Caminó directo, porque si lo pensaba dos segundos se echaría atrás y no quería eso. No, basta de huir, basta de escapar. Sonrió al ver los ojos muy abiertos de Mario y luego cómo Manuel detuvo su conversación solo para verla atravesar aquella puerta que hace años no cruzaba. Saludó con un corto gesto a María y subió las escaleras, sintiendo que el pulso le golpeaba con fuerza el pecho mientras que la respiración comenzaba a fallar. Se topó con Cristina en el primer piso, con esa hermosa mujer que le sonrió con complicidad. Continuó su decidido camino para abrir aquella puerta de madera, oscura y pesada, que la apartaba de su objetivo. No golpeó, no esperó, no le importó si estaba ocupado, nada la detendría. Tomó el picaporte, frío y algo sucio, y bajó la palanca, destrabando la puerta que

