Los días transcurrían a un ritmo más rápido ahora que Valerie y Alejandro habían resuelto sus malentendidos. Su convivencia no había avanzado más allá de besos y caricias inocentes que la mayor parte del tiempo eran iniciados por el hombre. Sin embargo, este no había hecho otro movimiento para seducir a la pelinegra, a lo cual está creía que se debía al embarazo. Al principio no tenía quejas, pero con el pasar de los días, se veía cada vez más anhelando el toque de Alejandro, quería más de lo poco que este le ofrecía, pero no sabía cómo actuar en consecuencia. Aunque tenían una relación en la que debían tener encuentros íntimos, no sentía que tuviera el derecho para imponerse ante él y pedirle que volvieran a ser como era antes, porque en realidad todo había cambiado. A parte de es

