Carlos viajaba todos los fines de semana en su camioneta Tata a la playa. Era un buen panorama para arrancar del smog y del estrés de Santiago City. Vivía en un buen sector de la capital, solo y sin hijos. Su novia era más joven que él, 20 años de diferencia.
Carlos trabajaba duro en una prestigiosa marca de ropa. Pero debido a sus 40 años se cansaba fácilmente. Carreteaba poco, pero era fanático de los asados y también de la buena mesa. Se deleitaba con los postres y manjares que servía su querida suegra. Un día, Carlos se comió hasta dos casatas de helado.
Carlos no era muy sociable, pero era simpático después de todo. Siempre incluía a su novia en todos sus panoramas, incluso cuando había que pasear a su perro, un Gran Danés realmente hermoso.
No quería ni pensaba en casarse aún. Había tenido novias como todo el mundo, pero como ellas veían que Carlos jamás formalizaría la relación, lo abandonaban por otro con intenciones más serias.
La mujer que tenía ahora parecía ser la que más ha durado junto a él. Carlos confiaba en ella como nunca antes lo había hecho. Bueno desde hacía harto tiempo, de su adolescencia, cuando tuvo ese problema con Sofía. Esa mujer le rompió el corazón en dos. Pero ya hablaré de eso, por ahora sólo queda decir que con su nueva novia está muy feliz y seguro.
Esta historia es sobre un problema que tuvo que enfrentar Carlos, un verano caluroso, en una de sus muchas escapadas a la playa.
Siempre iba a La Serena, pero esta vez la elección fue Valparaíso. Ay! Qué ciudad más linda! Con una historia y una cultura! Esa ciudad realmente es para recorrerla entera! Sus calles inclinadas como verdaderos laberintos y los viejos ascensores que aún aguantan a cientos de turistas, que gozan subirse a ellos para sacar fotos al mar y a su puerto lleno de gigantescos containers. El centro de esta bella ciudad también tiene su encanto. Sucia y rodeada de perros y vendedores ambulantes, pero contribuye al encanto. Todo el conjunto y con olor a pescado. Los locales abren de temprano para atender con cordialidad a sus clientes. Cuando el sol se asoma para anaranjar las tejas de viejas casonas que apenas se mantienen en pie. Ahí, la gente es feliz. Porque tienen el mar, tienen al sol y también tuvieron el privilegio de alojar a Neruda.
Carlos paseaba sólo. Su novia no había podido acompañarle esta vez. Pero él estaba contento, se portaría mal por primera vez. Bueno por onceava vez, pero seamos buenos con él. Hagamos justicia a nuestro protagonista!
En las noches hay un pub que se llama " El Burro". Es media rasca, pero en ocasiones aparecen señoritas dispuestas a todo! Unos culos inmensos y unas tetas impresionantes. Hay días en que hacen muy buenas ofertas, pero esto ocurre solamente en la semana, por lo que Carlos no tuvo beneficio de ello.
El lugar estaba atestado de pelmazos. El olor era un poco nauseabundo, pero la calentura todo lo puede! Ahí estaba Carlos, con su mirada de leopardo, acechando a alguna rubia o a un taxi, no le importaba. En realidad lo que fuera sería bien recibido.
Había una mujer bastante llamativa cerca del bar. Tenía una espalda ancha si, pero caderas grandes y unas piernas uff!
Carlos se le hacía agua la boca, igual el pico. La tenía tan erecta que le molestaba entre las piernas. Quería liberar a willy!! Fuese como fuese! Hasta se conformaría con la "tia del aseo", no..nunca tanto.
Algo va a caer, se decía.
Dicho y hecho, la noche quería complacer a Carlos. No de la mejor manera, pero quería hacerlo.
La mujer, meneaba la cola al bals de la música, cuando giró lentamente la cabeza y se percató que Carlos la observaba. Con una sensual sonrisa le hizo saber que no le molestaba. Carlos le sonrió devuelta y se le acercó.
- Hola, soy Carlos y tú cómo te llamas?- puso voz de galán.
- Yesenia, a tu servicio- respondió.
Carlos la invitó a un trago, ella aceptó. Entre conversaciones triviales, Carlos le encontraba cara conocida, la había visto antes pero no sabía dónde.
La chica era sexy, ni linda ni fea, pero para una noche no estaba mal. Aparte, Carlos se conformaba con sus caderas. Eso lo haría feliz por el momento.
Los minutos pasaron y también los tragos, Carlos tomó mucho. Estaba mareado y ella no. Tenía más experiencia tomando. Ella lo observaba y se burlaba un poco, su sonrisa la delataba.
- Vamos a mi casa- dijo.
Carlos pensó que ella lo haría igual por piedad, ya que se encontraba en un estado lamentable. Se alegró de poder tener sexo.
Se marcharon rápido y se subieron a un taxi, Carlos dejó su Tata ahí. Total cuando estuviera mejor la vendría a buscar.
Llegaron a unos condominios viejos, habían unos pordioseros en la esquina. Estaban tomando de una caja de vino y a una de las mujeres se le asomaba un pezón.
Carlos se dio cuenta del barrio que andaba. Subieron los escalones y había más gente indeseable. Cuando llegaron a la puerta del cuarto piso, Carlos creyó escuchar a Yesenia reclamando. Al parecer se le habían perdido las llaves y estaba golpeando con vehemencia la puerta.
Al fin la puerta se abrió y Carlos puso una cara de horror. Casi lanzó un alarido. El motivo? En el umbral de la puerta se encontraba una mujer, perdón..un hombre vestido de mujer. Era un n***o, grotescamente maquillado, con los labios gordos y pintados de un rojo medio anaranjado. Lo peor de todo era que vestía como niña, con una falda cortita y un peto calipso. Y este tipo era gordo, grotesco. Lo peor, el ultimo eslabón. Carlos no paraba de mirarlo horrorizado, tardando en percatarse que tenía un bebé en sus brazos.
- Yesenia! Yo no puedo estar abriendote la puerta a cada rato!- dijo el n***o.
- Michelle, que estas cocinando? Hay olor a quemado!- dijo Yesenia.
- Ayyy!! Me estoy haciendo un jurel, se me quema por abrirte la puerta a vo hueona!!- gritó con los brazos en alto. Las pulseras en sus gordos brazos, llenos de estrías cerca de la axila, se le movían de lado a lado. Yesenia hizo pasar a Carlos y lo acomodó en un sillón. El olor de todo el departamento era molesto, no era el humo a jurel quemado, era algo más. Un hedor a baño o a transpiración, no sabría explicarlo. Yesenia hizo un gesto a Michelle para que saludara a Carlos, ella excusando su comportamiento se acercó a Carlos y lo besó en la mejilla, dejando una mancha naranja en la chick.
Luego de unos breves momentos, salió otro mujer-hombre del baño. Aún más espantoso, tenía una toalla sobre el pelo y su cuerpo estaba cubierto de una toalla indigna.
- Y este huachito rico quien es?- dijo con una voz parecida a la del exorcista.
- Hola, soy Carlos- cortésmente Carlos se levantó a saludar.
- Antonella- dijo la gorda.
Carlos le iba a dar un beso mientras ella le ponía la boca. Él la evitó y le puso la mejilla.
- Y nosotras somos tus ángeles Charlie!!! - dijo la Antonella y las tres rieron sin parar de forma grotesca y vulgar. Carlos se sentía en una pesadilla, de la cual quería escapar a toda costa. Es que cómo pudo terminar en un lugar así. Con gente como esta. Qué espanto!
Yesenia lo invitó a pasar a una habitación y lo acostó sobre la cama. Su cuerpo sobre esas sábanas viejas y roñosas parecían fuera de lugar. Yesenia le quitó las zapatillas y luego los pantalones. Carlos empezó a besarla y no se percató de la rapidez en que terminaron dentro de la cama completamente desnudos. Ella comenzó a masturbarlo y él iba a hacer lo mismo cuando...se encontró con un agente extraño y más grande que el suyo. Carlos saltó de la cama y tropezó perdiendo el conocimiento, sin antes escuchar esa risa vulgar.
A la mañana siguiente, Carlos despertó con una resaca grande. Sentía todo su cuerpo dolorido y su pene hinchado. El glande parecía una frutilla. Carlos comenzaba a entender. Se había metido en la casa de unos travestis y no pudo escapar. De hecho, cuando lo intentó, fue abusado por Yesenia y se debió haber acostado. No sentía dolor atrás, por lo que no fue violado. Pero él si penetró, de hecho, el ano de Yesenio. Quizás a las tres: Yesenio, Michelo y Antonello. Ya que le venían flashbacks de sus risas entre medio de sábanas.
Carlos se fue directo al baño a vomitar. Se vistió rápidamente y, cuando llegó al living, estaban las tres comiendo unas salchichas con arroz. La comida se veía asquerosa, ellas también.
- No quieres comer antes de irte, Carlos?- preguntó Yesenia.
- No gracias, debo irme inmediatamente - contestó.
-En serio?- repuso Michelle.
- Si..aparte no me gustan las vienesas- mintió Carlos.
- Cómo que no? Si ayer te comiste una!- dijo Antonella y rieron las tres.
- No una sino tres!!- añadió Michelle y las tres se tiraron de guata al suelo. Carlos se fue no sin antes enviarles una mirada despectiva.
Al llegar al bar, que estaba cerrado por ser de mañana, Carlos notó que su camioneta había sido rayada y algún maldadoso desinfló un neumático, por lo que tuvo que cambiarlo. Ya adentro puso en marcha el motor. Era el único vehículo transitando esa nublada mañana. Parecía que el día estaba con el mismo ánimo de Carlos. Este abandonó rápido el puerto, juró nunca más volver. Aunque algunas malas lenguas aseguran que Carlos sigue hablando con ellas y hasta se juntan los fines de semana. Le piden favores. Como plata, ayuda sentimental y hasta drogas les provee. Es que son sus ángeles, no los ángeles de Charlie. No, eso es ficción. Son los ángeles de Carlos y esto es real.
FIN DEL SEGUNDO CAPITULO