"¡Carrera!", gritó mamá, y le salpicó la cara antes de salir corriendo a toda velocidad hacia la cabaña. Jadeaba con fuerza, con los pechos subiendo y bajando justo por debajo del agua iluminada por la luna, cuando Seay por fin la alcanzó en la rampa. Estaba un poco más abajo, en la rampa de hormigón, más sumergido en el agua, pero a la misma altura que ella. Él también jadeaba. Se miraron a los ojos. Mamá rió como si le pareciera gracioso lo mucho que deseaba que su hijo la follara, y Seay sonrió como un colegial nervioso. Entonces mamá lo abrazó por los hombros y lo atrajo hacia sí para darle un beso largo, cálido y conmovedor. Él la atrajo hacia sí, apretando sus pechos contra su pecho, agarrándole el trasero, la espalda, los hombros y el pelo. Apretó y apretó, y aún sentía el agua en

