Terminando una video llamada con sus padres, Dorian dejo caer el teléfono a su costado y recargó su nuca en el respaldar del sofá. Contemplando el techo, su rostro inmediatamente se animó cuando una mandarina lista para ser devorada apareció ante él.
—Sabía que una mandarina arreglaría tu estado de ánimo —sonrió Sadie y tomó asiento a su lado—. ¿Y? ¿Qué tan malo fue?
Enderezándose, el príncipe Dorian empujó su pulgar en el centro de la mandarina y la partió por la mitad. Tomando una pequeña media luna, la llevó a su boca y le sonrió a su amiga.
—¿No estabas escuchando?
—No, me retiré luego de entregar mi reporte, los chicos estaban subiendo las compras y tenía que asegurarme de que todo estuviera en orden —explicó—. ¿Qué te dijeron? ¿Ya tienes que volver?
—Afortunadamente el pequeño e
