Samanta Fernández
Inglaterra – Londres
11 de marzo de 2009, 8:00 pm.
Estoy acostada en la cama, viendo televisión y a la vez hablaba con mis amigos por teléfono. Pero después, pensé de lo que había ocurrido hace unas horas, me sentí apenada y sé que no debí de hacerlo, pero las hormonas se alteraron en mi cuerpo que no pude resistirme ante ello, por eso me había enojado, ya que, Ignacio es un caballero y yo quizás le hice entender que soy una mujer promiscua o insensata, aún siento vergüenza por ello, pero fue algo que surgió en el momento.
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Coloque una almohada en mi cara, más bien quería hundirme en el colchón hasta desaparecerme.
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Me levante de la cama y observé todo el equipaje que había colocado los botones del hotel en mi recamara, supuse que era la ropa que me había comprado Ignacio para mí, me acerqué a ella y decidí revisar lo que me había escogido.
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Hallé ropa de marca como camisas, blusas, chaquetas, pantalones y ciertos vestidos muy lindos. Entre todas estas prendas, me hizo pensar que él tomándose la molestia de hacerlo quizás me considera más que su amada, pero no es necesario hacerlo por medio de las compras que era lo que me refería. Sino el simple hecho de haber pensado en mí y de lo que está dispuesto por hacer, me hace tener en cuenta que él si se esfuerza por verme feliz. Seguí revisando las cosas, me llego a fascinar unos enterizos de tela sintética y algodón, e incluso encontré un vestido de gala muy sensual y muy revelador, me había llamado la atención por el color rojo intenso que se percibe, hasta tiene una abertura en la pierna y con un escote en V, sonreí al verlo porque me sentí muy tímida.
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Había decido dejar de ser algo inmadura debido a que me apresuré con Ignacio. Me levanté de la cama y fui a preparar la cena, supongo que él debe de venir en camino, al haber estado seis horas fuera del departamento me imagino que debe de estar algo hambriento. No soy muy experta en la cocina, pero utilizare lo que tengo por breve experiencia tan sólo viendo programas de cocina, quizás me sirva. Camine hacia el área y vi que era empotrada, abrí el refrigerador y pensé en hacer una cena llena de calorías, sé que él le gusta la comida pesada sin importar la hora.
Encendí la sartén y agregué el aceite para freír la chuleta de cerdo, lo primero que me experimenté fue miedo al quemarme, así que, con una pinza de parrilla había colocado la porción, pero fui torpe al haberla puesto de forma rustica y termine siendo salpicada por el aceite en la mano, del escozor que sentí me hizo correr hacia el grifo para refrescarme un poco con el agua tibia.
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De esta forma, generé más miedo hacia al aceite caliente. Entonces, me envolví con hojas de cocina en la mano hasta las muñecas, parecía estar más bien estar vendada, pero era la única opción que tuve en mente.
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Coloque el arroz blanco y lo condimente al gusto, no tuve problema en hacerlo, siempre me había parecido el más fácil de preparar, la cuestión es que no llegue a quemarse, como la mayoría de las comidas que preparo por ser algo distraída. Mientras que preparaba una ensalada light, escuché por medio de la televisión que lo había dejado con el volumen alto en la recamara, la noticia de Ignacio estar en Inglaterra para sus siguientes investigaciones en pacientes con dificultad de diagnóstico por problemas cardiovasculares. Prácticamente, me alegro de que Ignacio lo consideren alguien de interés, es lo que siempre él había querido.
Fui a la recamara y seguían hablando del tema, hasta reportaron a Ignacio por un momento por una hermosa mujer, que desde aquí como televidente podía saber que estaba coqueteando con él, con sus preguntas comunes y corrientes de su trabajo como médico y cirujano, en referendo de la situación que se encontraba los pacientes que había alarmado a los especialistas de la salud.
-¿Ha podido encontrar el amor? Sus seguidores han sabido que anda en una relación de noviazgo, a pesar de que usted no toma en cuenta ello – la periodista interroga a Ignacio.
-Sí, lo he encontrado, más bien me debe de estar esperando en casa.
-¡Oh! El doctor está en las nubes del amor, ¿Qué nos podría decir de ella?
-Bueno, es la mujer con que siempre he soñado estar, es inteligente, divertida, culta, amable, honesta, también es tenaz y algo testaruda – se ríe de sí mismo – pero ella es la persona que amo.
-Ah, ¿No quieres dos bellas flores a la vez? – le insinúa.
Prácticamente, le está coqueteando frente al medio masivo, creo que esto no es nada profesional. Además, ella está seduciéndolo en frente de mis narices… Más bien, en frente de las narices de todo el mundo, ya que, estamos viendo la noticia por televisión.
-No, tengo a la flor más bella de mi vida y no la cambiaría por un cardo espinoso – le responde inmediatamente con un aire de gracia – gracias por el reportaje – mira hacia el camarógrafo.
La reportera termino indicando el resumen estelar del programa hasta que llego a finalizar. Pero al haber escuchado lo que había dicho Ignacio, empecé a saltar en el colchón de la cama, estaba alegre y gritaba de felicidad, me hizo entender que Ignacio me prefiere a mí a que alguien más, había dejado de lado a la otra señorita que la estaba incitando. Para una mujer es un golpe de felicidad, normalmente nos sentimos inseguras y haberme dejado claro a ella, es como hacerlo con todas las demás en el mundo.
De haberme distraído en la televisión, se me olvido que estaba cocinando y podía oler al humo de la comida quemada, la alegría que había sentido salí corriendo hacia la cocina y abrí la ventana para que saliese el olor, apague la hornilla de la estufa y miré la chuleta de cerdo comparándolo con un pedazo de carbón, el arroz sin detallar mejor, debe de estar peor que todo lo que hice.
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