IV

2454 Words
Dahlia Apenas termino mi baile, busco una toalla para secarme, verifico que mi maquillaje no se haya corrido con el sudor y finjo un par de sonrisas hasta que estoy satisfecha. Creo que incluso parezco contenta con esta mierda. – Cher, como siempre, tan pasional – de reojo, observo a Lila, o como sea que se llame. Aquí dentro solo damos nuestros sobrenombres y la única persona que sabe los reales es la encargada. Es decir, Sandra, ah, también su asistente. – Sí, tan llamativa como siempre – ahora veo a Paris. Ella me cae medianamente bien. Quiero decir, es una perra, pero va de frente, y eso es algo que respeto. – Gracias – es todo lo que digo. No vine aquí a tener una pelea de perras, vine a hacer dinero. – Escúchame, eso no era un alago – ruedo los ojos ¿hasta cuándo son las actitudes infantiles? – Cher – volteo hacia Sandra, que me evita una discusión con su entrada. Asombroso – Conmigo, tienes una mesa que atender, ustedes dos ¿qué hacen aquí? Deberían estar afuera – y sin más, da media vuelta y se marcha. Yo no espero para seguirla. Estaba hartándome. – Es el señor Bogdanov, quiero que tu actitud sea impecable, no hables si no lo pide, tampoco debes preocuparte, es de los respetuosos – asiento escuchándola cuidadosamente. En cada turno somos varias, solo somos diez bailarinas y las otras se encargan de las mesas y todo lo demás de la logística, sin embargo, hay momentos en los que los clientes con mayores ingresos se prendan de alguna bailarina, y si nos piden, tenemos que hacernos cargo. Es decir, ahora yo voy a tener que llevarle los tragos y lo que sea que quiera, también debo ser agradable, básicamente, su anfitriona. Cuando estamos acercándonos a la zona VIP, veo como Giselle, una de las bailarinas, esta, obviamente insinuándose a nuestro cliente, un hombre que yo no había visto antes por aquí, pero que definitivamente parece fuera de lugar. Su traje es, sin duda, hecho a la medida, su cabello cuidadosamente peinado y desde donde estoy puedo sentir el aura dominante que lo rodea. – Si lo desea, yo podría atenderlo, haré todo lo que pida – escuchamos como la gata casi le ronronea, manteniendo su escote prácticamente en la nariz del tipo, que se encuentra erguido en su silla, sin apartarse, pero tampoco acercándose. Ella también me agrada, es irritante, pero es una mujer de palabra, también de las que dicen las cosas de frente. Otra vez, molesta, pero la respeto. – Señor Bogdanov, ya llegué con la chica que pidió para su servicio – siento como Sandra se tensa a mi lado al ver la escena frente a nosotras. – Bien, que nos traiga dos vasos de Jack, tenemos mucho por hablar, comenzando con el comportamiento de las empleadas – me sobresalto al escucharlo hablar con un tono tan oscuro que logra intimidarme un poco. Noto que a Giselle también, porque rápidamente quita la mano de su hombro y da un paso atrás. Inteligente. – Haremos un par de cambios más, todavía no estoy satisfecho – volteo hacia Sandra, que asiente, así que inmediatamente doy media vuelta y me apresuro a la barra. – Dame dos Jacks, y una cubeta de hielo – me adelanto. No especificó si quería su whiskey en las rocas o no. – Veo que es Bogdanov – asiento hacia Eric, el barman, que rápidamente me atiende, dándome prioridad por sobre los otros hombres que llevan esperando no sé cuánto tiempo. – Nunca lo había visto, según yo, el señor Bogdanov era un tipo de dos metros con barba y ojos de león. – Ese era Dmitry, el que está ahí es Nikolai, el segundo hermano – me pasa los vasos, la cubeta, y las pinzas en esta – Mueve el culo, no tiene paciencia. – Él otro tampoco tenía – mascullo tomando las cosas y yendo hacia la mesa donde me esperan. En realidad, traté muy poco con Dmitry, vino aquella vez a la que sacaron a Brianna, y solo bastó verlo para saber que con él no se jode, y que era muy capaz de aplastar cabezas usando solo las manos. Solo hay que mirarlo para saber que con él no se jode, y por eso me pareció que Brianna era una estúpida ¿cómo se le ocurre desafiar a un tipo que da tanto miedo? Digo, si quería morir, había otros métodos en donde no jodía a más personas en el camino. – ¿Lo quieren en las rocas? – pregunto una vez ubico los vasos frente a cada uno. Sandra asiente y le pongo hielo. Volteo hacia el hombre. Siento que la garganta se me seca al verlo. Su mandíbula es cuadrada, y al no tener rastro de barba en ella, se me dificulta un poco verle la familiaridad con el otro señor Bogdanov, pero lo que si tiene en común es lo penetrante de su mirada. Con la diferencia que, mientras que la mirada de Dmitry era dorada, la de este hombre es azul, pero un azul cristalino que me hiela hasta los huesos. Y al mismo tiempo me enciende. Yo tendría sexo con él sin que me pague. – No, gracias – rápidamente borro todo pensamiento de mi cabeza y me obligo a actuar con la cordial indiferencia de siempre. – No es nada – dejo la pinza de lado y tomo asiento en el medio de ambos, esperando que lo que sea que tienen que tratar sea tan privado que me pidan irme de la mesa. – Hasta que resolvamos esta mierda, puede que vengamos más seguido, esto no puede seguir así – rápidamente me engancho en la conversación y ya no quiero que me manden lejos. Ya decía yo que era extraña su presencia. Hace más de un año vino un señor Bogdanov, no tengo idea de quien fue, estaba metida en una habitación siendo el centro de un trío al que me vi obligada a participar por petición de Brianna. No supe más de él, solo que estaba “buenísimo y comestible” Un poco después, vino otro de esos señores Bogdanov, otra vez, no tenía ni idea, fue durante mi día libre, y dado que Brianna si acaso nos otorgaba un día libre cada quince días, no quise ni siquiera pensar en que pasó mientras no estuve. Al día siguiente, cuando fui al trabajo, me di cuenta que habían cambiado a todo el personal de seguridad y del bar, también noté algunas cámaras, pero no dije nada al respecto. Una semana después llegó el señor Dmitry Bogdanov, que pasó directamente a tras bastidores y nos vio consolando a la pequeña Roxy, que lloraba después de haber estado con un hombre que fácilmente le triplicaba la edad. Simplemente asqueroso, mórbido y sucio. Y Brianna fue tan asquerosa como ese hombre al permitir que una chica que apenas es mayor de edad tenga que dejarse manosear y penetrar por ese hombre durante tanto tiempo como su medicina le permitió. Recuerdo que Dmitry la tomo del brazo y prácticamente la arrojó hacia un par de hombres que venían con él. Se veía tan furioso que no pude sino encogerme en mi lugar, aunque al mismo tiempo estaba complacida del porqué. Por primera vez, desee ver como alguien golpeaba a una mujer sin compasión, si es que a esa hija de puta se le puede llamar mujer. En fin, luego de eso, nos dieron una semana libre, llegó Sandra, nos dio las nuevas pautas, y luego venia un señor Bogdanov mensual. No sé cuál, pero siempre pasaba algo que me impedía verlo, lo que era una putada. Desde esa vez que se llevaron a ese despreciable ser humano, quise agradecerle, porque fue gracias a eso que pude mejorar el estilo de vida de mi hijo, también el mío. – Comencemos con las empleadas, su actitud no es adecuada, no aceptaré un comportamiento como ese otra vez, y fue una suerte que viniera yo, Viktor o Dmitry hubiesen sido más desagradables – eso significa que hay tres señores Bogdanov, entendido. – Le pido una disculpa, no se repetirá – Sandra, a diferencia de siempre, parece sumisa, lo que es impresionante, aun así, no digo nada al respecto. – También vengo a informarte que habrá más seguridad alrededor, está de más decir que si hay un movimiento irregular, debes acudir a mí. – Sí – ella asiente y vuelve la mirada a las tarimas. Parece que casi hubo una pelea, pero rápidamente fueron separadas las partes y se llevaron a uno de los dos. – Faltó ese – señalo sin pensarlo mucho. Siento como los dos voltean a verme, así que me obligo a mantenerme serena. Debo ser educada, no sumisa. – Él es un inspector de la policía local – me dice Sandra. Lo pienso un momento, e igual asiento. – Y también fue el que inició el pleito, si no lo sacan, creerá que tiene poder por su posición dentro de la policía – termino mi idea, primero miro a los ojos a mi jefa, luego, sin darme cuenta, termino enfocada al cien por ciento en esos ojos cristalinos. Soy una mujer independiente, una madre soltera que ha pasado por mucha mierda en la vida, yo no me intimido por cualquier cosa, pero él lo está logrando, y eso me incomoda. – Él tiene poder – la voz de Sandra me saca de mis pensamientos y ahora me enfoco en ella. No comparto su opinión, pero, es la jefa, no la contradigo. Ya sabe lo que pienso, yo sé lo que ella piensa al respecto, no compartimos opiniones, está bien, no pasa nada. Yo me enfoco en bailar, que ella resuelva todo lo que pasará después si a ese hombre se le suben los humos a la cabeza creyéndose que tiene un poder que no debería. – No, ella tiene razón – me sorprendo, volteando hacia Bogdanov – Un inspector no va a venir a uno de nuestros clubs a hacer el desastre que le dé la gana – y con eso dicho, Sandra voltea hacia uno de sus guardaespaldas, que asiente y lo hacen sacar también, ignorando sus gritos en donde se autoproclama la mierda más importante de este lugar. Mi culo es más importante que él. – Me temo que el señor Torres es un cliente frecuente, me hago una idea de su forma de ser, y sé que traerá problemas por esto – me ignora, yo también paso de ella. Yo solo di mi opinión, él decidió estar de acuerdo y ella acatar órdenes. No es mi asunto. – Lo remites con Johnson, no tengo tiempo para egos hinchados – se acaba el vaso. Lo tomo suavemente cuando lo suelta. – ¿Desea otro? – él se queda viéndome por un momento antes de asentir. – ¿Tu tomarás algo? – niego. No es porque este en el trabajo, no tiene nada que ver, muchas de nosotras terminan la noche ebrias para sobrellevar mejor el servicio, o para aguantar tantas horas despiertas. Yo me escapo a la cocina por algo de café cuando se me hace difícil. Pero licor nunca más. – ¿Segura? – asiento y le sonrío un poco. Debo recordarme ser agradable – Bien, puedes pedir un café u otra cosa, vendrá por mi cuenta – asiento, y sin más, me levanto y me apresuro a la barra. – Otro Jack y a mi ponme una piña colada virgen – él asiente y rápidamente comienza a preparar lo que pedí. Como anfitrionas, nos llevamos un porcentaje del dinero que gasta cada cliente en la mesa, así que, si nos invitan un trago, lo más inteligente es pedir algo costoso. – Ese es guapo ¿a que no la estás pasando bien? – Eric me sonríe con sorna. Niego rodando los ojos. Hasta los bartenders resultan ser un poco zorras a veces. Pero este en particular también me agrada, de hecho, es con el que más he conversado. – Si tanto te emociona, cambiamos de lugar. – No, gracias, al menos aquí mi culo no corre el riesgo de ser azotado – arqueo una ceja. – Estoy segura que te encantaría un azote – tomo las bebidas, tal y como la primera vez, y me alejo antes de escuchar su respuesta. >> Aquí está su bebida, espero la disfrute – dejo su vaso frente a él y yo le doy un sorbo a mi piña colada antes de sentarme en donde estaba antes. Él la mira fijamente antes de subir su mirada hacia mi rostro. Me incomoda, me hace sentir como si estuviese estudiándome cuidadosamente, y no me agrada. – Pensé que dijo sin alcohol – asiento. – Es una virgen ¿gusta probar? – le ofrezco, pero él la rechaza. – No, creo en su palabra – bueno, eso es una sorpresa, él parece el tipo de hombres que no cree ni en su sombra – Entonces, Cher ¿desde cuando trabajas aquí? No me agrada saber que ahora yo soy el centro de atención, no quiero hablar con este desconocido sobre mi vida o mis motivos, ese es solo mi asunto, pero basta una mirada de Sandra para saber que no tengo opción. Sí, soy independiente, me considero una mujer fuerte, decidida y orgullosa, pero tengo un hijo pequeño y muchas facturas que pagar, no puedo darme el lujo de perder el trabajo si quiero seguir definiéndome a mí misma como “independiente” – Un año y medio aproximadamente. – Estuviste aquí durante la administración de Brianna – asiento, sosteniendo su mirada con fingida tranquilidad. No me gusta que este desconocido quiera saber sobre mi vida. – ¿Ella te obligó a estar con los clientes? – vuelvo a asentir. – Tal y como hacía con todas, sí – una pesadilla, pero una que ya había vivido antes, la diferencia es que, al menos antes solo podía culparme a mí misma por aceptar esos tratos. – ¿También sufriste de acoso psicológico de su parte? – No. – ¿Golpes? – ¿de ella o de los clientes? Como sea, niego. Sí fui algo maltratada, pero todo dentro de lo que esos sádicos asquerosos consideraban placentero. >> ¿Denigración? – bien, esto es agotante. – Una disculpa, pero ¿por qué estoy siendo cuestionada? – pensé que ya había quedado claro el tipo de persona que era esa perra. – Porque tengo curiosidad. – ¿De qué? – ¿Cuál es la necesidad de saber que tan humillada fui? – De ti – y nunca unas palabras me había causado un sentimiento tan extraño como ese.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD