Ligeramente más pequeño que un alfa normal, pero indudablemente más grande que un omega, así era el lobo de Ezekiel Mcmillian, con un brillante pelaje castaño tan café como el chocolate, y con aspecto confundido. Como un cachorro recién nacido, así eran sus movimientos a pesar de su gran tamaño, pero como probablemente se trataba de su primer cambio, considerando todo lo que luchó y sufrió, no debería de ser algo tan sorprendente.
En un principio, Dorian solo se quedó sentado en el suelo, admirando al desconocido lobo que había logrado cambiar luego de forzarlo un poco. Luego, cuando fue bastante evidente que Ezekiel se estaba comenzando a frustrar por no poder mover bien su cuerpo, es que reaccionó y se acercó para comenzar a ayudarle a conocer su nueva forma. Y con aquella inteligencia
