Dormir no era un estado al que Lilith estuviera acostumbrada. Cuando alcanzaba su máximo poder demoníaco, rara vez necesitaba dormir, e incluso entonces era poco más que una breve siesta. Sin importar la forma en que se encontrara la demonio, una cosa siempre era cierta: nunca soñaba. Desde el Jardín del Edén, no había experimentado tales fantasías, así que se sintió confundida al encontrarse en el Infierno. Era imposible. La única forma en que podría haber regresado al Infierno era si su forma humana hubiera muerto de alguna manera. Eso no podría haber sucedido, lo habría recordado. A pesar de su certeza, Lilith no podía negar la vista que se extendía ante ella. Se encontraba en un bosque oscuro, envuelto en niebla y en un silencio absoluto. No había viento, ni hojas susurrantes, y los s

