Los cascos de mi caballo Zeus resuenan con fuerza contra el suelo, mientras cabalgo a toda velocidad tratando de eliminar la distancia que hay entre Hamintong Valley y yo. Llevo ya un día cabalgando desde que recibí la misiva de mi padre, quien nunca se había puesto en contacto conmigo desde que me fui de casa, aunque debería decir, desde que él me echó de su casa. A diferencia de cualquier otro padre, él nunca ha sido cariñoso, siempre estaba demasiado serio, demasiado ocupado para compartir conmigo, por eso crecí prácticamente entre las faldas de mi madre, y a mis ocho años, cuando ella murió por una fiebre que la consumió en una semana, sentí que ya no tenía a nadie en el mundo.
Por su parte, mi padre se encargó de reclutarme para el ejército del rey y convertirme en un guerrero tan pronto yo cumplí los dieciséis años. Yo acepté su decisión al principio un tanto sorprendido de que no me instruyera él en la administración de la casa y de sus negocios, pero luego quedé conforme, porque ya sabía que no me quedaba nada más en ese lugar, solo los recuerdos atesorados en mi mente de lo que compartí con mi madre allí. De mi partida han pasado ya doce años. Perdí contacto con mi padre y me convertí en uno de los principales capitanes del ejército de George V, quien se ha convertido para mí en un buen amigo. Vivo mi vida viajando por todo el país, enfrentándome a los invasores y bárbaros que se atreven a luchar contra el ejército inglés y castigando con severidad a los que no se acatan a las leyes.
No tengo residencia fija, mi familia son los hombres que están bajo mi mando y mi hogar es donde la noche caiga sobre mí. Por eso, que un mensajero llegara hasta los recónditos lugares de la costa detrás de mí, y encima con una carta de mi padre, es algo que me sorprendió bastante. En la carta no dio muchos detalles, propio de un hombre que no tiene ningún tipo de contacto conmigo, solo decía que estaba gravemente enfermo y que debía acudir a verle cuanto antes, porque necesitaba informarme de algo muy importante.
Para ser honesto, pensé mucho en si debía verle o no, dada la naturaleza de nuestra relación (donde su muerte no me conmovía en lo más mínimo), pero al final decidí ir a verle quizás por misericordia, por respeto, o quizás solo por ir a estar una vez más en lo que hace mucho fue mi hogar. Sea como sea, he accedido y por eso me encuentro galopando como alma que lleva el diablo, recorriendo los caminos y senderos para acudir al llamado de mi progenitor, para escuchar sus últimas palabras.
Mientras cabalgo, me deleito en mi caballo Zeus, un animal sin igual. Puede recorrer distancias incalculables sin descansar y ha sido mi compañero de batallas durante mucho tiempo. Su piel oscura y largas crines le dan un aspecto majestuoso y debo decir que, en realidad, es lo único que poseo y que en verdad estimo. Sin embargo, a pesar de su gran resistencia, después de un día completo recorriendo campo abierto en él, decido que es momento de descansar, porque aún queda otro día de camino para llegar a mi destino.
Decido detenerme en una pequeña villa que se encuentra a mitad de camino, y para mi suerte, encuentro disponibilidad en la única posada que hay. Me desmonto de un salto y lo ato al poste que hay afuera, seguro de que ningún ingenuo se atrevería a robarse el caballo de un soldado como yo. Vamos, que no soy un esperpento, pero el campo de guerra me ha hecho lo suficientemente fuerte para que no se metan conmigo.
Entro a la posada y el calor es reconfortante contra la fría noche inicios de otoño que hace afuera. Me acerco al mostrador echando un vistazo a lo destartalado del sitio, pero en verdad quiero descansar en una cama caliente esta noche y quién sabe si encuentro compañía.
–Buenas noches, ¿tiene habitación disponible? – pregunto a una joven que está de espaldas a mí, encendiendo una vela.
–Sí, en un momento le ayudo – se gira y coloca la vela en una repisa.
Aprovecho para contemplarla mientras se estira. Es esbelta, con una melena de cabello rojizo ondulado que le cae a la cintura. Aún no he visto su rostro, pero de espaldas se percibe que es una diosa de mujer. Lleva puestos unos pantalones de hombre, lo que es muy poco usual, dado que todas las mujeres que he conocido siempre usan los respectivos vestidos de la época.
Cuando se gira, unos ojos verdes se encuentran con los míos y debo admitir que por un momento me siento flechado por su mirada. Es hermosa, simplemente hermosa.
–Serán diez chelines la noche, la cena y el desayuno tienen un costo extra – su voz es melodiosa, todo en ella es atractivo, como si fuera una flor y yo la abeja.
No he prestado atención a lo que ha dicho, así que tengo que preguntar:
–Disculpe… ¿Qué ha dicho?
–Diez chelines la noche, cena y desayuno tienen costo extra – su expresión es seria y yo intento sacar mis habilidades de don Juan, porque debo admitir que ante mis ojos tengo una mujer muy atractiva.
–Si quisiera de la compañía suya, ¿qué costo tendría? – pregunto sonriendo con una sonrisa lobuna, mirando sus labios color rosa.
No podría decir cómo paso lo siguiente, pero solo pude sentir la bofetada estridente que me soltó la muchacha, dejándome totalmente sorprendido.
Jamás en mi vida, en toda mi vida, me había cruzado con una mujer que se haya atrevido a golpearme y mucho menos por haberle insinuado que se acostara conmigo, sin embargo, siento un extraño calor correr por mi pecho. La miro a los ojos confundido y excitado, seguro que la pelirroja y yo llegaremos a algo, aunque no sea esta noche.