Mamá lo miró con una expresión casi exasperada. Fue un poco vergonzoso. Los miraré, cariño. Sentiré cosas sobre ellos. Incluso fantasearé con lo que mi mente animal y demente se le ocurra. Porque mi corazón, mi cuerpo, mi AMOR me lo pide. Y el tuyo también. Te prometo que si escuchas a tu corazón, a tu cuerpo, lo oirás, lo sentirás. Hay una manera de aprender a amar esa sensación. —Claro —dijo papá con una mueca—. ¿Y si los niños no quieren que sus padres los miren con lujuria? "¿Ah? Bueno. No les digas que te lo conté...", la voz de mamá se volvió casi inaudible, e hizo que papá se acercara para oírla, "pero sé que no les importa que los veamos". Papá no tuvo respuesta. Era un chisme particularmente impactante. Se quedó boquiabierto. Luego se cerró. Luego frunció el ceño. Luego se rel

