Introducción

1289 Words
Después del gran Apocalipsis que solo dejó a la tercera parte de la humanidad con vida, el planeta Tierra quedó en desorden. Solo los lugares que fueron protegidos por los extraterrestres lograron sobrevivir. Hubo días que no se distinguían de la noche. Y noches en que las personas preferían estar muertas. Llamaban a los alrededores de las ciudades aseguradas “Infierno” porque una vez te adentrabas a los lugares devastados, los monstruos oscuros te despedazaban hasta extraerte el alma; era impresionante y aterrador el ver que lo creado por la humanidad lo estaba llevando a la extinción. Los nuevos humanos que estaban naciendo con r**a extraterrestre fueron llamados Humoscur, eran sacados del planeta Tierra junto con sus padres. Se había dicho que volverían una vez el planeta fuera apto para habitar. Muchos humanos tomaron esto como una traición, ya que ellos no tenían forma de cómo escapar ante el gran desastre que los rodeaba. No tenían pareja extraterrestre que los rescatara y los llevara consigo, de hecho, muchos de los humanos —adolescentes bajo el cargo de sus padres— eran llevados fuera de las zonas seguras del planeta para vivir en las ruinas de lo que alguna vez fueron grandes metrópolis y allí debían vivir el infierno encarnado. Fue así como muchos humanos crecieron teniendo un gran odio por las razas extraterrestres como los Oscuros, ya que, al tener el mismo nombre que los demonios que tanto los torturaban, comenzaron a creer que fueron ellos quienes trajeron aquella plaga. Con el paso de las generaciones esta fue la realidad de muchos humanos que veían cómo aquellas ciudades protegidas se volvían más grandes y propagadas de gente que tenía un pensamiento muy diferente al de ellos. De hecho, a los humanos que vivían internados en las ruinas de ciudades desprotegidas o dentro de los nuevos bosques los llamaron “Aldeanos”, y sí, ellos habían creado sus propias aldeas, viviendo como en los tiempos antiguos. Porque para ellos, la evolución de la humanidad había tenido un retroceso y preferían vivir así para no tener que mezclarse con los Oscuros. Sin embargo, había algo que los humanos no lograban controlar y era que algunos de las nuevas generaciones llegaran a unirse con los Oscuros u otras razas como los "Centauries", una r**a bastante extraña de la que muy poco tenían conocimiento. O los "Plumas", seres muy superiores que todas las otras razas respetaban hasta el punto de temerles o idealizarlos. Pero los casos con los Centauries o Plumas se daban uno cada cincuenta años más o menos. Así que se tenían muy poca información sobre ellos. Tanto de las uniones de los Oscuros como de los Centauries, Plumas y otras razas, cuando se daba los primeros síntomas de las uniones, ellos llegaban a las aldeas en sus naves, buscaban al chico o la chica y nunca más se sabía de ellos. Los Oscuros eran los más considerados y daban una explicación sobre lo que estaba sucediendo a la familia y les decían que sus hijos estarían bien cuidados. Aunque muchos de los humanos no les creían, lo que a veces ocasionaba que muchos chicos en plena unión forcejearan para que no se los llevaran, a veces llegando al extremo de usar armas para defenderse y era todo un espectáculo ver cómo los Oscuros luchaban con ellos para doparlos y así llevárselos. Christal, junto con todos sus amigos llegaron a ser tan afortunados de ver cómo su amigo Matt (que había estado tan paranoico con el tema de la unión que le estaba naciendo en su muñeca izquierda) llegó a conseguir un arma extraterrestre de alta potencia y reforzar la choza en la que vivía para que, como él mismo decía "cuando lleguen los de las naves hacerlos salir huyendo de aquí". Y cuando llegó el día, había todo un grupo de hombres custodiando la choza de Matt con armas. Los padres de Christal la hicieron encerrarse en su cuarto y ocultarse debajo de su cama junto con su hermanito porque sabían que se crearía una batalla campal: Matt era el hijo del representante de la aldea, así que debía ser el que demostrara que podían revelarse ante los extraterrestres.  Cuando la gran nave se posó encima de la aldea, notaron que, aparte del escudo que ya se conocía que pertenecía al grupo Intelex (la organización que apoyaban todas las razas extraterrestres) había una pluma grande que alumbraba a su lado, lo que informaba que era esa r**a la que venía a reclamar al chico: Los Plumas. Muchos de los humanos que custodiaban la choza salieron corriendo despavoridos y soltando alaridos cuando vieron el escudo al lado de la marca Intelex; más de uno no quería morir pulverizado y arrojaron las armas al suelo. De hecho, uno que fue retenido por el padre de Matt, mojó los pantalones mientras gritaba: —¡Estás demente, yo no voy a morir aquí por defender a un escuincle que no es mío! —Le arrojó el arma al pecho del hombre y después salió corriendo—. ¡Son los Plumas, los malditos Plumas! —gritaba mientras corría—. ¡HUYAN TODOS!   Christal veía todo esto desde una rendija de la choza y debía abrazar a su hermano para que no llorara por el miedo. Nunca había podido ver aquella r**a de cerca, siempre sus padres le señalaban alguna nave en el cielo y le decían “mira, son los Plumas, nunca te acerques a ellos o te van a pulverizar”. Y justamente ese día tenía una nave de esas, de las triangulares y color plata, que estaba encima de su cabeza, viendo como uno por uno, los soldados iban apareciendo en el suelo humedecido que retumbaba por la vibración. Los soldados vestían totalmente de blanco, no llevaban casco como los Oscuros que nunca se lograban ver sus rostros. Estos eran bastante pálidos, con cabello platinado, pero con ojos bastante claros, casi brillantes. Eran mucho más grandes que los humanos y el doble de fornidos. Entonces se escuchó un estruendo y Christal supo que su choza no soportaría una batalla como aquella. De hecho, sus padres lo sabían, por lo mismo comenzaron a gritar para que salieran. Fue hermoso y horrible a la vez. Christal, al salir de la choza, vio que Matt estaba con el arma apuntando al grupo de los Plumas, entre ellos se encontraba una chica: la más hermosa que Christal había visto en su vida. Fue la primera vez que Christal vio a aquel joven temblarle las manos al apuntar un arma, —él nunca titubeaba para matar—. Y después apareció una cadena color azul oscuro brillante del brazo izquierdo de Matt que llegaba hasta la chica alta, con cabello platinado y totalmente vestida de blanco. Matt cayó de rodillas y comenzó a llorar de impotencia al no poder disparar su arma. Observó fijamente a la chica y soltó un grito, intentó tocar la delgada cadena que salía de su brazo, como para querer arrancarla, pero la joven fue más rápida y llevó sus dos manos al frente y en una palmada atrapó la cadena entre sus manos, haciéndola cambiar enseguida a un color casi trasparente. En el acto se escuchó un sonido muy parecido al metal cuando relincha, que molestó los oídos de casi todos los presentes hasta hacerlos cubrirse los oídos con las manos. —Soy capaz de dar mi vida por esta unión —dijo la chica de la r**a Pluma con un tono serio mientras lo observaba fijamente—. Así que, desde este momento, confía solamente en mí y no intentes volver a destruirla. Desde ese día Christal junto con algunos de sus amigos añoraron tener una unión. 
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