Ignacio Fernández
5 de marzo de 2009, 02:10 pm.
-¿El viaje a Inglaterra será en una semana? – me dice una asistente.
-Sí, tuve que irme hace tiempo, pero ya sabes… Mi novia estaba enferma y no quería irme – dejo de ver en el monitor.
-¿Qué necesita que yo realice? – se muestra muy servicial conmigo.
-Bueno, sólo que vayas conmigo y me ayudes en Inglaterra, como asistente me ayudas mucho. Pero si es posible, quiero que contabilicen lo que se ha generado en todas la clínicas que tengo en el país.
-¿Todas? – abre más los ojos.
-Sí, todas, quiero saber todo en referendo, porque quisiera saberlo antes de irme en el país – junto los manos – ¿Será posible?
-Si, como usted ordene, doctor.
-Bien, me gusta el orden – empiezo a teclear en el computador – es la recomendación que todo emprender o empresario dice, debes de llevar, conocer y controlar todo lo que posees, antes de que alguien venga a hacerlo por ti – estiro los labios – nunca falta quien se hace pasar por inteligente.
-Es lo más razonable, ¿Qué hay de su grupo de contadores?
-Bueno, un contador al saber de administrar cuentas e ingresos, también saben cómo ganar algo que no sea por el sudor de su frente. Por eso, es bueno también en revisar lo que hace tus empleados, no está mal en hacerlo – recuesto la espalda en el respaldo de la silla – es como todo, sé que hay muchos doctores que contrabandean órganos, pero de mi parte pienso que es algo que va en contra del perfil de profesional que soy.
-Es admirable, señor – me responde.
-Ya te puedes retirar, ya sabes lo que hay que hacer… ¡Ah casi lo olvidaba! Quería pedirte algo más – vuelvo a observarla.
-Sí, dígame señor.
-A veces me confundo con muchas cosas de las mujeres – empiezo a sudar las manos – porque necesito un consejo de parte de ti.
-No se preocupe – me sonríe.
-Bueno, he pensado en comprarle ciertas prendas a mi novia, ya sabes… Quiero llegar a ser detallista con ella y nunca he hecho esto antes – sonrío nerviosamente.
-Ah, entiendo… Pues, sí, no tengo problema.
-Bueno, podemos ir a ciertas tiendas, antes de irnos del país.
-Sí, puede ser hoy mismo.
-Me parece perfecto, estoy justamente libre en esta tarde, mañana estaré ocupado con ciertos pacientes – me levanto de la silla – vayamos ahora.
Desde que me equivoqué al haberle propuesto matrimonio a Samanta, ayer mismo, apenas con un mes de noviazgo, me he vuelto muy cuidadoso con lo que hago, porque a veces tomo decisiones muy drásticas, que hasta termino perdiendo la razón de ello. Creo que toda persona es así, si en verdad quieres que algo salga bien, que tomas tú tiempo para que saber si realmente dará un buen resultado… Sí, lo reconozco, estoy siendo muy obsesivo.
***
-¿Le gustará ella este vestido? – lo exhibo en mis manos.
-Creo que es muy revelador para ella, pero uno que sea más conservador no le vendría mal – me responde.
-Esa es la idea, que pueda ver más de lo que demuestra – le sonrío.
Estamos en un centro comercial, visitamos varias tiendas de damas y llevo apenas unas cuantas prendas de lo que he llegado a estar en un local. Compré unos perfumes de Chanel, Victoria Secret, Paris Hilton y entre otras marcas, predecí las fragancias que le llegaría a gustar de acuerdo con la ocasión, creo que acerté en ellas y con la aprobación de mi asistente me siento más seguro. Ahora tengo cuatro bolsas de compras en mis manos, pero todavía quería comprar más, antes de que me valla con mi novia a Inglaterra y que pueda sorprenderla con estos detallazos que estoy haciendo. Seguimos caminando por los pasillos, hasta ver algo que me llame la atención.
-¿Has pensado en comprarle lencería?
-Eh, no, no es necesario… Quisiera regalarle unas joyas, quizás le gustará unos pendientes pequeños.
-Por allá hay una joyería – indica.
Nos acercamos por allá, mientras que pensaba lo que va acorde con Samanta, quizás le gusta los brazaletes de oro o un anillo con una esmeralda en ella, la verdad que la variedad que hay en todo me deja muy indeciso, que suerte que vengo con una mujer.
-Buenas tardes – nos atiende una mujer – ah, doctor Duque, ¿En que lo puedo servir?
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-Buenas tardes, queremos ver algunas joyas de dama… ¿Qué nos puede ofrecer?
-Tenemos excelentes colecciones de los más altos diseños – da la media vuelta – síganme, les voy a enseñar unos.
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Me habían mostrado varias cadenas, argollas, brazaletes y anillos, pero no me agrado ninguno de ellos, en cambio mi asistente le había gustado algunos, pero no encuentro lo que estoy buscando, algo que identifique a Samanta y que me sienta afortunado de habérselo dado. Caminé y miré algunas cadenas, hasta que vi lo que estaba buscando, un collar con cadena de platino con una amatista incrustado en el centro, me pareció el indicado para ella, hasta me imagine eso en su precioso cuello.
-Señorita – le digo a la chica del mostrador – quiero llevarme este collar – indico.
-Cómo usted ordene – me responde – voy a facturar la prenda, en un momento vuelvo.
-¿Qué ha elegido? – me pregunta mi asistente.
-Este collar le elegido, me parece genial para ella – poso mis manos sobre las caderas.
-Es muy lujosa, creo que le fascinara el regalo – asegura.
-Eso espero, porque conozco a Samanta siempre cambia de opinión en el último momento… Típico en las mujeres – agrego.
-Pero ustedes les gusta a que nosotras los fastidiemos con nuestras opiniones de último momento – ella me sonríe irónicamente.
-No tengo una buena objeción contra ello – me resigno ante ella.