Dejaron pasar un poco más de la mañana. Sus pies se hundían y se entretenían en el agua de la orilla del lago. Arriba y a su alrededor, el coro de pájaros trinaba. Ninguno de los dos sabía nada de cantos de pájaros, a pesar del interés obsesivo de papá. Pero aun así, les encantaba la familiar y particular mezcla de pájaros que cantaban allí. Estas aves lacustres tenían un característico tono tranquilo en su piar; en general, sonaban más relajadas, contentas, en armonía con su entorno, que sus congéneres de la ciudad. "Te amo muchísimo", dijo Tracy de la nada. "¿Sí?" Seay se sonrojó. "Yo también." "¿Me amas? ¿O me amas?" —Yo... Hermana, vamos —se rió tímidamente. Parpadeó al mirarla. Su hermosa hermana desnuda. Su aroma familiar. Su cómoda (aunque distraídamente bien formada) desnudez.

