Katherine arrojó dinero al taxista antes de salir. Acomodando su vestido de cóctel, lo bajó desde donde se había subido mientras estaba en el taxi. Satisfecha, entró sin preocuparse por la seguridad. No intentaron detenerla, ya que era una figura familiar para esta multitud en particular. —¡Katherine! ¡Aquí estás! —saludó Frederick. La abrazó pellizcando su trasero como solía hacer. Si había algo que siempre era consistente, era su completa falta de decoro y límites—. ¿Cómo estás? —Bien. —Sonrió antes de bajar la voz—. ¿Dónde está él? —No estoy seguro, lo perdí de vista. —Vaya ayuda que eres. —Oye, te llamé, ¿no? —dijo Frederick fingiendo estar herido—. ¿Hay algo entre ustedes dos? —¿Qué se supone que significa eso? —No sé... él parecía diferente esta noche. Katherine frunció el ce

