Seay se sentó allí, con las piernas cruzadas, y observó el lago un rato. Las ondas en la superficie iluminada por la luna lo mareaban y le daban algo de sueño. Tenía una persistente sensación de nostalgia: no debería estar allí. Mamá y papá podrían estar enfadados con él. Su único hijo, saliendo con desconocidos a altas horas de la noche, bebiendo y conduciendo, chupando pollas al borde de la carretera. ¡Tragándosela, por Dios! ¡Qué vergüenza! Era un auténtico guarro. Era un puto patético. Era un hijo decepcionante.
—Oye, ¿estás bien? —suspiró Tracy. Le dio un codazo en la rodilla—. Pareces un poco asustado.
"Yo... yo acabo de hacer eso."
—Nosotras —corrigió Michelle—. Acabamos de hacer eso.
"Sí", dijo Tracy. No pudo evitar sonreír con su mejor sonrisa ante tan delicioso descubrimiento
