Sigo respirando. Sigo respirando. Sigo respirando.

3217 Words
5.- Sigo respirando. Sigo respirando. Sigo respirando. (Sia - Alive) Ella quería hablar de todo, necesitaba hablar de todo. El día anterior había sido terrible y ofensivo, la noche vacía y silenciosa, y finalmente se había dado cuenta de lo poco informativa que estaba siendo con su terapeuta. Había notado lo mucho que esto le estaba afectando en todos los aspectos de su vida. Necesitaba hablar de todo. Por algún lugar debía empezar. —Los chicos de mi equipo de Hockey saben que intenté suicidarme. Patrick se sentó más derecho en la obscuridad. — ¿Estás segura? ¿Cómo se enteraron? —preguntó, la idea de Jaden siendo molestada a causa de esto le enfrió la sangre. —Una chica de Red Valley está saliendo con uno de los de mi equipo. Se llama Stephanie —respondió Jaden, haciendo pausas en los lugares incorrectos, como si le costara mucho hablar sobre esto, y Patrick sabía que era así—. Ella les dijo a todos que asesiné a mi hermano y luego intenté suicidarme. Patrick asintió en reconocimiento y apuntó mentalmente hablar sobre esto con los señores Marmel para llevar a cabo una demanda por difamación. También apuntó algo más en su libreta en la obscuridad. Se preguntó silenciosamente si esos apuntes de verdad le servirían más tarde.  —De acuerdo —aceptó—, ¿supiste de esto anoche en la fiesta del equipo? Jaden rodó los ojos en la oscuridad. —Sí. Sacaron el tema de una forma muy ofensiva, creo que para ver reaccionar a la “chica demente” —suspiró, hizo una larga pausa y luego prosiguió, con la voz mucho más baja—. El idiota repartidor de pizza me salvó, ¿ves lo absurdo que es esto? ¿un villano salvándome de otros villanos? —¿Qué convierte al repartidor de pizza en un villano? Jaden llevó su mano izquierda por debajo de la camisa y tocó la cicatriz de su costado derecho, donde Onex había puesto su mano cuando se conocieron. —Él… él invadió mi espacio personal —respondió en un susurro, se sentía vulnerable—. Tocó una de mis cicatrices como si no fuera nada, y luego me preguntó si estaba bien como si fuera todo. Es un abusador. El terapeuta asintió como si Jaden fuera capaz de verlo en la obscuridad. —Cuando te tocó, ¿te hizo daño de alguna manera? —No, no, en ese momento no. Pero ayer en la fiesta tomó mi mano y me quemó un poco. Patrick asintió otra vez y anotó en su libreta. Los minutos se tornaron en una hora en un borrón indistinguible por la obscuridad. Patrick no sabía cómo sentirse. La obscuridad total lo ponía nervioso y cada vez que Jaden hacía un silencio prolongado, tenía que soportar las ganas de ir a prender la luz y asegurarse que estuviera bien y que no estuviera haciéndose daño ahí, justo frente a él. Pero tenía que confiar en ella, Jaden lo necesitaba. Ella no sabía cómo dejar de sentir. La obscuridad total la ponía melancólica y le costaba hablar y controlar el temblor en su voz. A ratos deseaba estar sola y que Patrick desapareciera, a ratos agradecía tener a alguien con quien hablar y que de verdad la escuchara (aunque tuvieran que pagarle para ello). Hablar era duro el 90% del tiempo para ella cuando no tomaba los medicamentos, el 50% cuando los tomaba. Se sentía siempre sin ánimos y el cansancio siempre la obligaba a guardar silencio. Porque era demasiado. Todo era demasiado. Y ahora que se estaba obligando a sí misma a hablar por tanto tiempo y de cosas que nunca habían sido mencionadas en voz alta, sentía cada dos por tres que iba a desvanecerse. Era demasiado. Pero era necesario. —Muy bien, hemos hablado de muchas cosas que no puedo puntuar porque no puedo ver mis apuntes, pero creo que es momento de pasar a otras cosas, ¿no te parece? Jaden tragó saliva. —Quieres que hable de Jeffrey, ¿no es así? Sus terapeutas se inclinaban a creer que el trauma que tenía Jaden por el asunto de su hermano le impedía hablar de él. Pero no era así. A ella le gustaba hablar de él. Bueno, no le gustaba, pero creía que si la hubieran orillado a hablar al respecto de vez en cuando (como hacía Patrick), entonces quizás no se sentiría tan extraña respecto a ese tema y no tan sensible, no tan al borde. Sus padres se negaban a hablar de ello y Jaden odiaba eso, sentía que ellos la excluían. —No, si no quieres. Hablemos alrededor de él, ¿de acuerdo? ¿Qué puedes decirme sobre él que no te afecte? Ella tenía los ojos cerrados. Suspiró y sonrió espontáneamente, que nadie pudiera ver sus expresiones la calmaba. — ¿Sabías que solíamos ser religiosos? Patrick anotó. Con su índice izquierdo marcaba donde se había quedado para no escribir líneas sobre líneas y hacer garabatos inentendibles. —No lo sabía, ¿de hace cuánto tiempo hablamos? —Cuando mi mamá tenía quince años conoció a los misioneros. Le enseñaron a su familia durante semanas y al final toda su familia se bautizó, excluyendo solo a su padre, mi abuelo —hizo una pequeña pausa, recordando—. Nuestros mejores y peores tiempos fueron en y por la iglesia, ¿sabes? Patrick anotó algo más y sin despegar el dedo índice de la marca, giró su cuello unas cuantas veces: le dolía el cuello y la espalda por haberse quedado dormido en el bus hacia casa de los Marmel más temprano. Además, se sentía incómodo en la silla, no podía ver nada y eso lo hacía sentir atrapado y torpe. — ¿Cuáles fueron sus mejores tiempos? —Jeffrey y yo crecimos en el evangelio. Nos aprendimos los artículos de fe en la primaria, yo cumplí con el Progreso Personal y él con Mi deber a Dios, asistimos a Seminario... en el colegio yo siempre era la niña tonta y demasiado callada, el blanco perfecto. Y Jeff era el que recibía los golpes por mí... Pero, pero en la iglesia era diferente, ¿sabes? —hizo una pausa, los recuerdos agridulces de su infancia y adolescencia flotaban alrededor en la obscuridad— Ahí nadie me juzgaba por ser callada y estar asustada hasta de mi sombra. Nadie nos molestaba por estar tan juntos a pesar de las diferencias de edad, como lo hacían en el colegio. Era perfecto, Pat. Patrick asintió y apuntó.  —De acuerdo, eso suena bien. Continúa. —Una vez nos golpearon a ambos en el colegio —relató Jaden—. Esto no pasaba tan a menudo como suena, por cierto. Rara vez en un colegio con tantos niños hay un solo blanco, ¿sabes? En las películas exageran esto a veces. En mi caso, era cosa de "suerte", en realidad. Dependía de qué tan expuesta estuviera y ese día justo hab- — ¡Salgan inmediatamente de esta habitación! —gritó el señor Marmel desde el pasillo antes de abrir la puerta con fuerza bruta, causando que pegara de la pared con un sonido estrepitoso— ¡Mi esposa será ingenua, pero yo no y si te estás aprovechando de mi hija, lo vas a lamentar, pedazo de basura! —Qué demonios. —¿Papá? —Harold, cariño... Todas las respuestas a los gritos fueron dichas al mismo tiempo. Jaden ni siquiera había podido enderezarse en la cama, pero Patrick ya estaba de pie, a casi dos metros de ella, junto a la ventana, en shock y medio cubriendo sus ojos por la repentina luz proveniente de afuera, mirando hacia los señores Marmel en la puerta. Harold Marmel encendió la luz de la habitación y a Jaden le pareció que estaba soñando porque su padre no había puesto un pie en su habitación desde que se habían mudado a esa casa. Y por supuesto que la primera vez que lo hacía era para amenazar al terapeuta más decente que había tenido. Jaden se puso de pie antes de que su padre pudiera golpear a Patrick. —Papá, ¿qué pasa? Su padre la miró de pies a cabeza, como comprobando algo. Jaden se cruzó de brazo y frunció el ceño. —¿Te hizo algo? Porque haré que se pudra en la cárcel de por vida si es así. Jaden no entendía lo que ocurría. —Él no… por supuesto que no hizo nada, y no entiendo por qué... Patrick se adelantó. —Señor, solo estábamos en terapia, es todo —dijo—. La luz estaba apagada porque Jaden lo prefiere así, pero no ha pasado nada. Entiendo que esté preocupado por su hija pero- Jaden dejó de escuchar el discurso de Patrick a partir de ahí. ¿Acaso había escuchado bien? ¿Acaso había dicho que su padre estaba "preocupado" por ella? Miró hacia su padre, que tenía el rostro lleno de furia, y hacia el pobre Patrick que parecía demasiado avergonzado como para enojarse por la actitud del señor Marmel. Entre ambos había más de una década de diferencia, pero el padre de Jaden parecía decidido a golpearlo de ser necesario, lo cual era extrañísimo: él jamás se pelearía como un "salvaje" con nadie, por nadie. Y entonces Jaden hizo lo más inesperado del mundo: se acercó y abrazó a su padre. Con las telas de sus ropas de por medio, aún podían sentir el calor corporal del otro. Jaden estaba fascinada por esto y ya que su padre no reaccionaba al abrazo, pensó que él también estaba pensando en eso: en lo emocionante que era sentirse tan cerca de otro ser humano. En lo emocionante que era no sentirse frío y apartado del mundo, aunque fuera por unos pocos segundos. Había pasado casi un minuto entero de silencio cuando Harold Marmel finalmente estrechó a su hija entre sus brazos. Tenía la boca entreabierta por la sorpresa y abrazó a su hija un poco más fuerte sin dejar de mirar fijamente a Patrick, quien tenía los ojos abiertos a más no poder. La señora Marmel se recostó de la pared cerca de la puerta con la mano cubriendo su boca abierta. De pronto, Jaden sintió una mano apretando su tráquea desde atrás y supo que estaban intentando arruinarle el momento. Se aferró más a su padre y empezó a llorar por el dolor en la garganta, no podía hablar. Su padre acarició su espalda, intentando consolarla como solía hacer cuando era una niña, ignorando la verdadera causa del llanto, pero estando en conexión con el padre amoroso y comprensivo que había sido una vez tiempo atrás (y hablamos de una década) y que Jaden ya había dado por perdido. —Tranquila, Jay, todo está bien —la consoló Harold—. Todo está bien. Jaden se aferró a su padre apretando los ojos cerrados mientras las lágrimas seguían su curso. Se movió un poco y cuando sintió la liberación de su cuello se calmó lo suficiente como para hablar. —Nada está bien, papi, no lo está. Quería decir lo que sucedía. —No lo ha estado en mucho tiempo. Iba a decir lo que sucedía. —Y lo siento tanto, papi —susurró, llorando y sintiendo otra vez la presión en la garganta—. Lo siento, lo siento, lo siento... Repitió que lo sentía hasta que la asfixia la dejó inconsciente en los brazos de su padre, quien la sostuvo contra sí con cuidado y miedo. «» Jaden abrió los ojos y fue consciente de sí misma horas después. Sentía el cuerpo pesado y le costó enfocar las imágenes frente a ella. Lo primero que vio fue el techo de la habitación de la clínica en la que se encontraba. Había pasado suficiente tiempo en esos lugares como para reconocerlos a la primera, claro que reconocer que estaba internada no la hizo sentir mejor en absoluto. Apartó la máscara de oxígeno y se sentó con cuidado. Patrick estaba dormido, encorvado en una silla acolchada ubicada a un metro a la derecha de la cama de Jaden, su cabello despeinado y su ropa arrugada; a su lado estaban los padres de Jaden de pie y en silencio, mirando directamente hacia ella. Y esto le pareció un poco extraño. Era la primera vez en mucho tiempo que estaban ahí cuando ella dejaba la inconsciencia. —Jay, ¿estás bien? Jaden cerró los ojos al escuchar el apodo y se dejó caer atrás en la cama con un suspiro cansado. —Todo me da vueltas. Pero lo estoy. —Son los esteroides —continuó hablando su padre, su voz estaba ronca, como si hubiese pasado la noche gritando, como si hubiese tragado clavos, como si hubiese estado llorando. Hablaba bajo y eso solo hacía que su voz sonara más distorsionada y rota—. Estarás bien en poco tiempo, solo quédate ahí. Las esquinas de la boca de Jaden se inclinaron hacia arriba en lo que parecía ser el intento de sonrisa más pobre en la historia de la humanidad, y al mismo tiempo el esfuerzo más grande: cuando llegaba a ese límite, sonreír dejaba de ser natural. —Por primera vez me piden que me quede en la cama —dijo despacio—. ¿Acaso me morí en serio? Judit Marmel caminó hasta la cama de Jaden y se sentó junto a su hija mientras Harold hacía lo propio en paralelo. Ambos tomaron una mano de su hija y Jaden sentía que iba a perder la cabeza porque eso no podía estar pasando en realidad. Sus padres no podían estar dándole esa mirada, la que se compone de preocupación y amor sincero (según su hermano), la que te hace brillar los ojos y quedarte ronco por llorar; no, ellos no podían estar dándole la “mirada de Jeffrey", no después de tanto tiempo desde que se habían negado a dirigirla a ella. Pero así era. Estaba pasando. —Jaden, no es la primera vez que te desmayas de la nada y tampoco es la primera vez que no sabemos cómo pudo pasar. Tus exámenes indican que estás bien de salud —dijo su madre en un susurro, su voz tan dañada como la de Harold—. Cuando caíste del edificio no te preguntamos directamente nada, te lanzamos en mano de los terapeutas y elegimos creer que había sido un simple impulso. — ¿Qué pasa, Jay? —preguntó entonces su padre y Jaden lo miró— Porque queremos saberlo todo. — ¿Para qué? —preguntó en un susurro— ¿Para así llamar a tu amigo Roger y que me internen en ese horrible lugar otra vez? Harold Marmel sintió el peso de las palabras de su hija, eran más kilos añadidos al bulto de culpa que ya sentía sobre sus hombros cada día. —Intenté hablarlo con ustedes antes de lo de Jeffrey —Jaden prosiguió—. Les dije que estaba empeorando y que necesitaba ayuda y no solo la que proviene de los terapeutas, y no me creyeron. Como siempre, era "Jaden, la exagerada", "la que quiere llamar la atención". Ella no tenía intenciones de arruinar el momento en que sus padres finalmente hablaban con ella, y no tenía energía para llevar hasta el final la conversación, pero no podía dejarlo pasar. Con mirada de Jeffrey o no Su padre cerró los ojos e hizo una mueca que Jaden no supo descifrar, pues era la primera vez que la veía. Su padre se inclinó hacia adelante y besó la mano de su hija. —Hija, somos humanos y cometemos muchos errores. —Yo diría que fue mucho más que eso —dijo Jaden. La garganta le empezaba a arder y esto la hizo pensar por un segundo que alguien la había intentado estrangular y los doctores no tenían pruebas—. No me prestaron demasiada atención nunca, pero cuando a Jeffrey se le metió la idea de ir a Chile, entonces prácticamente dejé de existir para ustedes. Miró al techo para evitar mirar las expresiones de sus padres. —No estamos hablando de eso, Jaden —dijo su madre—. Eso quedó atrás. Tenemos que hablar del ahora y del porqué casi moriste en los brazos de tu padre sin explicación aparente. —Es que nunca hablamos de eso, mamá. Ni cuando era "ahora" ni cuando era "hace unos días" o "hace unos meses". Ya pasaron tres años desde que Jef- —No hablaremos de tu hermano, Jaden —la reprendió su padre en voz baja, cometiendo el error de dejarse inquietar. Jaden hizo una mueca. —Oye, pero qué sorpresa: mis padres no quieren hablar de mi hermano muerto. Incluso cuando es obvio que eso nos separa como familia. —Nuestra familia no está separada, solo un poco distanciada y no estamos hablando de eso —dijo su madre—. Déjalo estar, por favor, deja el tema de tu hermano atrás, no nos sirve de nada pensar en eso. —No sé cómo es que no lo entienden, estoy segura que hasta Patrick se los ha dicho: ¡necesito hablar sobre Jeffrey porque su muerte fue la que me hizo lanzarme de ese edificio tiempo atrás y es apenas la punta del iceberg! —gritó desesperada. Se sentó y los miró a ambos, que seguían sosteniendo sus manos— Jeffrey siempre fue lo único que yo tenía y lo perdí y a ustedes no les costó nada solo borrar sus registros de nuestras vidas. —Jaden, no es necesario alterarse así —dijo su padre. —Te equivocas, papá —le dijo, mirándolo—. Si no me altero ustedes no me ven, ¿no te has dado cuenta? —Jaden, las cosas no son así- —Sí que lo son, mamá —la interrumpió—. Con Jeffrey todo era distinto. Íbamos a la iglesia, hacíamos las noches de hogar y yo me sentía protegida. Él era el pegamento que me unía a ustedes más allá que por mis genes, era quien conseguía mantenerme con vida. ¿Y se atreven a decirme que no necesitamos hablar sobre él? ¿Qué demonios hacemos ahora como familia que no implique solo comer en silencio? Hubo cinco segundos de silencio en el que solo se observaban unos a otros. —Es duro para tu madre y para mí hablar de Jeffrey, Jaden. Por favor ya basta. No es justo que... Jaden cerró la boca y los ojos, se dejó caer en la cama otra vez y apartó las manos de las de sus padres, sintiéndolas tan calientes como tuvieran fiebre. Se cruzó de brazos y tragó saliva para contener las lágrimas. —Largo de aquí. —Jaden- —Regresen cuando quieran ser mis padres y no solo los de Jeffrey. Entonces se acomodó en posición fetal y se arropó hasta la cabeza con la cobija de la cama clínica, deseando ser ella en aquel lugar, en medio de aquel río, en medio de aquel sufrimiento que acabaría con la muerte. Apretó los párpados cerrados mientras pensaba, no por primera vez, que era ella quién debía estar muerta y no Jeffrey. Pero por supuesto, sus deseos no eran órdenes para nadie. )
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