Parado en la sala de espera a la cual la asistente personal de Ezekiel les había llevado tras llegar a la empresa, el príncipe Dorian se mantenía cerca de una de las ventanas, admirando a los humanos que se reunieron frente al edificio.
—¿Cómo crees que se han dado cuenta de que estoy en la ciudad? —expresó pensativo—. Estoy seguro de que Caspian fue cuidadoso cuando nos trajo aquí.
Suspirando, Sadie se acercó a la ventana y se paró al lado del omega dominante.
—Está pasando exactamente lo mismo que ocurrió la última vez que estuvimos aquí, cuando el príncipe Caspian estaba teniendo problemas con su pareja y Rhys huyó a la ciudad.
Cruzando sus brazos sobre su pecho cómodamente, el príncipe Dorian observó de reojo a su amiga.
—¿Qué se supone que está pasando?
—Los humanos. Ellos realmente idolatran a todos los de nuestra especie, tanto como nosotros adoramos a la diosa de la luna, solo que ellos tienen un especial favoritismo hacia aquellos que permanecen de la realeza. En teoría tú siendo un omega dominante y futura luna de la manada Bellarose —explicó—. Sin contar que el príncipe Caspian se hizo una imagen por aquí, a la cual ligaron contigo y ahora todo el mundo saben que son amigos.
—Creo que se han equivocado en algo aquí. Caspian es un socio y amigo por consecuencia, ya que a quien realmente considero un amigo es a la ternura de pareja que tiene, Rhys es demasiado dulce para no tenerlo a mi lado —explicó—. Y eso no tiene nada que ver con que esas personas estén aquí —señaló hacia abajo.
—Tiene todo que ver. Como te adoran tanto, por supuesto que están al tanto de todo lo que sucede en tu vida, por lo que claramente se iban a dar cuenta de que estabas en la ciudad. Y como el príncipe Caspian se casó con un "humano" —dijo, moviendo sus dedos—. Por supuesto que esperan tener la misma posibilidad contigo.
Volviendo aquellos celestes ojos resplandecientes hacia la ventana, Dorian admiró al grupo reunido. Por un momento, su lobo pareció prestar atención, y luego rápidamente lo dejó.
—¿Por qué ese humano estará tardando tanto? —cuestionó la beta revisando la hora—. Ya llevamos esperando diez minutos aquí y no hay señal alguna de que vaya a aparecer pronto.
—Cinco —aclaró tranquilo.
Y ante la calma con la cual Dorian se estaba tomando todo, comenzó a levantar sospechas en su amiga, ya que Sadie mejor que nadie conocía del temperamento de su príncipe, y la paciencia no era una de ellas.
—¿Estás bien? ¿Estás enfermo?
Parpadeando un tanto confundido, el omega dominante alzó su mentón y observó hacia la beta.
—¿De qué hablas?
—Te estés tomando esta espera con tanta calma que me está asustando. Estamos hablando de la misma persona que deja al alfa rey o la reina luna plantados si le hacen esperar cinco minutos —indicó.
—Todo se sabe en los tres primeros minutos, si no aparecen luego de ello, no tiene sentido seguir esperando, porque sé que su retraso les tomará una hora o más, y ese es mi precioso tiempo que puedo utilizar para otra cosa —argumentó.
—Hasta donde tengo entendido, la regla de los tres minutos es una que aplicas para todo el mundo, sin excepciones —comentó su amiga.
Y Dorian asintió, concediéndole aquello. Pero había algo que Sadie no sabía, que él sí, y que probablemente sería la razón por la cual el presidente de Tecnología Mc esté dudando en aparecer personalmente.
Su lado directo e impulsivo podría traer consecuencias en algunas ocasiones, y desde el firme rechazo que expresó Ezekiel Mcmillian cuando soltó impulsivamente su inocente pregunta, en ese momento el hombre debería de estar preguntándose así mismo si sería buena idea volver a encontrarse con él.
Y desde que Dorian sentía cierta curiosidad por el hombre, quien incluso logró engañar al gran príncipe Caspian al fingir ser un humano, es que le había concedido un poco más de tiempo.
—Le he dado dos minutos adicionales.
—¿Por qué?
—Curiosidad.
—¿De qué?
—Oh, no lo sé, Sadie, ¿qué te parece su empresa y todo lo que nos puede ofrecer con ella? —cuestionó con un claro tono de ironía en su voz.
En respuesta, su amiga parpadeó y parpadeó.
—¿Qué no era solo una excusa para volver a la ciudad y hacer de las tuyas? Todo el mundo sabe que el alfa Aran y la luna Leatrice te han presionado más de lo habitual para que consigas pareja —expresó.
—En parte también lo es —aceptó—. Pero si puedo conseguir algo que beneficie a mi familia y mi manada en lo que disfruto de mi libertad, no me importa hacer algo de trabajo.
—¿Sabes? Si lo expresaras, no darías una imagen de un príncipe mimado, egoísta y superficial a los demás.
—No tengo por qué perder mi tiempo en las opiniones de los demás, vivo mi vida por mí, no por ellos. Ni siquiera debo de darle explicaciones —respondió con tono obvio.
Dándose vuelta, el omega dominante apoyó su trasero en alfeizar de la ventana y dirigió su mirada hacia el reloj que se encontraba colgado en la pared ante él. Tan pronto como se percató que los dos minutos adicionales que le había concedido pasaron, su labio inferior sobresalió levemente de forma pensativa.
—Sadie, ¿cuándo conociste al presidente de Tecnología Mc no sentiste nada extraño en él?
—¿Extraño en qué sentido? ¿En que es atractivo? ¿Todo un alfa? —preguntó observándole.
—¿Crees que es un alfa?
—No, creo que tiene la apariencia de uno con su atractivo y gran cuerpo, y aunque sé que las personalidades no están arraigadas directamente a nuestra naturaleza, si es algo difícil encontrar hoy en día un alfa con tal carisma y expresión amable, a menos que sea un inteligente manipulador como el príncipe Caspian —explicó—. Por lo que, aunque se ve como uno, solo es un humano.
—No había pensado que su apariencia era similar a la de un alfa —aceptó el príncipe Dorian—. Pero más que eso, me refería a como olía.
—¿Qué sucede? ¿Te agradó su perfume? A diferencia de nosotros, tengo entendido que los humanos crean aromas de forma artificial —comentó.
Observando a su amiga, el omega dominante negó y se enderezó.
—A veces olvido que los betas pueden ser tan simples como los humanos al no poder percibir ciertas cosas —expresó estirando su suéter.
Quejándose, Sadie llevó sus manos hacia su pecho, fingiendo haber recibido un puñal justo sobre su corazón. Sonriente, Dorian le sacó la lengua y su amiga le respondió de la misma forma.
—Vamos, ya he perdido mi tiempo aquí —decidió el omega dominante.
Dirigiéndose hacia la puerta, el omega dominante percibió como su lobo se mostró algo reacio a su decisión, pero Dorian le ignoró. Deteniéndose a la espera de que Sadie abriera la puerta, esta fue abierta al mismo tiempo en que la beta colocaba su mano en la manilla, revelando a Ezekiel Mcmillian junto a su asistente personal.
—Príncipe Dorian, no sabe cuánto lamento la tardanza —saltó inmediatamente la mujer.
—Sí, ya lo veo —respondió Dorian.
Y a pesar de la curiosidad que sentía por dicho humano, Dorian cruzó la puerta pasando por al lado del presidente de la empresa. Por un momento, sus miradas se cruzaron y el omega dominante admiró ese cálido color caramelo.
—Que tenga buen día, señor Ezekiel —se despidió, volviendo su mirada hacia el frente.
Ante la partida del príncipe, el cuerpo de Ezekiel se tensó y su mejor amiga le hizo señas con su rostro para que hiciera algo.
—Lamento mi demora, príncipe Dorian —anunció—. La reunión se alargó más de lo que tenía previsto, no fue mi intención el retraso.
Deteniéndose, el omega dominante se dio media vuelta y enfrentó a Ezekiel. Recargando todo su peso en una pierna, le observó fijamente.
—Dame una razón por la cual debería de quedarme aquí —demandó.
—¿Perdón? —preguntó Ezekiel, confuso.
—Tengo la regla de oro de los tres minutos, señor Ezekiel. En tres minutos, se puede saber con qué clase de persona estoy tratando, y a su vez, puedo saber que tanta importancia tengo para la persona contraria —anunció Dorian—. Como humano, le cedí dos minutos más y lo esperé cinco. Cinco minutos transcurrieron en esa pequeña salita, sin señal alguna de usted ni una explicación de su retraso. Como presidente, entiendo que tienes que responder a tus responsabilidades, pero al citarme justamente a las dos de la tarde, yo también me convertí en tu responsabilidad, y tu retraso inexplicable no me concede una buena imagen de ti.
—Esto es mi culpa, debí de haber entrado y explicado la situación —expresó Ninette—. Debí de haber recordado que, como príncipe, merecía un trato especial.
—Cariño, reconozco el sarcasmo cuando lo oigo, sin importar cuan disfrazado lo utilicen —indicó Dorian—. Pero tienes razón, soy un príncipe que quiere firmar un trato con su empresa, creí que me darían un trato más especial que este.
Volviendo sus celestes ojos resplandecientes a Ezekiel, el omega dominante giró y siguió con su camino, caminando directamente hacia el ascensor. A su lado, su mejor amiga y guardia personal le siguió con expresión sorprendida.
—Creí que querías hacer un trato con ellos —murmuró lo suficientemente bajo como para que solo su oído lo capturara.
—Y así es, pero no por eso permitiré que me traten como a cualquier persona, sin importar en donde me encuentre, mi estatus como príncipe no me abandona —declaró y presionó el botón para llamar al ascensor.
Tan pronto como percibió una presencia detrás de él, Dorian observó por el rabillo de su ojo a Sadie darse vuelta con su mano dentro de su chaqueta, pero él se mantuvo firmemente mirando hacia las plateadas puertas cerradas.
—Como usted dijo, príncipe Dorian. Así como usted desea firmar un contrato con nosotros, nosotros deseamos que firme con Tecnología Mc, ya que le aseguro, de que seremos los únicos que podremos proporcionarle todo lo que necesita, no por nada el príncipe Caspian nos eligió —expresó aquella voz amable y con un retumbante tono firme, decidido.
Girando levemente su cabeza, Dorian observó sobre su hombro a Ezekiel.
—Si me concede otros cinco minutos más, le aseguro que podré convencerle de firmar un contrato con nosotros —prometió.
Alzando una ceja, Dorian mantuvo su mirada en esos ojos color caramelo, y tuvo que admitir para sí mismo, que el hecho de que ese extraño no humano no retrocediera y se mantuviera firme, cuando cualquier otro cambiaformas hubiera titubeado, le gustó.
Al mismo tiempo en que el ascensor emitía un timbre, anunciando su llegada. El príncipe Dorian se dio vuelta justo en el instante en que las doble puertas se abrieron.
—Solo tres minutos, señor Ezekiel. Y solo nosotros dos —advirtió, dándole una mirada a la asistente personal.
Una brillante sonrisa surgió en Ezekiel, volviendo su atractivo rostro mucho más accesible.
—Muchas gracias por la oportunidad. Por favor, le guiaré a mi oficina —ofreció moviendo sus brazos para señalar el lugar.
Asintiendo, el omega dominante siguió a Ezekiel por el pasillo y se detuvo ante las puertas color caoba. Por supuesto, la primera en entrar en la oficina y comprobar de que se trataba de un lugar seguro fue Sadie, y una vez ella lo confirmó, Dorian se internó. Atravesando la extensa sala, el príncipe tomó asiento en el mismo lugar que la vez anterior.
Recargando su espalda en el sofá, con una postura recta y una pierna cruzada sobre la otra, al igual que sus brazos que se encontraban entrecruzados sobre su pecho, Dorian observó a Ezekiel tomar asiento frente a él.
—Antes de comenzar, me gustaría preguntar un par de cosas —anunció.
—Por supuesto.
—¿Utilizas algún perfume?
—No, mi nariz es un poco susceptible a los aromas, los que son muy fuerte me producen dolores de cabeza —explicó Ezekiel.
—¿Tuviste algún encuentro con otro hombre lobo antes de encontrarte conmigo?
—El príncipe Caspian y usted son los únicos cambiaformas con los que he tratado directamente.
—Perfecto.
Una lenta sonrisa se estiró en esos labios, y la atención de Ezekiel se dirigió hacia ellos, viendo ese llamativo labio superior de corazón. Y así mismo, a pesar de lo hermoso que se veía sonriendo, sintió que su sonrisa estaba transmitiendo algo más.
—De acuerdo, señor Ezekiel. Tres minutos contando, desde ahora —anunció Dorian.
Tan pronto como anunció aquello, Ezekiel comenzó a demostrarle a Dorian no solamente la razón por la cual era el presidente de Tecnología Mc, sino que a su vez, por qué Caspian le eligió y firmó un contrato con ellos, desenvolviéndose a la perfección en tan solo tres minutos.
—Bueno, debo de decir que me has dejado gratamente sorprendido, hasta el punto en que entiendo por qué Caspian les eligió personalmente —reconoció.
Una sonrisa un tanto diferente creció en el rostro del humano, teniendo un aire mucho más humilde y tímido, pero con un brillo en sus ojos lleno de orgullo.
—Y realmente, me gustaría firmar un contrato con ustedes.
—Pero no lo hará —interrumpió Ezekiel, con sus ánimos bajando.
—Oh, no, claro que lo haré —aseguró—. Solo que, a diferencia de la manada Von Kleist, la mía es mucho más exigente, por lo que antes de firmar con ustedes, me gustaría tener más detalles de todos los servicios que solicitaré de ustedes.
Levantándose, Dorian observó sonriente a Ezekiel.
—Así que, esperaré con ansias nuestra próxima cita, señor no soy un hombre lobo.