Adrián ―Perdonen, necesito ir al baño― soltó de repente, dejando la servilleta en la mesa y levantándose para entrar en la casa. Enfadado por la situación, entré en la casa a toda prisa, buscando en cada baño de los dos primeros pisos, hasta que finalmente alcancé el tercero, donde la puerta del baño estaba cerrada. Esperando fuera, con la mano sobre el pomo, mantuve una batalla interna. Si entraba, ¿que podría pasar? Solo había una cosa que quería hacer, y no era precisamente charlar. Pensé en llamar a la puerta, pero sabía que no me abriría. Esperé a escuchar cualquier sonido de dentro, pero no hubo nada. Giré despacio el pomo, y me sorprendió que no estuviera puesto el pestillo. La rabia todavía recorría mis venas cuando pensaba en la posibilidad de él tocando a mi Leía. Me quedé q

