Capítulo 6

1582 Words
Después de todo el drama hecho por la señora Belanger, el abogado continua leyendo el testamento. —A ti Alexander Belanger, fuiste un hijo que llegó sorprendiendonos a todos, recuerdo que cuando eras pequeño, tenías una curiosidad insaciable, querías saber de todo, como funcionaban las cosas, el por qué de las cosas, eras un niño curioso, queriendo aprender de todo. Te encantaba venir a trabajar conmigo. Decias que querías ser como yo cuando crecieras, pasamos tiempos inmemorables juntos. Siempre pensé que de hombre ya estarías al frente de todo, capaz de manejar la empresa por ti mismo. Pero en vez de eso, te convertiste en un hombre acostumbrado a tenerlo todo fácilmente. Claro, yo también tengo la culpa, y te pido perdón por eso. El querer que no vivieras como yo lo hice, te hizo ser un hombre flojo, arrogante, pretencioso, acostumbrado a conseguir las cosas sin ningún esfuerzo, que gasta dinero a manos llenas, como si este cayera del cielo, sin saber el valor de las cosas. Es por esto que he decidido cancelarte todas las tarjetas y todas las cuentas bancarias. No podrás obtener dinero de la empresa, a menos de que aprendas a trabajar por el. Se que en este momento no lo entenderás, pero espero que al final, aprendas el valor de todo, y que en la vida, hay cosas más importantes, que lo material y superficial. —¿Qué? eso no puede ser posible —dice Alexander golpeando la mesa con un puño— mi padre no puede hacerme esto. Mientras que Julio César, ríe viendo a su hermano tan alterado. —¡Por fin! —es la única palabra que se le escucha decir a Julio César de entre sus dientes. En ese momento varios en la sala de reunión, sienten algo de satisfacción al escuchar esto, sobre todo Estella, quien voltea su cara para disimular la pequeña sonrisa que se le ha dibujado en el rostro. El abogado hace una pausa mientras que Alexander se queja, pero continua. —Empezaras a trabajar como yo, desde abajo, desde el puesto del conserje, he irás subiendo de nivel a medida que pase el tiempo, de esta manera aprenderás el valor de las cosas, y el esfuerzo que hay que hacer para poderlas ganar, de esta manera aprenderás a administrar mejor el dinero. —Esto es un ultraje, un insultó. Yo trabajar de conserje, ¿Pero quién ha Sido el que ha escrito esto? imposible que yo haga tal cosa. Me niego rotundamente a realizar lo que ese tonto papel dice —exclama Alexander muy enfadado. El abogado, sin prestarle la más mínima atención continua —tendrás un periodo de un año para ser evaluado en tus actividades, y dependiendo de estás recibirás lo que te corresponde. De negarte hacerlo, quedarías excluido completamente de todos mis bienes, quedando tu parte, en manos de fundaciones de caridad. Las cuales estarán muy felices por tu donación. —Pero esto es imposible, mamá ayúdame, mi padre no puede hacerme esto —dice Alexander viendo hacia los lados, como si el mundo se fuera acabar por lo que acaban de decir. —Al parecer tu padre se volvió loco antes de morir, el no puede hacer eso, con que derecho deja a mi Alexander por fuera. El debería ser quien maneje la empresa. —dice la señora Belanger, a la cual le están brotando unas cuantas venas de la rabia. —Este procedimiento es completamente legal, si ustedes quieren, con gusto puedo atender a sus abogados el día de mañana —les dice el abogado Villalba. —¡Pero claro que sí! mañana mismo tendrás a mi abogado aquí mismo —dice Alexander colocando la mano encima de la mesa. —Ok, sin falta le atenderé —responde el abogado. Ahora permítame continuar con la lectura —te deberás dirigir a la señorita Estella y al señor Daniel, como tus jefes. Ellos serán los encargados de supervisar que cumplas con todos tus deberes. —¿Que yo me voy a rebajar ante ustedes dos? —dice señalando con prepotencia a Estrella y a Daniel— ustedes no son nadie en comparación conmigo. Nunca los trataré como mis jefes, jamás. —voltea su cara. —Tranquilo hijo, no te alteres, mañana resolveremos todo esto —Dice la señora Belanger tratando de tranquilizarlo. Después de una pausa, el a pagado sigue con la siguiente persona. —A ti, mi hijo más pequeño, Julio César, aunque no lo creas, cuando me enteré de tu existencia, me llene de mucha alegría, serías el más pequeño de papá, a penas te ví, y te tuve en brazos, supe que te protegería de todo mal, y que no te dejaría en ningún momento solo. Se que con el pasar del tiempo las cosas fueron cambiando, te fuiste alejando de mi poco a poco, y yo no me di cuenta de que algo te estaba pasando. Y cuando por fin tuviste el valor de contarme, yo me cegue de una manera que no pude entenderte. Solo pensé en mi, y en el que dirían, sin ponerme en tu lugar. Se que es demasiado tarde para remendar las cosas, pero hoy delante de todos, te pido Perdón, debí ser tan valiente como lo fuiste tú, debí ponerte por delante, y no lo hice. Por mucho tiempo me culpe y me arrepentí de haber tomado esa posición. Estoy muy orgulloso del hombre en el que te haz convertido, haz luchado por tus sueños a capa y espada, y haz defendido tu verdadero ser a toda costa, y es algo que me llena de orgullo como padre. Te Amo, y siempre lo hice, solo que nunca supe cómo demostrártelo. Julio César no pronuncia ninguna palabra, se mantiene en silencio, sin demostrar el más mínimo sentimiento a lo que el abogado Lee, como si no le importara lo que allí dice. —A ti, al igual que a tu hermano, te pido que trabajes un tiempo en la empresa, para que aprendas cómo dirigirla algún día. Se que a ti no te hace falta esto, que ya tienes tu propio sustento de vida, pero me encantaría que formarás parte de esto que construí solo para ustedes. Esto también lo harás con ayuda de Estella y de Daniel. Ellos te darán las herramientas necesarias para aprender a llevar esta empresa en buen camino. Pero en el caso de no querer, solo recibirás una pequeña parte de lo que te corresponde, quedando así lo demás en manos de inversionistas. Todos voltean a ver a Julio César quien sigue sin expresar el más mínimo sentimiento, ni reacción ante ello. —A ti hermana, eres la única familia cercana que me queda, a pesar de que nunca fuimos tan unidos, siempre estabas al pendiente de mi, nunca te importo mi dinero, ni siquiera aceptaste ni un centavo cuando quise agradarte. Siempre fuiste una mujer trabajadora, Hechada pa' Lante como dirían, luchadora, quien llevó en sus hombros la carga de criar un hijo sola, el cual se convirtió en un hombre trabajador e íntegro, con buenos valores, lo que era de esperarse, después de haberse criado con una mujer como tu. Se que nunca quisiste mi ayuda, pero hoy en día quiero compensar ese amor que siempre me diste, incondicional, y espero que lo aceptes, no como un pago, sino como un regalo de alguien que siempre te admiró. La señora Mariangela seca sus lágrimas al escuchar las palabras escrita por su hermano. Mientras que la señora Belanger está atenta a lo que el abogado dirá a continuación. —A ti quiero dejarte la casa de nuestros padres, la cuál será completamente remodelada a tu gusto, se que siempre te gustó ese lugar, lleno de flores, árboles por doquier. También tendrás una manutención la cual se te dará mensualmente para que ya no tengas que preocuparte por trabajar y puedas pasar tu vejez tranquila en casa, disfrutando de tu familia. A tu hijo Manuel, quiero ofrecerle un buen puesto de trabajo en esta empresa, se que es un joven capacitado y preparado. Además de eso le regalaré un apartamento para su esposa e hijos y una camioneta para que pueda desplazarse con facilidad. Estella tendrá todos el papeleo listo para cuando él decida empezar. La señora Belanger solo pela los ojos de par en par, y ve a la cuñada con cara de enfado. —Tu, ya estarás contenta, eso era lo que querías, que mi Alfonso te mantuviera a ti, y al vago de tu hijo. Los dos son unos oportunista, se que le pediste eso a mi marido, mientras agonizaba en una cama, y el acepto ya que no podía entender lo que estaba pasando. Solo aprovechaste el momento y mira se te cumplió. —Tu cállate, adultera, no sé cómo puedes venir a decirme esas cosas, cuando tú le sacaste bastante dinero para irte con tu amante por largos y costosos viaje, mientras mi hermano se quedaba a trabajar como un burro para complacerte. Eres una cualquiera. —le dice la señora Mariangela, dejando callada a su cuñada Ambas se levantan de sus sillas y se ven con miradas de desafío, dispuesta a defenderse a como de lugar. —¡Por favor! les pido que mantenga la calma, aún falta nombrar a un m*****o más —dice el abogado mientras todos se quedan callados, con expresión de asombro, y quedan expectantes por el suspenso de no saber quién es esa persona que acaban de nombrar
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD