Una Dama para el Duque PT3

3095 Words
La guerra es algo que quita y ganas de algún modo. Mi vida en el campo de batalla es como un paseo por los alrededores de un jardín, soy como el jardinero de allí arrancando la maleza y cortando las flores que ya no sirven. Siendo un caballero de guerra desde muy joven he aprendido que la vida es una completa mierda. El único fin de la vida es la muerta. Se nace para morir, pero lo que dejas en la tierra dependerá de tus esfuerzos. Crecí sin un apellido respetable comiendo de la basura y tapándome del frio con cualquier prenda que encontrara tirada en las calles. No sé como llegué a este mundo, pero la mujer que me crio en el orfanato me dijo que podía tomar el nombre de Cadel. Nadie creyó que ese nombre sería la peor pesadilla de todo el que me tuviera por delante. -señor la nieve está impidiendo la movilización de las demás tropas- sentencia Tore mi segundo caballero al mando. Hecho un vistazo a los demás y evidencio el cansancio de mi tropa. Algunos están gravemente heridos. -No podemos tomar un descanso ahora, no hay lugar para reposar- sentencio Este asiente y retrocede dos pasos sabiendo que no me gusta que nadie camine por delante de mi. Ni a los reyes se lo permito. Para ellos soy el perro que termina sus luchas y llena de oro sus tierras. El título me lo otorgaron a una edad muy temprana cuando vieron mi potencial con la espada y mi poca importancia hacia la sangre y la vida humana. Me otorgaron unas tierras que están bajo mi poder. Mi hogar si es que se puede llamar a mi castillo. Los sirvientes bajan su mirada cuando estoy cerca, mi mayordomo que es el único que puede dirigirme la palabra. El frio se instala en mis huesos, pero he vivido cosas peores. Caminamos alrededor de dos horas en la espesa neblina. -señor mire- Tore levanta la mano y me enseña una luz a lo lejos- parece una posada- -¡Andando!- Nos dirigimos a la pequeña luz que crece mas en cada paso que damos. Las piernas se me quieren entumecer, pero no cedo ante el frío. Lo que parecía algo pequeño a lo lejos ahora se muestra como un lugar amplio de dos pisos. Abro la puerta y un centenar de borrachos me observan. Mujeres con vestidos casi reveladores me confirma que esto no es una posada sino una caverna o en el peor de los casos un prostíbulo de mala muerte. -Una habitación- sentencio por lo alto. Las mujeres se miran entre ellas. -¡que no escucharon. ¡Habitaciones para mi y mis soldados! - Me quito el casco que cubre mi rostro lo que provoca que las mujeres me empiecen a determinar con mayor atención. Tore se coloca a mi lado y hace lo mismo pero a diferencia de mi este es mas sutil con las palabras. -Somos soldados de Arge y necesitamos un lugar para pasar la noche, nuestros caballos necesitan un establo y algo de comida- la sutileza no existe en mi diccionario así que estoy por mandar todo al carajo si alguien no abre la boca de una vez. -Si lo que desean es asilo en la posada de Madan Rose es mejor que vaya a la oficina de ella que está al final del pasillo- Una de las tantas prostitutas habla. No respondo y me volteo pero Tore me detiene. -hablaré con Madan como se llame, porque si vas tu eres capaz de hacer un alboroto- Abandona el lugar y mis hombres se toman unas de las mesas. -¡cerveza para mi tropa!- Todos son servidos mientras espero paciente en una mesa solo. Golpeo las puntas de los dedos en la madera esperando a Tore que no aparece. El ruido no es tan alto pero los gemidos que escucho de la oficina de Madan cualquiera retumban en el local. -simplemente Tore- se burlan mis hombres y brindan entre ellos. Minutos mas tardes llega mi soldado sin su armadura y su rostro bañado en labial rojo que evidencia la lucha campal que enfrentó allí dentro. -saludo soldados. Soy Madan Rose dueña de esta hermosa morada- se inclina ante mi. -Duque de Harnoll, su caballero aquí presente me solicitó habitaciones para sus soldades y me complace que su tropa se hospede en mi humilde morada- muestra una sonrisa asquerosa y aunque sea una mujer de la que me expreso está lejos de ser una dama. No espera mi respuesta cuando chasquea los dedos y cinco de sus “damas” nos acompañan al segundo piso. -que sus mujeres curen a mis soldados y brinden de lo que pidan estos- asiente -seria un placer Duque- Me llevo la mano a mi bolsa y dejo en las manos de la mujer diez monedas de oro. -su habitación señor- la abre para mi. Es algo pequeña pero la tomo sin importarme su aspecto. -como muestra de gratitud déjeme traerle una cena especial de la casa. Algo tan dulce y de su total agrado- sale dejándome solo allí. Me despojo de mi armadura quedándome solo con mis pantalones oscuros. Las marcas de la guerra han dejado otra cicatriz en mi cuerpo. Avanzo hacia la tina caliente que han dejado para mi. Cierro la cortina y me relajo en la tina caliente pasando por mi cuerpo la esponja limpiando todo rastro de sangre acumulada. Un leve toque en la puerta me hace poner alerta. -hola, señor- una dulce voz se escucha de pronto logrando que se me erice la piel por el tono tan bajo y dulce a la vez, pero aun así no quita que tome mi espada y me levante lentamente. Coloco en mi cuerpo una bata gruesa. -¿hay alguien aqui?- vuelve a decir la mujer de voz dulce. Corro lentamente la cortina logrando visualizar una cabellera dorada y larga. La vestimenta de la mujer se compone de una bata muy larga y gruesa incluso mas larga que la mía logrando que esta se esparza por el suelo. -no hay nadie. Liliam me mintió al decirme que un príncipe se habia instalado en la habitación real- dice por lo bajo tal vez diciéndoselos a ella misma. la veo dejar algo en la cama -no hay un príncipe, pero si un demonio que te cortará las manos por ingresar a un lugar sin su permiso- bramo por lo algo haciendo que la mujer se voltee logrando que su cara muestre miedo al instante. Mi cabellera oscura está completamente empapada por el baño y gotas de agua recorren mi cuerpo, contrario al de la mujer que se ha quedado pálida al verme. Da dos pasos atrás y tropieza cayéndose y golpeando su trasero en el piso. Su bata gruesa se desliza por su cuerpo dejando un camisón de seda casi transparente en su cuerpo. Puedo ver desde aquí sus pezones y su femineidad logrando que mi entrepierna reaccione ante tal imagen. Sus ojos color miel me reparan y al ver unas de las cicatrices en mi pecho se tapa la boca para acallar su grito. Lo que proyecta su mirada es miedo absoluto contrario al mío que enciende algo dentro pero me controlo. Así que hago lo que necesita para infundir mas miedo. -¡¿Quién eres y que haces en mi habitación?!- bramo y ella endereza su espalda. -Yo… yo…- miro su pecho y me priva de la vista tapándoselos. Vuelvo mi vista a su cara -no lo volveré a repetir mujer- muevo mi espada y la dirijo hacia ella. -Me.. me llamo Maia y tra..trabajo para Madan Rose. Se me pidió atender el cuarto real y…- -Ponte de pie- asiente tambaleándose un poco. Ahora si la reparo completamente y puedo ver de primera mano su figura y aura sensual que brota, contrario a su rostro que muestra pureza e inocencia. Es tan pequeña que apenas llega a la altura de mi pecho. Podría romperla si la tomo en mis manos. -¿eres una cortesana aquí?- frunce el ceño por un momento. No responde. Parece meditar mis palabras. ¿es acaso tonta? -que si te vendes por dinero- vuelvo a decir y esta se cruza de brazos logrando que sus mejillas se tornen de un color rosáceo. -¿me está llamando ramera?- enfurece Un poco de valentía la hace dar un paso enfrente de mi y apuntar con su dedo mi pecho. -¿qué es lo que sabe usted sobre las necesidades de las personas? Nada muy seguramente- vuelve a apuntarme con su delgado dedo que en otra situación ya habría quebrado por el simple hecho de tocarme, pero la dejo seguir. -¡soy una persona que trabaja para llevarse un pan a la boca y sí! Mi trabajo no es tan respetable como el suyo que por lo que veo desborda riqueza en abundancia. Yo solo soy una simple mujer que vive sola y necesita algo de dinero para subsistir en este mundo de porquería que le ha tocado vivir- Tomo su mano y la aparto de mi pecho. Su respiración es irregular y la valentía que desbordaba hace un momento es reemplazado por unas mejillas más rosáceas. Nota como acaba de tratarme que de inmediato baja la cabeza y trata de soltarse de mi agarre. Su mano es tan delgada que tengo que controlar mi fuerza para no romperle la muñeca. -lo siento señor yo.. no..- tiro de su mano pegando su cuerpo a mi pecho logrando el contacto casi piel con piel. -así que esta era la cena que decía la mujer esa- Maia frunce el ceño, lleva su mano a mi pecho para apartarse pero la retengo más saboreando la fragancia a jazmín que desborda. -me puede soltar señor- levanto una ceja y contrario a lo que dice levanto su cuerpo y lo dejo encima de la mesa. Retrocedo dos pasos y acerco una silla para sentarme allí y apreciarla de mejor manera. Piel clara, nariz pequeña y una que otras pecas diminutas, ojos muy grandes, pero de un tamaño perfecto, labios ligeramente gruesos de un tono rosáceo. Es como una muñeca de carne y huesos. Cierra más sus piernas y cubre su pecho con el cabello para mayor protección se cruza de brazos. -Cadel- respondo -¿Cadel? Es un nombre extraño, pero te diré Cad- ¿me está tuteando? Esta pequeña flor se atreve a decir mi nombre con un seudónimo, debería cortarle la lengua por su osadía, pero mi nombre suena tan bien en sus labios. -Me dices que trabajas aquí por necesidad como corte…- la observo- digamos que solo trabajas- Asiente -escúchame Mia yo no solic..- -es Maia Cad- me corrige -si vas a ponerme ese horrible apodo para mi serás Mía- su reacción cambia ante mis palabras pero decido ignóralo. -como decía. Yo no solicité a ninguna dama en mis aposentos así que si no es de mucho pedir vete de aquí- -no necesitas de…- -quiero descansar y mientras más rápido te vayas mejor para mi- dicho eso me pongo de pie dejándola allí. No escucho una negativa de su parte así que creo que todo quedó claro. La veo colocar nuevamente su bata y acercarse a la puerta. -llévate lo que trajiste- -no está envenenado- responde -si no puedo confiar en mi gente menos lo haría de un ser diminuto- se acerca a la cama y toma la charola, su desnudez queda casi a mi vista y me pregunto si saldrá así ¿qué me importa eso? Se acerca a la puerta y sin mirarme pronuncia unas extrañas palabras. -serias mi primero- se va llevándose consigo su suave fragancia. Me recuesto en cama dejando solo la luz de las velas, no me duermo por que nunca lo haría en un lugar extraño, pasan horas y decido cerrar mis ojos por un momento. La noche esta muy oscura y el frio se cola en la habitación. Mañana tengo que partir temprano y seguir mi camino. Será la primera y ultima vez que pise un lugar como este. -¡¡cad!!- - ¡cad! Soy yo por favor abre- que mujer mas ruidosa. Decido ignorarla. -¡Cad por favor!- me recuesto de lado. -¡eres una maldita puta!- -¡suéltame!- El rudo me hace poner de pie y tomar mi espada. Enfurecido abro la puerta sol para encontrarme a Mía siendo arrastrada del cabello por un hombre. Su rostro está cubierto de lagrimas y su camisón esta rasgado. -¡suéltala ahora o juro que esta espada acabará en tu garganta!- El hombre que parece tener mas de 50 años la suelta. Mia se arrastra por el suelo y llega a mí abrazando mis piernas. -por favor hombre solo estoy llevándome a la ramera que solicité- se cruza de brazos. Tomo el brazo de la mujer y ella no se inmuta en pegarse a mi cuerpo y abrazarme fuerte. Su rostro cubierto de lagrimas moja mi pecho. -¿Qué pagaste?- -si. Pedí la cena y ella venia junto con ella, yo solo estoy tomando lo que por derecho me corresponde ahora suéltala que tengo que divertirme con la ramera en mi habitación. Todos felices- muestra una sonrisa asquerosa. El cuerpo de la mujer tiembla. -¿es eso cierto?- ignoro al tipo. Ella asiente. -es mi deber, pero ese hombre me golpeo por que me negué a continuar- ahora noto la mancha roja en su rostro. -ya lo confirmaste de ella. Dámela- Mía vuelve a enterrar su rostro en mi pecho. Eso solo me da una clara respuesta. -vete- digo por lo alto. Ella me mira por un momento notando la expresión en mi rostro. -he dicho que te largues- se separa de mí. El hombre extiende su brazo para tomarla, pero yo vuelvo a tomar a Mía. -No tú, él- El hombre intenta dar un paso, pero de un movimiento dejo mi espada en su cuello. -no me hagas querer repetirlo. Lárgate de aquí- envaino mi espada dispuesto a rebanarle la cabeza, como imaginaba, el muy cobarde sale corriendo, dejándome solo con ella. Sin importarme su reprimenda tomo el cuerpo de Mía en mis brazos y entro junto con ella. No me dice nada solo esconde su rostro en mi cuello. Una vez dentro intento dejarla en el suelo, pero se niega. La llevo conmigo a la cama y dejo su cuerpo allí. Su desnudez esta visible a mi vista. -gra..cias- baja su mirada. La marca rojiza en su mejilla me enojar a una gravedad que jamás creí porque nunca me ha importado la vida de nadie, me importaba un reverendo rábano si morían o vivían, pero ahora llega ella y…. -ibas a acostarte con él- empuño las manos. Asiente -por qué- -porque necesito comer y mi edad me lo demanda- abraza sus rodillas y esconde el rostro entre ellas. -¿tu edad?- -voy a cumplir 19 años y ya no me pagan por limpiar la posada. Madan Rose me propuso empezar a atender a los clientes- tiene una edad en la que ya debería estar casada, pero hela aquí. -puedes trabajar en la casa de algún Loor o Conde como sirvienta- me acerco a ella pero no la toco. -lo haría si pudiera, pero hay una deuda que debo saldar. Pagar 100 monedas de oro es imposible para mi- me relajo un poco y me siento junto a ella. -y acostándote con ese cliente saldaría tu cuenta- pregunto Una risa amarga brota de sus labios. -por acostarme con un cliente me pagan 2 monedas de oro- frunzo el ceño. Levanta su rostro y me observa y sus lagrimas me dejan un mal sabor de boca. -cuantas llevas recogidas hasta el momento- pregunto aunque no quiero saber la respuesta porque.. No lo se, pero no quiero saberlo. -una- me muevo hacia ella y tomo su rostro. -¿uno?- -es lo que he ganado desde que comencé a trabajar a los 14 años eso y hoy iba a ser la primera vez que….- -ibas a estar con un hombre- termino por ella. Sus mejillas se ruborizan a tal grado que tiene que voltear su mirada. Es una mujer pura en todo el sentido de la palabra. Trago grueso ante sus palabras y me tengo que poner en pie y dar la espalda para no ver ahora con mayor atención su cuerpo desnudo. -es por eso que dijiste que seria tu primero- pregunto sabiendo la respuesta. -si- -creo que habría pasado lo mismo que con el hombre de hace un momento, habrías huido de mi y…- -No- dice de pronto. -no me habría cohibido ante ti, estaba lista para entregarme a ti Cad- me volteo y tengo que mirar su rostro para obviar su escasez de ropaje. -no mienta Mía tu jamás te entregarías a un hombre como yo- me burlo. Se planta frente a mi y desliza la poca ropa que poseía su cuerpo dejándome completamente perplejo. -no me gustan las mentiras es por eso que no las digo- cubre su pecho y se acerca mas a mi. -cuando te vi supe que serias el hombre al cual quisiera entregar mi cuerpo- -mientes. te asustaste a verme- -me sorprendió verte pero luego me di cuenta que no me mirabas como todos los hombres aquí- -como estas segura de eso- -por que ahora me estas mirando a la cara- dice directamente. ¿cree que soy bueno? Llevo mi mano a la curva de su cintura y la apego a mi cuerpo deslizando la palma hasta que esta acaba en su trasero. -ahora crees que soy alguien al que entregarte- -mi respuesta no ha cambiado Cadel- un sentimiento recorre mi cuerpo por lo osada que es esta mujer. -si estuvieras en mis tierras te cortaría la lengua por dirigirte hacia mi de ese modo- llevo mi otro mano al mimo lugar y presiono. -pero no estamos allí, estas en mis tierras y yo podría decirte que hacer- se coloca de puntillas y sus labios tocan mi barbilla. -y qué es lo que quieres que haga- demando alzando un poco mas su cuerpo. -que seas mi primero- capturo sus labios y suelto la respiración cuando pruebo el sabor dulce de sus labios. El sabor se cuela en mi boca lo que me hace devorar la boca de la mujer que acaba de darme una orden sin importarle que sea un Duque y general de batalla. Y lo peor de todo es que calentó todo mi cuerpo su boquita demandante.

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