Esta era una visión terriblemente cínica, pero si Lilith había aprendido algo de la humanidad era que la codicia y la búsqueda del bien común estaban profundamente arraigadas en el ADN humano. La sangre podía ser más espesa que el agua, pero el oro lo era aún más, y los humanos parecían amar el dinero. Se iniciaban guerras por él, se asesinaban entre sí por él, y se podía argumentar que la avaricia conducía a los demás pecados capitales. Un verdadero acto de maldad podía pasarse por alto con suficiente dinero o ser severamente castigado por su falta. Algunos podrían clamar que esto era un ejemplo de doble moral entre la élite y los pobres, y que debía erradicarse, pero Lilith entendía algo que ellos no. Sabía que, sin importar la ideología o las buenas intenciones, siempre habría ricos y pobres. Simplemente se intercambiaba a un hacedor de reyes por otro. También habría quienes estuvieran dispuestos a explotar a otros para obtener fortunas. El hombre que la acechaba era un maestro en este tipo de manipulación.
Lilith bajó la mirada hacia el vaso de bourbon que tenía en la mano y consideró sus opciones. Este hombre le ofrecía refugio esa noche, así que parecía justo que le debiera una explicación. La cuestión era cuánto debía decirle. No le mentiría, pero tampoco sentía la necesidad de contárselo todo. La propia naturaleza de su acosador lo dificultaba. O la llamaría mentirosa y se negaría a creer que un hombre así pudiera hacer algo tan atroz, o vería la oportunidad llamar a la puerta. Se llevó el vaso a los labios, lo vació rápidamente y respiró hondo antes de elegir sus palabras con cuidado.
Hace unos seis meses, un hombre empezó a acosarme. La mujer con la que me alojaba, Millie, intentó intervenir y él se aseguró de que se apartara de su camino... para siempre. Hoy decidí que era hora de desaparecer. Lilith observó su rostro y cómo fruncía el ceño mientras pateaba suavemente el suelo de baldosas, asimilando lo que decía. Lili no sabía si él le creía. Si lo hacía, no dudaba que se arrepintiera de su amabilidad y no podía culparlo. Si no, bueno, no estaba peor que antes de conocerlo y a la demonio no le importaba salir por la puerta sin mirar atrás.
"¿Y el nombre de tu acosador?"
"Creo que dar esa información saca lo peor de la gente", respondió secamente. "Aunque aún no estoy convencida de poder confiar en ti".
"A veces hay que dar un salto de fe", se encogió de hombros.
"Abandoné la fe hace mucho tiempo después de que ella me dio la espalda."
"Es una lástima."
"No, así es la vida", replicó ella. Al ver la consternación en su rostro, se dio cuenta de que todo este arreglo iba a ser una mala idea. Eran dos seres muy distintos. Lilith le entregó a Eli su vaso vacío y se disculpó. "Lo siento, pero creo que es mejor que me vaya. Gracias por la bebida". Salió rápidamente de la cocina y subió corriendo las escaleras a buscar su mochila.
No le molestó; de hecho, le agradó que se hubiera ofrecido. A lo largo de los siglos, se había visto tratada como una diosa o como una paria. Rara vez se encontraba en un punto intermedio. Tampoco era la primera vez que se veía obligada a salir corriendo. Agarró la correa de su bolso y se lo echó al hombro. Se giró y vio a Eli de pie en la puerta, observándola en silencio.
"No tomé nada", declaró, asumiendo lo peor.
"No lo sabía", respondió, apoyándose en el marco de la puerta. "Dije que podías pasar la noche aquí esta noche y lo decía en serio. Mañana puedo dejarte en el aeropuerto o en la estación de autobuses. Lo que prefieras".
Esto no tenía ningún sentido para Lilith. Sí, conocía la historia del buen samaritano, pero era una parábola, algo que jamás había presenciado ni experimentado. Debía haber una razón subyacente para que Elijah la ayudara, y el motivo más obvio le vino a la mente. Casi todos los hombres que había conocido la habían deseado, usara o no su poder, así que era lógico que Eli también. Realmente no le molestaba la idea de acostarse con él. Después de todo, era extremadamente atractivo y sin duda le vendría bien una distracción.
Quizás era inevitable que malinterpretara la situación, ya que Lilith no entendía realmente lo que era la compasión. Confiada en sus encantos, dejó la mochila y se acercó a él con una sonrisa juguetona. Al mirarlo a los suaves ojos marrones, la demonio se puso de puntillas y rozó los labios con los suyos, segura de su atractivo. Para su sorpresa, su reacción no fue la esperada. Lejos de devolverle el beso, Eli retrocedió dos pasos y levantó las manos.
"Eh..." empezó, escogiendo las palabras con cuidado. No quería herirla ni darle falsas esperanzas. Fueran cuales fueran las suposiciones que tuviera sobre este arreglo, Eli no tenía intención de acostarse con ella. Ni siquiera la conocía. "Disculpa si te di una impresión equivocada, pero no te traje aquí por eso. Parecías sola y solo quería asegurarme de que tuvieras un lugar seguro para pasar la noche, nada más." Lilith no pudo hablar. Esto nunca le había pasado en su larguísima vida. Los hombres siempre habían luchado por su atención. ¿Cómo era posible que este hombre pudiera decirle que no? "Eh, probablemente estés cansada y debería dejarte dormir un poco. Si necesitas algo, estaré abajo o en mi habitación al otro lado del pasillo." Lili se quedó allí, atónita, mientras él salía de la habitación. ¿Cómo podía alguien rechazarla? ¿Era posible que hubiera perdido su toque? Si su cuerpo no hubiera anhelado tanto dormir, probablemente le habría preguntado en ese mismo instante por su negativa. Por ahora, tendría que dejarlo pasar y descansar un poco.
Esta era probablemente una de las cosas más frustrantes de estar atrapada en su forma humana. En ese estado, estaba sujeta a todos los deseos y necesidades normales de un mortal. Solía pasar largos periodos sin comer ni dormir. De hecho, si comía, era porque el sabor le resultaba placentero. Solo dormía en momentos de agotamiento extremo, y como poderosa inmortal, eso era una rareza. No entendía cómo los humanos podían desperdiciar tanto tiempo de sus cortas vidas deteniéndose a comer constantemente o perdiendo grandes partes de ellas durmiendo. ¡Era una locura!
Mirando el espacio casi vacío, decidió que antes de poder dormir tendría que tapar la ventana. Con cuidado, acercó la silla al alféizar y luego, tomando una de las mantas, la colocó sobre la barra vacía de la cortina. Era una lástima tener que hacerlo, porque hasta que su acosador irrumpió en su vida, siempre le había encantado mirar las estrellas. Conocía todas las constelaciones y las había usado un millón de veces para identificar la época del año y orientarse en sus viajes. Con la invención de la luz eléctrica, aún admiraba su belleza, pero lamentaba cómo las comodidades modernas habían hecho desaparecer tantas. En los últimos meses, ya no veía estrellas, sino muchos ojos espiando cada uno de sus movimientos.
Cansada, Lilith se quitó los zapatos y se puso su vieja camiseta favorita, la que había llevado consigo durante los últimos años. Era cómoda y le gustaba cómo decía "lo que no me mata, mejor que empiece a correr". Exhausta, apagó la luz, se metió en la cama y se quedó mirando el techo vacío. Anhelaba dormir, pero se encontró incapaz de apagar los engranajes zumbantes de su mente. Sentía como si su cerebro funcionara a toda velocidad contemplando todo, desde su acosador y cómo desaparecer para siempre hasta... bueno... Eli. ¿Por qué estaba siendo tan amable con ella? Por su experiencia, los hombres solo estaban ansiosos por ayudarla porque querían acostarse con ella. Eli había rechazado sus insinuaciones. Era el primer hombre que se le ocurría que lo había hecho, y eso la asombraba.
Cuánto tiempo Lili permaneció allí, en la oscuridad, mirando al techo, no lo supo, pero le pareció mucho tiempo. El silencio finalmente se rompió con el sonido de Eli subiendo las escaleras y retirándose a su habitación. Al menos pensó que era él. No podía ser nadie más, ¿verdad? Después de todo, solo había dos en la casa, ¿no? Aun así, no podía librarse de la duda ni de los interminables "¿y si...?" que la atormentaban. ¿Y si alguien había entrado y Eli no lo sabía? ¿Y si estaba muerto o inconsciente? ¿Y si trabajaba para su acosador y lo había dejado entrar? ¿Y si lo estaba guiando hacia donde ella estaba ahora mismo?