Sentado detrás del volante de su auto, con el príncipe Dorian a su lado, Ezekiel conducía en un tenso aire de vuelta hacia el edificio departamental de ambos. Manteniendo silencio e ignorando la intensa y persistente mirada del omega dominante, el falso humano intentaba con todas sus fuerzas intentar controlar todo el malhumor que amenazaba con explotar en su interior, lo cual, sorprendentemente estaba costando mucho más de lo que había esperado.
Pero el solo recordar a todas esas personas que no satisfechas con acercarse a su mesa a coquetear descaradamente, sino que aprovecharon precisamente cuando no estuvo cerca para abordar a su príncipe, sus manos se volvían a tensar sobre el manubrio del auto, hasta el punto en que sus nudillos se colocaban blancos por la presión.
Si tan solo no h
