Prólogo.

2212 Words
MEGAN HOBBS La vida suele ser muy impredecible algunas veces. Usualmente tu rutina se mantiene. Te levantas por las mañanas, desayunas, te duchas, sales al trabajo, almuerzas, regresas a casa, cenas y luego te vas a dormir como siempre. Cada día igual, siempre la misma rutina, con las mismas personas, los mismos rostros o al menos esa ha sido mi rutina de los últimos años. He hecho lo mismo, cada día. Si bien mi propia psicóloga me ha acusado de tener una especie de TOC, yo no lo veo de esa forma, simplemente creo que es lo que a mí me ha funcionado para salir adelante. No suelo recordar mucho los tiempos pasados, mucho menos aquellos que me causan dolor porque aprendí a dejar atrás, lo que tiene que estar atrás sin embargo, como dije, la vida es impredecible porque solo bastó que llegara a casa diez minutos tarde por el tránsito, para que toda mi rutina se fuera al carajo. Hace dos semanas, gracias a la mierda de tráfico, regresé a casa esperando encontrar un poco de paz aunque lo que encontré fue a mi abuelo, tendido en el suelo de su habitación completamente solo. Desde ese momento, toda mi rutina se ha visto envuelta en una especie de espiral que no deja de mandarme más y más profundo. Las malas noticias no han dejado de llegar desde ese momento. Apenas la ambulancia lo trajo al hospital, este se ha convertido en mi nuevo hogar puesto que luego del trabajo, regreso aquí donde las enfermeras ya me conocen y los doctores me han tomado cierto resentimiento puesto que quiero lo mejor para el único hombre que hay en mi vida ahora mismo. Estaciono el coche donde siempre, bajo tomando mi ordenador pues sé que tengo trabajo qué hacer y camino por la sala de urgencias hasta las escaleras que me llevan hasta la habitación donde se encuentra mi abuelo. No termino de subir cuando escucho la voz de Bryce lo cual es usual puesto que cuando yo trabajo, él o su esposa se encargan de ocupar mi puesto. Mis ojos conectan con los suyos y con los del doctor que al parecer, no trae buenas noticias. —¿Qué está pasando aquí?—pregunto. —Megan, el doctor tiene que hablar contigo de algo. El tono en su voz no me agrada, mucho menos que me quite mi laptop de las manos y el bolso que cargo en el hombro. Intenta ponerme cómoda y aquello solo sucede cuando tienen malas noticias las cuales me niego, rotundamente, a aceptar. —Señorita Hobbs, creo que debe tomar asiento para oír lo que tengo qué decir porque... Trago grueso. —Dígalo y ya. Siento que toda mi vida me he preparado para malas noticias. No es la primera vez que me las dan y no será la última, estoy segura puesto que todavía me queda gente amada a mi alrededor y estoy segura que el plan de Dios para mí es hacerme vivir más tiempo solo para hacerme sufrir cada una de estas pérdidas. Por lo que me planto frente al doctor, un poco avejentado, que a esta edad ya debería estar acostumbrado a dar malas noticias pero sin embargo está aquí, nervioso, sudoroso e intentando buscar las palabras correctas para decirme qué mi abuelo, ya no tiene mucho tiempo. Eso lo sé, creo que todos en casa lo supimos desde el momento en el que nos dijeron que tuvo un infarto. —Va a morir ¿no es así?—la voz me tiembla, las extremidades también. Como dije, se supone que ya debería estar acostumbrada a esto pero no es así. Ver su expresión, aquella que te confirma que tienes razón, que tus mayores temores se están haciendo realidad no ayuda, solo aviva lo que ya sabía, y es que estoy quedándome sola. —Lo siento pero sí, su corazón ya no resiste, nosotros hicimos todo lo que pudimos. Usted es testigo de todos los estudios y de cada cosa que hemos hecho para intentar remediar el daño que le causó el infarto. —¿No pueden operarlo?—sugiere Bryce sosteniéndome por los hombros. —¿Ponerlo en lista de espera para un transplante? Es un hombre fuerte, seguro resistirá y... —Operarlo en esta circunstancia no es factible, mucho menos ponerlo en la lista de espera porque podría tardar demasiado—responde el doctor con pesar—Ahora mismo lo único que podemos hacer por él es tenerlo lo más cómodo posible, podemos darle medicina para el dolor, relajantes, todo para que no sufra los últimos momentos que le quedan. Siento como si me apuñalaran el centro del pecho una y otra vez con cada palabra que menciona. Bajo la mirada, mis pulmones se han cerrado, se niegan a permitir que el aire ingrese y que mi cuerpo siga funcionando porque al parecer, todo en mí planea darse por vencido. —Lo dice como si fuera a morir en los próximos cinco minutos—Bryce se carcajea aunque lo hace porque está nervioso, eso está claro. Siento en mis hombros el temblor que tienen sus manos y paso de pensar que está sosteniéndome a que está sosteniéndose a sí mismo. —Le digo que es un hombre fuerte, sé que el podrá resistirlo y... —Lamento si esto es demasiado duro para ustedes, entiendo que son una familia pequeña pero creo que lo mejor que pueden hacer ahora es... traer a quienes faltan, hacer lo posible por visitarlo y más que nada, por despedirse porque a este punto, no sé qué tanto pueda durar. Cada afirmación es un puñal más incrustado en el centro de mi pecho, cada minuto que pasa es un minuto perdido y aunque pensé en esta posibilidad durante días enteros, y creí que estaba lista para cuando sucediera, ahora que de hecho está pasando no tengo ni la más puta idea de cómo seguir adelante. ¿Qué se supone que debo hacer ahora? —¿Está hablando en serio? —Sí, lamento que esto sea difícil para ustedes pero si necesitan más tiempo creo que podemos... —No—le corto—No necesitamos más tiempo. Nosotros... nosotros nos encargaremos, gracias. No sé de dónde saco la fuerza para hablar, creo que tengo hasta las encías entumecidas de tanto que apreté la mandíbula pero aún así encuentro las fuerzas para voltearme y enfrentar al hombre que desde hace años, es como mi hermano. Veo que está igual de afectado que yo, se siente perdido y no entiende bien lo que está pasando. —Bryce... Sacude la cabeza. —No, él es un hombre fuerte, puede... —Necesitas traer a Dove y al pequeño ¿de acuerdo? Le hará feliz verlos a todos. niega nuevamente. —No puedo, ese hombre... ese hombre es como un padre para mí ¿entiendes? No puedo despedirme de él así como así, no puedo... Lo tomo por los hombros intentando lograr que enfoque su mirada en la mía. No sé por qué quiero tranquilizarlo cuando yo misma no me siento bien del todo pero es importante para mi abuelo y para él mismo comprender que si no hace esto ahora, se arrepentirá más tarde. —Necesitas despedirte de él ¿entiendes? Tu esposa lo necesita y tu hijo también justamente porque es como un padre para ti. Mis palabras le cristalizan los ojos. Sé que está herido, entiendo que esta parte también le duele pero para mí es incluso peor porque su muerte significa que realmente, todo mi linaje, mi pasado, se terminará. —Tienes razón, tengo qué... iré por ellos, regresaré en un... Antes de poder decir algo más sale corriendo por el pasillo bajando las escaleras. El doctor nos ha permitido este tiempo a solas con mi abuelo, cucando vuelvo a hablar con él me dice que de hecho no está seguro de si podrá resistir otra noche por lo que tomo valor y entro a su habitación donde el sol se está escondiendo ya. Recostado sobre una cama que se ve bastante incómoda, mi abuelo descansa con su cabeza apoyada en una almohada. El sonido de mis pasos le avisa que alguien está en su habitación por lo que cuando abre los ojos y me ve, sonríe apenas. —Mi niña—susurra con su voz agotada—Veo que ya te dieron la noticia. Suelto un suspiro. —Veo que a ti también. Palmea el costado de su cama. —Ven aquí un momento, quiero decirte algo importante. Intento mantenerme completa mientras camino hasta su cama tomando asiento ahí, justo al lado de su cuerpo. Mis ojos lo examinan porque mi mente quiere guardar este momento para siempre puesto que no sé si existe la otra vida o si vamos a encontrarnos en ella una vez más cuando estemos ahí. En ese precios momento, los recuerdos me abaten. Recuerdo que fue él quien secó mis lágrimas cuando lloraba por no tener a mis padres y fue también él quien me llevó a mi fiesta de graduación, quien gritó por mí mientras me entregan mi diploma y el mismo que me entregó en mi boda. Siempre pensé que estaba sola pero ahora veo que no fue así, porque mi abuelo siempre caminó junto a mí, guiándome y cuidándome todo el maldito camino. Y ahora es verdad, es cierto que dentro de poco sí caminaré sola lo cual me asusta. —Siempre estuviste ahí para levantarme—susurro tomando su mano—¿Quién me sostendrá si vuelvo a caer si no eres tú? En ese preciso momento, mi corazón se rompe en miles de pedazos y vuelvo a ser esa niña pequeña que lloraba por sus padres y necesitaba el consuelo de su abuelito. Me lanzo a sus brazos apoyando la cabeza en su pecho, necesitando que me apriete aunque su cuerpo cansado ya no pueda hacerlo pero lo intenta. —Tranquila, mi niña, todo estará bien. —No es así, ahora te irás, me dejarás y quedaré sola. —Nunca estarás sola, tienes a Bryce. —Él tiene a su familia y yo... yo solo te tengo a ti—en cuanto más recuerdo que se irá, más sentimental me pongo porque ruego por una oportunidad. Una segunda oportunidad para hacerlo mejor, para crecer, para disfrutarlo más en el viaje durante décadas que tuvimos juntos. Solo quiero... quiero tenerlo cerca porque es lo único que me queda. Asustada me aferro a él. —Megan, tú siempre te has tenido a ti misma incluso cuando yo estaba a tu lado—murmura—Nunca necesitaste de nadie y no quiero que ahora que no estaré, pienses que de hecho sí me necesitas porque no es así. —No digas eso, tú siempre has estado conmigo incluso cuando nos dividían los kilómetros. Cada decisión que tomé la basé en tu consejo, en tu sabiduría, en lo que siempre decías que querías para mí así que lamento que pensaras que no te necesitaba porque siempre lo hiciste. Fuiste y siempre serás lo que más necesito, abuelo, por eso no puedo... no quiero dejarte ir. —Mi niña, no quiero dejarte—susurra todavía más agotado—Pero tienes que entender que estoy cansado. Solo quiero descansar. Aquello me parte el alma en dos pedazos. —Estarás bien, solo tienes que prometerme una cosa ¿de acuerdo? Sorbo por la nariz. —¿Qué cosa? —Que encontrarás el amor, Megan. Me quedo callada. Desde hace tiempo que no hablo de esto porque no es un requerimiento en mi vida, ya no más. Comprendí hace mucho que quizás yo no sirvo para eso y nadie fue hecho para mí como cuentan las historias de que todos tenemos un alma gemela en alguna parte del mundo. Quizás mi gemela me la comí y por eso no la encuentro, pero ya dejé de buscar. Me cansé de intentar por eso me muestro renuente a su pedido. —Sé que estás dolida por lo que pasó, que tu corazón se rompió pero niña, el amor es lo más bonito que tendrás en tu vida y solo quiero irme de aquí sabiendo que lo buscarás—continúa—Prométeme que buscar enamorarte y que si lo consigues, harás lo que sea por mantenerlo. —Abuelo... —Prométeme, Megan, que te enamorarás tanto que no serás de respirar sin esa persona a tu lado. Promete que lucharás por ese amor, que llegarás lejos y que tendrás paz contigo misma amando a esa persona porque es lo único que quiero para ti, que vivas llena de amor y rodeada de paz. Aferrada a su mano, hago algo que nunca antes hice. —Lo prometo, abuelo, lo prometo. Realizo una promesa aún sabiendo que voy a romperla porque para mí, eso del amor ya no existe, porque amar a alguien es doloroso, perderlo es desgarrador e intentar sanarte a ti misma... joder, eso es insoportable. Sin embargo lo miro a los ojos cuando lo prometo porque veo la paz en ellos, veo que realmente sonríe porque se pone feliz de saber que buscaré no estar sola por siempre cuando yo ya acepté mi destino. Y me quedo ahí, acurrucada en su pecho mucho tiempo, aunque no lo suficiente.
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