Leía ―No puedo creer que no te guste el helado de pistacho― dijo Adrián, trazando círculos perezosos con los dedos en mi brazo, mientras con la otra mano tomaba una cucharada de helado del pote. Su tono era ligero, casi divertido, como si realmente no pudiera concebir que alguien pudiera discrepar con su elección de sabor favorito. Lo observé de reojo, relajado y descalzo, con una sonrisa ladeada que hacía que todo a su alrededor pareciera más cálido. Entre todas las cosas que había traído, además de su entusiasmo contagioso, también había incluido el postre, un pote de helado artesanal de pistacho y chocolate. Chocolate, mi favorito indiscutible. Pistacho... bueno, nunca había sido fanática. ―Es que no entiendo la fascinación― respondí mientras él me ofrecía una cucharada de su pista

