Abismo emocional.

1662 Words
Treinta días despues de la muerte de la tía Charlotte.  Muchas veces creemos que tendremos una larga vida, porque estamos sanos o porque no sufrimos de ninguna enfermedad. Pero no contamos con que el destino también es incierto, tanto así que hoy estamos y mañana no lo sabemos. Siempre creí que mi tía moriría por la vejez y no porque un maldito imbécil conducía ebrio a las 3 de la tarde. Ahora sabía lo que era el verdadero dolor, ese que te desgarra el corazón poco a poco, ese que te hace sentir un nudo en la garganta y una punzada muy fuerte en el pecho. Lo sentí desde que vi a mi tía muerta sobre una camilla del hospital, ese sentimiento se duplicó cuando la vi dentro  de un ataúd, pero se triplicó al ver cómo era enterrada.  ¿Cómo superar la muerte de tu persona favorita? No existe forma alguna de lograrlo, no creo posible volver a ser feliz si ella no está aquí. Los días pasaron y uno era más doloroso que el otro, en la oficina todo era más difícil. Estaba demasiado atrasada con las correcciones que debía entregar este mes, no tenía ánimo alguno de leer y corregir. Encendía el ordenador y abría Word para dejarlo tal como estaba, lejos de arreglarlo. No sentía la suficiente motivación para querer continuar, mi libro estaba a nada de ser publicado, ya había elegido la portada y solo me faltaba el final. Pero no encontraba la forma de darlo por terminado, lo había escrito más de treinta veces y ninguno parecía convencerme. Tampoco me importaba hacerlo, simplemente quería quedarme en cama todo el día y no levantarme nunca. El sentimiento de pérdida podría ser comparado con caminar por el filo, a punto  de saltar a un acantilado o como preferiría llamarlo un abismo personal. Pero  ¿Qué es un abismo personal? Es cómo cuándo entras al mar y te vas hasta lo más profundo, por más que sabes que estás en el mar no sabes lo que hay debajo de ti. Así es la tristeza, sabemos que no nos sentimos bien, que algo nos sucede y no tenemos ánimos, pero no sabemos a lo que nos puede llevar el sentirnos así. Podemos sentir y tantear el inicio de una mala racha personal, pero no es hasta que toquemos fondo que veremos hasta adonde nos arrastró. Por eso es un abismo, porque una vez que entras no sabes cómo salir. Te sientes en lo más profundo de la oscuridad y encontrar una luz que te obligue casi de una manera infernal a querer resurgir de las cenizas como un fénix, no parece una posibilidad. Ahí es donde el abismo lejos de terminarse, amenaza y advierte que se llevará todo a su paso, dejándote en la nada. Las cosas no iban bien en ningún ámbito de mi vida, ni personal, ni profesional y mucho menos laboral. No encontraba mayor satisfacción que dormir, donde me olvidaba de lo miserable que era mi vida. Intentaba emborracharme tanto como fuese posible, para olvidarme de toda la desgracia que era mí día a día. Use drogas, no me siento orgullosa pero estaba desesperada por intentar no recordar, por transportarme a otra realidad. Pero ninguna funcionaba, todas me dejaban inconsciente por un momento y al otro me sentía doblemente mal. Mi vida iba decayendo cada vez más, mis padres estaban preocupados, pero al mismo tiempo esperaban que cada día asimilará la perdida y continuara con mi vida como una persona normal. Pero por más que les explicaba que no podía, que me sentía hundida y sumida en desgracia. No me hicieron caso, Samanta mi mejor amiga estuvo siempre para mí. Claro que su trabajo como abogada de una de las firmas más reconocidas de New York, no le dejaba mucho tiempo para consolar a su deprimida y adicta mejor amiga. No le culpaba, todos tenemos obligaciones. Además me gustaba estar a solas, sentir el frío de la soledad abrazándome. Sintiendo a flor de piel esa manía de recordar momentos felices y sentirme triste por ellos. Entendía cada vez menos el sentido de la vida, ¿Acaso el apego y dependencia emocional es tan terrible? Había leído innumerable libros que hablaban del tema, la codependencia emocional. ¿Pero adivina? Siempre era referente a una pareja amorosa, no a una fraternal como lo era mi tía para mí. ¿Cómo deshacía el apego hacia una persona que no me causo daño emocional? Ese era el primer paso de superación, recordar lo dañino que era “esa relación” para ti y tu autoestima. Pero en mi caso mi apego emocional era fraternal, no amoroso.  Y hasta ahora no había leído el primer libro con una temática similar o una que te hiciera saber cómo hacer que duela menos perder a alguien, ni un solo libro de autoayuda para superar a quien no está más.  Como muchas noches llegue a mi departamento, al abrir la puerta sentí la frialdad de la soledad en su máxima expresión. Encendí las luces y noté que tenía sobres de correspondencias, los recogí del suelo y los coloque en la barra de la cocina. Encendí la tv y coloque música, revise los sobre y me fije que uno era de la concesionaria. En uno de mis muchos intentos de auto consolarme, había sacado un auto a crédito. Ya que Ismael también murió en ese fatídico accidente y no confiaba en ningún taxista, me sentía más segura conduciendo por mi cuenta. Tenía atrasado un pago, mi cabeza revoloteaba en muchas cosas al mismo tiempo y me había olvidado por completo de pagar mis deudas. También tenía un aviso de la renta y los servicios. ¿Acaso todo podría ir peor? No estaba ganando comisiones extras por mi trabajo ya que a duras penas hacía lo que podía por mantener mi sueldo fijo. ¿Cómo le haría para pagar todo lo que debía? Me sentía tan cansada, agobiada y triste, que no sabía que era peor sí estar con el corazón roto o tener más deudas que ganas de vivir. Mi teléfono me sacó de mis pensamientos, lo rebusque en mi bolsillo y atendí. —¿Hola?—contesté. —¿Qué hay escritora Blue?—bromeó como solía hacerlo, Sam. Me hizo sonreír de lado, esa chica era simplemente genial. Éramos mejores amigas desde que tenía memoria, unidas desde muy niñas. Estudiamos en la misma universidad pese a que elegimos carreras y caminos diferentes. Le entregué una llave de mi departamento y solía venir a quedarse y hacerme compañía. —¿Qué hay de qué abogada, Samanta Cooper?—le seguí su broma, sin ánimo. Pero no quería hacerla sentir mal. —¡Hey! Eso es un avance, me devolviste nuestra broma de nuestras profesiones—respondió con ánimos de felicidad.—, ¿Qué hay Lu, como te sientes? —No seas pesada, lo hago para no arruinarla—respondí pesarosa—, Lo mismo de todos los días Sam, me siento en la mierda. ¿Y tú? —¡No seas aguafiestas! Necesito de ti, no quiero ir sola a una fiesta que dará mi firma—respondió. —¡Ni lo pienses! Sabes que estoy de luto, además mañana es un mes de la muerte de mi tía—respondí sorbiendo por mi nariz, el simple recuerdo me hizo lagrimear.—, ¿Por qué no vas con tu compañera? Esa Annie. —¡Bah, ella es aburrida!—se quejó—, Sé que tú tía estaría feliz de que salgas a divertirte, así como solías hacerlo antes, Lu. —¿Sabes lo que es el luto, Sam? Respeta mi decisión, por favor—pedí sin ánimos de discutir. —¡No! Necesito que me acompañes, además hay alguien que quiere conocerte…—alargó jugueteando. —¡Que rayos, Sam! ¡Tengo novio!—me quejé rodando mis ojos a pesar de que no podía verme. —¡Agh! Ese idiota no merece llamarse novio, es como si no tuvieras—respondió y sabía que estaba rodando sus ojos, la conocía—, ¿Qué hace que no lo ves? ¿Un año?—dramatizó. —¡Oye no seas cruel con él! Y no, exagerada. No nos vemos desde hace dos meses, pero es entendible. Él está viajando  atender los negocios en el extranjero de sus padres—defendí. —¡Y un carajo, Lu!—respondió enojada—, Esa mentira es la más grande de todas, sabes que sé muy bien de lo que te habló porque lo viví con Andrew. A él no le importas, si no hubiese dejado todo para estar contigo en estos momentos tan difíciles para ti. —¡Él no es como Andrew!—defendí nuevamente—, Yo entiendo su trabajo, sé que si el pudiera estaría conmigo en estos momentos. Pero no puede, Sam. —¡Agh! Siento que hablo con la pared, pero amiga, date cuenta de una buena vez por todas—respondió—, En fin, mañana pasó por tu casa, llevaré helado, películas y papas. —Genial, te espero mañana. Adiós, abogada Cooper—despedí colgando.  Después de colgarle el teléfono a mi buena amiga Sam, rebusque en mi refrigerador una botella de vino tinto. Me serví una buena copa y me la bebí de golpe, me fui a la habitación que solía ser de ella y me senté en su mecedora. No puedo entender porque la vida es tan injusta, porque deben morir buenas personas existiendo otras tan malas que sí lo merecen. Quizá si pudiéramos  saber a ciencia exacta que hay después de la muerte, este proceso de aceptación fuera menos doloroso.  Pero como solía pensar el abismo emocional puede arrastrarnos a cometer hechos irracionales, como lo es atentar contra nuestra propia vida.  Lo que yo estaría haciendo al siguiente día, siendo salvada para mi buena o mala suerte por mi mejor amiga, Sam…
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