Sentado en una mesa en un lujoso restaurante, Ezekiel sabía que supuestamente, debería de sentirse tan feliz como los presentes que lo acompañan en la velada. Ciertamente, el señor Mcmillian y su hija brillaban al hablar animadamente sobre el nuevo trato que había conseguido para Tecnología Mc con una de las segundas manadas más influyentes en el mundo de los cambiaformas, los Bellarose. Internamente, por supuesto que Ezekiel se encontraba feliz por ello también, por haber cumplido con las expectativas del señor Mcmillian, pero esa felicidad esta vez se estaba completamente opacada por la presencia del príncipe Dorian en su mente. Y es que, por más que intentara no pensar en el omega dominante, simplemente no lo lograba. A cada minuto del día, la imagen de su príncipe aparecía en su ment

