito salvaje, indeseado e incontrolado. —¡Ugggg! Me llené por los dos extremos y, como un cohete, la explosión se produjo en toda su mano. Mi coño se estremeció de placer, la carne hinchada apretándose como un puño y soltando jugos por todas partes. Los temblores masivos no paraban, y para cuando pude respirar de nuevo, todo el dolor había desaparecido y él estaba hasta las pelotas dentro de mi culo. —Agárrate a la mesa, princesa. Estoy a punto de embestir este delicioso culo tuyo hasta que no puedas ver bien—, dijo aquel ronco chasquido detrás de mí. Y temblando, con la respiración entrecortada, me incliné y agarré el cristal de la mesa. Oh Dios, esto estaba tan mal. Tenía la v***a de un hombre en el culo y me estaba diciendo que me agarrara fuerte para la paliza que me esperaba. Oh Dios, Se agarró a mis caderas y se deslizó dentro de mí de un solo golpe. —¡Oh!— llegó mi gemido jadeante. —¡Oh oh oh! Luego otra y otra hasta que me puse a dar saltitos en su regazo. Si alguien nos veía, sabría inmediatamente lo que estábamos haciendo. No podía ocultar cómo me saltaban las tetas bajo el vestido con cada embestida de su v***a ni los jadeos y gemidos que salían de mi boca. Pero me daba igual. Aunque ya me había corrido, el duro golpe de se pene en mi culo y la implacable presión de sus dedos sobre mi clítoris me hicieron volar de nuevo. Y, de alguna manera, grité al ritmo de la música mientras sus manos me agarraban con fuerza las caderas. El alfa me gruñó al oído, áspero y animal, caliente y furioso a la vez. —Vamos, nena—, gritó, jadeando con fuerza. —Eso es. Sabía que este bonito culo aguantaría mi carne—. El sudor goteaba entre mis pechos y el culo me dolía de lo lindo. —Sí, nena. Eso es—, fueron las palabras. —¡Mierda, qué bien se siente!—. Esta vez, las palabras fueron roncas, la excitación creciendo en las bolas del gran hombre. Y haciendo todo lo posible, apreté con fuerza las nalgas contra aquella enorme v***a, forzándole a llegar al límite. Aquel enorme cuerpo se congeló por un momento y luego se estremeció salvajemente, disparando semen, bañando mi agujero desde dentro. ¡Mierda, Mierda! Era tan pegajoso y caliente, el semen azotaba mi recto una y otra vez, cubriéndome las entrañas. Nunca había sentido algo tan primitivo, animal y alucinante en mi vida. Un grito escapó de mis pulmones, a todo volumen mientras mi ojete se apretaba. —¡Uggggh!— fue mi grito salvaje, el ano y el coño apretándose una y otra vez, palpitando en el enorme trozo de carne de hombre. —¡Ugggh, ugggh! Y el alfa seguía bombeando. Una gran mano me rodeó la garganta y sentí que el pulso se me iba a salir de la piel para saltar a su mano. —Te sientes tan jodidamente bien—, gimió bruscamente. —Tan jodidamente bien. Jadeé con fuerza, aferrándome con todas mis fuerzas al borde de la mesa. Dios mío, Dios mío. ¿De verdad acababa de hacer eso? ¿De verdad había dejado que un hombre me tomara por el culo, penetrándome por detrás? Pero era verdad, porque mientras me retorcía, su enorme v***a volvió a chorrear y los restos de su esperma caliente y burbujeante me pintaron las entrañas. ¡Mierda! Tenía la boca seca, como si acabara de bajarme de una montaña rusa, y me froté los muslos deliciosamente, apenas capaz de calcular. Pero el alfa empujó mi espalda hacia abajo y me sacó lentamente. Inclinada, un gemido escapó de mis labios mientras cerraba los ojos. Porque aquella v***a gorda me sentó igual de bien al salir que al entrar, y mis pliegues se abrieron antes de volver a apretarme. Una risita sonó detrás de mí. —Princesa, te ha gustado, ¿verdad?— Y, efectivamente, un grueso dedo volvió a acariciarme el ano y el pliegue se tensó por reflejo. —Sí que eras estrecha corazón. Pero antes de que pudiera decir nada, me bajó el vestido para cubrirme el culo. —Arriba, cariño. Me levanté tambaleándome de su regazo. Me temblaban las piernas mientras me agarraba a la mesa para orientarme, el semen me chorreaba por el trasero y me bajaba por los muslos. Era la sensación más sucia y excitante, como si estuviera en el mejor sueño s****l de la historia, sin excepción. La cabeza me daba vueltas, y cuando mis ojos lograron enfocarse, vi que el tipo tenía mis bragas en un gran puño. Se estaba limpiando la v***a con el suave cuadrado de tela y, en un santiamén, aquellas bragas húmedas estaban en su bolsillo y fuera de la vista. —Gracias, princesa. Ha estado muy bien—, respondió él con desdén. —Um...— fue mi atónito murmullo. Todavía aturdida, no me di cuenta de que me habían despedido. Pero aquellos ojos azules parpadearon de nuevo. —¿Esperando algo?—, preguntó despreocupadamente, inclinándose hacia delante para servirse una copa y luego relajándose de nuevo contra el sofá. —¿Algo que quieras decir? Le miré fijamente. De hecho, sí, tenía algo que decir. Algo así como: —Acabo de tener sexo anal por primera vez en mi vida—. Acabas de tomar la virginidad de mi culo. Nunca antes le había dado a nadie ni siquiera mi coño. Pero no podía decir nada de eso, así que me alisé el vestido y me fui cojeando, con el ano todavía dolorido de tanto estirarlo. Al bajar las escaleras de la zona VIP, mi mente daba vueltas, incapaz de creer lo que había hecho. Pero el escozor en mi trasero y la espesa crema deslizándose entre mis cachetes y por mis piernas fue más que suficiente para convencerme de que nada de esto era un sueño. Había hecho todo eso con un hombre cuyo nombre ni siquiera conocía. Yo, la callada y tímida Lisa. Mis amigas nunca creerían lo que pasó. Pero cuando fui a buscar a Julia y Daniela, ninguna de las dos estaba en nuestra mesa. Los vasos de chupito habían desaparecido y un montón de chicos de fraternidad estaban sentados en nuestros taburetes con casi una docena de botellas de cerveza esparcidas por la mesa entre ellos. En el bar, pregunté por el otro camarero, el sórdido, pensando que al menos sabría dónde estaba Julia. Su compañero señaló con el pulgar una puerta de madera que había al fondo del bar y gruñó algo incomprensible. Mientras empujaba la puerta, mi cabeza seguía mareada. Dios mío, tenía una historia increíble que contarles, algo que les dejaría boquiabiertas. Pero en su lugar, una cacofonía de gruñidos y gemidos llenó mis oídos. Por supuesto, era el camarero. Y estaba allí con Julia y Daniela. En la parte de atrás del almacén, el hombre estaba tumbado boca arriba con Julia sentada sobre su cara. Él gemía en su coño mientras ella le hablaba sucio comiéndosela. —Lámeme el coño más fuerte—, arrulló, tirándole del pelo con tanta fuerza que parecía que le dolía. Pero al camarero no pareció importarle. Gimió y trabajó su boca furiosamente entre sus piernas. —¡Haz que me corra!— Julia gritó. Ella empujó su coño en su cara y titubeó entonces, montando su cara. Mientras tanto, Daniela estaba de rodillas entre las piernas abiertas del camarero, chupándole la v***a como si fuera el mejor chupete del mundo. Los ruidos eran húmedos, fuertes y obscenos, casi resonaban en la pequeña habitación mientras su mano se movía como loca entre sus piernas. Madre mía. La habitación olía a jugos aromáticos, cajas de cartón y alcohol. Di un respingo, sorprendida e incluso un poco excitada. Era como una película porno en directo. ¡Mis amigas eran tan zorras! Me sonrojé, retrocedí y cerré la puerta tras de mí, con la esperanza de que a quien entrara en el almacén después de mí no le importara recibir un espectáculo completo además de lo que fuera a buscar allí. Así que, sacudiendo la cabeza, salí aturdida del bar y me subí a un taxi. Y una vez en casa, mi dormitorio vacío me dio la bienvenida. Gracias a Dios, Daniela y Julia estaban ocupadas. Después de todo, sólo quería estar sola para maravillarme de lo que había pasado. Oh Dios, un suave dolor irradiaba de mi trasero. Tenía los brazos tensos por haberme agarrado a la mesa mientras el desconocido me metía la v***a por detrás. Y sin embargo, toda yo me sentía tan bien, relajada y viva a la vez. ¿Debería ducharme? Llámame zorra, pero no quería lavarme. El semen pegajoso seguía saliendo de mi ano, apelmazándose un poco alrededor del agujero. Y me gustaba. Me gustaba la tentadora sensación de aplastamiento, un desagradable recordatorio del sexo tabú. Así que me desnudé en mi habitación y la ropa cayó al suelo sin cuidado. Apretando los muslos, mi coño volvió a latir por reflejo, con un apretón de respuesta de mi culo. Oh, sí, todo pasando ahí detrás, pegajoso y dulce. Y sonriendo en privado, me metí en la cama. Aunque el pijama suele ser lo habitual, esta noche me apetecía estar desnuda, con las sábanas resbaladizas acariciando mis curvas y adormeciéndome. Pero la sensación entre mis piernas era tan húmeda y pegajosa que me resultaba imposible dormitar. Gemí y me revolví en las sábanas, imaginando que me desmayaría enseguida de cansancio. Pero en cuanto cerré los ojos, volví a ver la cara del desconocido y la gruesa hombría de su v***a en los pantalones. Y la forma en que se había limpiado el pene con mis bragas mientras me sonreía descaradamente me hizo retorcerme deliciosamente. Dios, ¿Qué iba a hacer con ellas? ¿Iba a oler mis bragas sucias? ¿Envolverlas alrededor de esa v***a tiesa y pajearse? Por favor, sí. Por favor, que se acuerde de mí. Debería haber conseguido su número. Debería haber conseguido su nombre por lo menos. ¿Pero entonces qué? Un macho alfa no tendría nada que ver con una chica gorda. Probablemente tenía una mujer instalada en un apartamento en algún lugar, una gran oficina con un montón de damas sofisticadas pululando por ahí. ¿Y quién era yo? Una don nadie regordeta que le había dado mi trasero sin siquiera saber su nombre. Oh, mierda. Era una zorra. Pero incluso si yo era una zorra, una puta ... se sentía bien. Y mientras el sueño me reclamaba, mi coño volvió a cosquillear, y la sensación hizo que mi culo se apretara por reflejo. Porque quería ser yo quien chupara la v***a del alfa. Quería ordeñar su gruesa v***a con mi boca y tragarme esa dulce crema, tragando de placer. Quería darle mi culo, una y otra vez, manteniéndolo abierto para su placer. Pero nunca lo volvería a ver. Mi oportunidad se había esfumado. Era demasiado tarde. Y ahora... no tenía más que recuerdos.
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