Ezekiel no estaba teniendo exactamente su mejor día, habiendo despertado con dolores musculares horribles, el añadir durante el día también una migraña del infierno no era la mejor combinación. Y si a eso se le añadía Birdie con sus problemas infantiles, todo lo volvía mucho peor. Realmente, mientras más hablaba Birdie con sus infantiles quejas y lloriqueos falsos, más le dolía la cabeza a Ezekiel, hasta el punto de sentir que la parte inferior de su nuca palpitaba, enviando dagas que atravesaban su cráneo hasta llegar a su frente. —¡Ezekiel! ¿Me estás escuchando? —exclamó. Y por un milésimo de segundo, Ezekiel quiso olvidar quién era Birdie y lo que significaba ella en su vida, como la consideraba una hermanita caprichosa y simplemente callarle esa boca y echarla de una patada de su of

