Después de pasar la tarde de risas, y café con sus amigas, Paca regresa a su casa, al entrar en ella se encuentra con su marido Murci, sentado en el sofá.
—¿Qué haces aquí tan pronto? —pregunta extrañada por la hora tan temprana que es.
Murci la mira, y se da cuenta de que su mujer tiene algo que contarle, perezoso y cansado por el trabajo, responde:
—No había mucho trabajo hoy, ¿tú que has hecho?
Paca le mira y se sonroja un poco, al ver que no es capaz de mentir a Murci; saca una pequeña caja de su bolso, y contesta muy contenta:
—Murci, ¡mira lo que me he comprado hoy!
—¿Qué es eso?, ¿Ya estás gastando dinero? —dice mirando la tele por encima de su barriga.
Ante el desgano de su marido, Paca se coloca frente a él y tapa la tele. Sacando su juguete de la caja, le dice un poco cabreada:
—¡Míralo!
—¿Te has comprado un pingüino? —pregunta Murci, al ver el aparato n***o, y blanco, que porta su esposa en la mano.
Paca arruga su ceño al ver la cara de despreocupación que tiene su marido, y responde:
—¡Murciiii! No es un pingüino, es juguete para reanimar nuestra vida s****l.
Intentando recordar la última vez que tuvieron algo, Murci se echa a reír y mientras la separa del televisor, responde:
—¡Un juguete s****l!, ¿para qué quieres tú eso?
—Para no tener que darte explicaciones —expresa Paca, con el juguete en la mano muy cabreada.
Al ver que su marido no se para de reír de ella, se dirige al dormitorio con intenciones de probarlo rápidamente.
Tras ver el cabreo de su esposa, y echando unas risas por ella, mientras ve como se marcha, responde:
—Vale Paca, cuando termine el fútbol me lo enseñas.
—Sí, sí, en la cama estoy —responde antes de entrar al dormitorio, y cerrar la puerta.
Cuando ya está dentro, se quita la falda, las medias, y las bragas, se tumba en la cama boca arriba, y pulsa el botón de encendido; tal y como la enseñó Claudia.
—Huy, se escucha demasiado —piensa para ella.
El ruido que provoca el succionado, y la curiosidad que siente, hace que su entrepierna se moje un poco. Paca lo examina con detenimiento, entre sus manos lo da la vuelta. Ve que el aparatito tiene dos puntas, una por donde aspira y da frescor, y otra por donde tiene una pequeña lengüeta, dentro de un pequeño agujerito, que se mueve arriba y abajo.
Ella va probando en sus dedos las diferentes velocidades. Cuando ya lo tiene medio controlado y sus oídos se han adaptado medianamente al sonido. Lo primero que hace es apoyarle en sus labios, con la boca entre abierta deja que el aparatito la succione un poco el labio inferior; la sensación que siente la excita aún más.
Tumbada en la cama se llena de valor y va metiendo su mano por debajo de la sábana, hasta que acerca el juguete a su clítoris muy despacito. Es tanta su curiosidad, que se la mezcla con el placer y le sube un nivel más al juguetito sin darse cuenta.
Al pronto un pequeño gemido y algunos ruidos salen de su boca al notar ese frescor que le produce el juguetito pegado a su clítoris.
—¡Gol! —escucha Paca desde la habitación, perdiendo la concentración.
Levantando un poco la cabeza, y mirado por encima de sus piernas, decide seguir. Está tan excitada que decide olvidar el graznido de su marido, y seguir con lo suyo. Sin darse cuenta da la vuelta al juguetito, y esta vez se lo pone por la parte de la lengüecita. En ese momento los gemidos de Paca suben el volumen, y cambian de entonación, sintiéndose mucho más llena de placer.
Cuando termina el partido, Murciano se pone en pie, y va a la cocina pensando que Paca estará allí preparando la cena. Antes de llegar a la cocina aprecia que la luz está apagada, y no huele a nada. Entonces es cuando recuerda que Paca aún no ha salido del dormitorio.
—¿Y ahora qué hago yo? —se pregunta así mismo entre sus pensamientos, recordando que el fútbol ya ha terminado.
Al ver que la cena no está hecha, busca en la nevera y no encuentra nada.
—¡PACA!... ¡PACA!... —la llama a voces, sentándose en una silla con los brazos cruzados, y apoyados sobre la mesa, esperando que venga.
Después de tres minutos y medios, su mujer ni ha contestado ni a llegado a la cocina, se vuelve a poner en pie y la llama desde el pasillo.
—¡PACA!... —Al ver que no le contesta, va derecho a la habitación para ver qué es lo que está haciendo.
Antes de llegar escucha los gemidos de su mujer, retumbando por las paredes del estrecho pasillo, lo que le hace acelerar el paso hasta llegar a la puerta, y pegar la oreja. Sin creerse lo que escucha, no sabe si entrar, o dejarla tranquila y seguir curioseando. En sus veintisiete años de casados, no la escuchó gemir así de fuerte y rápido jamás. Ya impaciente y muy excitado por escucharla gemir de esa forma, decide abrir un poco la puerta.
Mirando de reojo y lleno de excitación, decide abrir un poco más y seguir mirando. La excitación de Paca es tan fuerte, que empieza a mover las caderas de arriba abajo. Verla así le pone aún peor, sorprendido se llena de valor, abre la puerta de golpe.
—Pero… ¿Qué haces para gemir así? —termina preguntando sin dejar de titubear.
—¡Ay! Sí, sí, sí. Murciano, ya llevo tres —dice, preciosa y rebosante de placer.
—¿Tres qué? —pregunta muy nervioso, acercándose a la cama.
—Tres orgasmos hombre, ¡qué va a ser! —responde Paca en busca del siguiente.
Los ojos de Murci, se iluminan al escuchar a su esposa tan llena de energía, y dice:
—¡Déjame verlo! —mientras se sienta en la cama a su lado, intenta tocar el sexo de su mujer.
—¡Pero qué dices! —exclama Paca, cerrando sus piernas, para levantarse de la cama.
Murciano no contento, mirando como su mujer se pone la ropa, y se coloca el m*****o por debajo de su pantalón de chándal.
—Paca… —la llama para que le mire—. ¿Me vas a dejar así? —pregunta, al verla con el pomo de la puerta entre sus manos.
—¿Así cómo? —inquiere Paca, mirando a la entre pierna de su marido.
—Pues así —dice, apuntándose con la mano.
—Voy a hacer la cena Murciano —responde, Paca saliendo del dormitorio.
Murciano la persigue hasta la cocina, intentando no recordar para calmarse un poco, lo radiante que estaba en la cama tumbada.
Entran los dos en la cocina y Paca se pone a freír unos huevos, mientras los prepara, Murci se sienta en la silla y espera a que la cena esté lista. Mientras tanto puede ver como canta, y baila moviendo su culito respingón.
Al ver lo feliz que está, intenta llamar su atención.
—Paca, pero... ¡Qué polvo tienes hoy!
—¿Dónde Murci? —pregunta Paca, sacudiéndose la falda.
—Que no tonta, ahí no —responde poniéndose en pie.
—Murci, deja ya de reírte de mí, te lo pido por favor —dice ella separándose de él.
—Lo tienes aquí —dice Murci, dándole un azote, y sujetándola por la cintura acercando su m*****o al trasero, para que sienta lo duro que está.
Muy nerviosa por el descaro de su marido, se aleja de él y responde:
—Uyyy, pero… ¿Qué haces canalla?
—Paca, me has puesto muy malito esta noche, si llego a saber que con el pingüino te ibas a poner así, dejo el fútbol y me voy contigo a la cama.
—Si hombre, entonces no es igual —dice Paca, riendo divertida.
Cuando termina de hacer la cena, se sientan a la mesa, Murci la mira detenidamente, su mujer le parece muy sexy esta noche; ese puntito de rebeldía a la par que sonrojada que tiene hoy, le está encantando.
Murciano se quita la deportiva del pie derecho con mucho disimulo, y comienza a tocar la pantorrilla de Paca por debajo de la mesa.
—¿Qué haces? —pregunta Paca, poniendo cara de asco.
—Paca, estoy acariciándote como en las pelis de amor —responde poniéndose más mimoso.
—Pues no funciona, encima te huelen los pies —dice separando su pantorrilla del pie de Murci—. Ponte el calzado que estamos cenando —dice para evitar a su marido.
Cuando terminan de cenar, Paca se queda en la cocina. Mientras recoge la mesa y friega la loza, comienza canturrear:
—Guantanamera, Guajira guantanamera… Guantanamera, Guajira guantanamera.
Al escuchar los ruidos de su mujer feliz, vuelve a la cocina y la abraza por la espalda. La vuelve a rodear entre sus brazos por la cintura, y poniéndose de nuevo tontorrón la susurra al oído:
—Paca, hoy te veo muy contenta.
—¿Ya estás otra vez? Mira que eres Pesado. ¿No ves que estoy fregando? —dice quitándole las manos de la cintura.
—Vámonos a la cama, que esta noche te voy a hacer ver las estrellas —expresa, sujetando las caderas de su mujer, para volver a rozar su m*****o contra ella.
—¿Qué?, tú sí que estás estrellado esta noche —responde Paca, partiéndose de la risa.
Ella sigue en sus trece y se queda en la cocina para terminar de recogerla. Al volver al salón se encuentra con Murci viendo una peli.
—¿Qué ves Murci? —le pregunta, al ver a dos chicas desnudas besándose en su pantalla de cincuenta pulgadas.
Concentrado en el televisor, al ver que su mujer no le ha hecho caso en toda la noche, responde:
—Calla, que me desconcentras y pierdo el hilo.
Ante la evidencia de lo que ve, pregunta a su marido:
—Murci, ¿es una porno?
—No Paca, es que se quieren mucho, son hermanas —dice Murciano para reírse de ella.
Paca se cabrea por la contestación que dio su marido, aunque hoy la importa poco lo que Murci vea o no en la tele. Está tan cansada después de los tres orgasmos, que se va a dormir.