La Llegada a la Planicie de la Luna Nueva
La tela del portal se rasgó en el aire con un sonido sibilante, como un velo de sombras desgarrándose para revelar otro mundo. Un resplandor carmesí se expandió en la penumbra de la tarde, retorciéndose en espirales luminosas antes de materializar la silueta de la comitiva de Masquerade. La brisa agitó sus capas y estandartes mientras los guardianes que custodiaban la entrada de la planicie se tensaban, sus manos listas sobre las empuñaduras de sus armas.
La llanura se extendía ante ellos como un campo de guerra que nunca conoció el caos, solo la solemnidad del encuentro entre reyes y comandantes. Cuatro grandes sectores, marcados con estandartes y carpas de telas pesadas, alzaban sus dominios en un círculo estratégico. Las banderas ondeaban con
