3 Primeros amigos

1300 Words
Maggie El día pasó mucho más rápido de lo que esperaba, en gran parte gracias a Kit. Resultó ser la guía turística perfecta, no solo para la arquitectura confusa de la escuela, sino también para las complejidades sociales de Westview High. Tenía una forma de hacer que todo pareciera menos intimidante, y su risa era genuinamente contagiosa, un sonido alegre que me anclaba a la realidad presente en lugar de dejarme caer en el pozo de la nostalgia neoyorquina. ​Para el almuerzo, ya habíamos compartido chistes internos sobre la obsesión del profesor de historia con la Guerra Civil y la extraña y vibrante elección de colores para las taquillas (un azul eléctrico que casi lastimaba los ojos). El ambiente en la cafetería era ensordecedor, un coro de cien conversaciones, bandejas golpeando y música baja que luchaba por imponerse. ​—Así que, ¿de dónde vienes, Maggie? —preguntó Kit, dándole un mordisco a su sándwich de pavo. Estábamos sentadas en una mesa ruidosa en el centro, rodeadas de cientos de adolescentes que parecían sacados de una película. ​—Nueva York —respondí, sin poder evitar una punzada de nostalgia por el ritmo vertiginoso de la Gran Manzana. —Manhattan. Es... un poco diferente de Georgia. Aquí todo se siente tan lento, tan amplio. En Nueva York, todo está comprimido, a la mano. ​—Oh, ¡lo apuesto! —exclamó Kit, con los ojos brillantes. —Siempre quise ir a Nueva York. Dime, ¿es verdad que hay una pizzería en cada esquina? ​Me reí, un sonido auténtico y liberador. —Más o menos. Y son las mejores pizzas que probarás en tu vida. Las rebanadas de Georgia tienen un encanto, pero no son lo mismo. ​Mientras hablábamos, dos chicas se acercaron a nuestra mesa. Su llegada fue como la entrada de una banda de música. Una de ellas, un torbellino de energía, tenía el pelo teñido de un rosa vibrante que desafiaba todas las reglas de vestimenta escolar, y una sonrisa descarada que prometía diversión y problemas a partes iguales. Era la definición de "no me importa lo que pienses". La otra era más reservada, vestida de manera más discreta, pero sus ojos denotaban una curiosidad inteligente y una perspicacia aguda. ​—¡Kit! ¿Quién es tu nueva amiga? —dijo la chica de pelo rosa, apoyándose en la mesa con un aire de familiaridad absoluta. ​—Chicas, esta es Maggie. Maggie, ellas son Lola y Chloe —presentó Kit con naturalidad. —Lola es la reina de las fiestas, la que tiene el coche más rápido y una leyenda en el arte de esquivar a los monitores. Chloe es la cerebrito del grupo, la que nos salva de suspender matemáticas, pero no la subestimes, tiene un humor más n***o que el café de tu abuela y es letal con un comentario sarcástico. ​Lola me guiñó un ojo. —Encantada, Maggie. Me gusta tu estilo, pareces tranquila, lo cual es justo lo que necesito en mi vida. ¿Lista para sumergirte en el glorioso mundo de las fiestas de preparatoria de Georgia? Porque si no lo estás, te arrastraremos a la fuerza. ​—Y yo soy la que te recordará que tienes tarea después de la fiesta, y probablemente te llevaré a casa sobria si Lola se excede —añadió Chloe con una sonrisa seca y un asentimiento breve que me pareció honesto. ​Pronto, me sentí cómoda con el grupo. Lola era un torbellino de anécdotas salvajes y planes espontáneos, la amiga que te impulsa a hacer cosas arriesgadas. Chloe, con su sarcasmo mordaz y su enfoque práctico, era un contrapunto perfecto. Kit, en medio, era el pegamento, la amiga leal que validaba a ambas. ​Hablamos de todo, desde los chismes de la escuela (Kit se puso al día rápidamente) hasta nuestras ambiciones para después de la preparatoria. Para mi sorpresa, Lola era una oyente increíblemente atenta. Cuando mencioné mi pasión por la física y mi interés en la ingeniería, sus ojos brillaron con genuino interés. ​—¡Oh, eso es genial! —dijo Lola. —Mi hermano es un cerebro total, aunque lo disimule con su fachada de deportista guay. Él es quien me ayuda a pasar mis clases de ciencias. ​Hizo una pausa dramática, y mi atención se agudizó. ​—Jayden, ¿lo conoces? —preguntó Lola, sin esperar una respuesta. —Juega en el equipo de baloncesto con Noah 'Ice' Carter. ​Mi mente, que había estado relajada por primera vez en días, se detuvo. El sonido del nombre era como un eco del trueno de la mañana. Noah Carter. El chico de pelo rubio casi platino y ojos azules intensos. El aura de confianza, el aire de superioridad que había notado en el estacionamiento. El chico al que le había lanzado una mirada de desafío. El nombre flotaba por los pasillos, las aulas, incluso en el aire de la cafetería. El rey. ​—No, no lo conozco —respondí, tratando de que mi voz sonara indiferente, como si el nombre no significara absolutamente nada. Recogí una migaja de mi sándwich, concentrándome en la acción. ​—Bueno, es el capitán del equipo. Un dios en la cancha, con becas de la NCAA en fila, y un demonio con las chicas —explicó Lola, riendo con un deje de diversión y resignación. —Pero Jayden es el que tiene la cabeza más amueblada. El que lee libros de verdad. Y es mi hermano, así que es un encanto... a veces. ​Sentí una punzada de alivio. El chico interesante y sensato era el hermano de Lola, no el arrogante "Ice" Carter. ​—Deberías venir a estudiar con nosotros algún día —sugirió Lola, impulsiva como siempre. —Hacemos grupos de estudio en mi casa. Es la única forma en que Jayden y yo mantenemos nuestras notas a flote. Kit siempre viene, y Chloe nos pone en vereda. Necesitamos otra mente brillante para compensar mi déficit de atención. ​La idea de estudiar en grupo, especialmente con alguien tan dedicado como Kit y la posibilidad de conocer al "cerebrito" Jayden, sonaba atractiva. Era una manera de anclarme, de empezar de nuevo, de reconstruir mi vida académica y social sin tener que sumergirme en el drama que inevitablemente rodeaba a figuras como "Ice" Carter. Además, me ayudaría a mantenerme ocupada y alejada de los pensamientos que me torturaban sobre el baile. ​—Me encantaría —dije, sintiendo que la sonrisa que me daba era la más honesta desde que había llegado a Georgia. ​—¡Perfecto! —Lola aplaudió, emocionada. —Te enviaré un mensaje de texto. Nos reunimos los jueves. Prepara tus apuntes, cerebrito. ​El día terminó con una sensación de promesa. Había hecho amigas. Había reído de verdad. Y por primera vez desde que llegué a Georgia, sentí que quizás, solo quizás, este nuevo capítulo en mi vida no sería tan solitario como había temido. Había encontrado mi pequeña órbita, lejos del sol abrasador del rey. Mi refugio no estaba en la pista de baile, sino aquí, en esta mesa de cafetería ruidosa, con Kit, Lola y Chloe. Me permití una respiración profunda. El aire ya no se sentía tan pesado. ​Mientras caminaba hacia el viejo sedán azul, el coche que me recordaba constantemente mi nueva vida y mi pasada, noté un mensaje de texto de mi madre: Cirugía exitosa, cariño. Muy cansada. Hay comida china en el refrigerador. Mañana hablamos. ​La comida china era otro sustituto de su presencia. Pero esta vez, no me dolió tanto. Tenía cosas que hacer. Amigas. Y una inminente sesión de estudio con el hermano de Lola. La vida en Georgia estaba empezando a encontrar su propio ritmo.
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