Jean Brisbois era su nombre, no podía negarlo, le había sido entregado el día de su nacimiento, al igual que su piel pálida, su cuerpo delgado, su pelo castaño y sus ojos azules. Su familia como cualquier otra había nacido en el momento que sus padres dieron el paso y decidieron casarse, sus abuelos contentos habían ayudado en lo que pudieron pero las cosas cambiaron luego de los primeros años. Como sucede con todo, las personas nunca están contentas con sus deseos, con sus metas y con sus exigencias, constantemente hay algo que lograr, algo que perseguir por lo que nadie puede tomarse un segundo completo para disfrutar de sus logros, para disfrutar de su vida. Si no estás buscando algo más eres un perdedor, esa era la forma en que sus abuelos veían el mundo y por ende era la visión que les imponían a sus hijos. Sus padres habían cedido luego de tanta insistencia y esa era la forma en la que él había nacido.
Siendo sus raíces francesas, muchas de las enseñanzas impartidas durante su infancia habían sido mucho menos rigurosas de lo que él estaba seguro era para muchos otros niños en otras familias, eso era algo que definitivamente le alegraba y que agradecía porque crecer como él lo había hecho le había entregado los mejores recuerdos, unos que guardaría por siempre. Como todo niño él se había desarrollado volviéndose lo suficientemente mayor para que sus padres consideraran la idea de tener otro hijo y así había llegado su hermana: dulce, tierna, hermosa pero tan molesta.
Su infancia había sido maravillosa y todo había mejorado el día que había comenzado el colegio, era su primer año y estaba nervioso, las lágrimas buscaban salirse de sus ojos pero intentaba con todas sus fuerzas que eso no sucediera. Los otros niños estaban apacibles o emocionados, ninguno de ellos estaba temeroso como él se sentía, sus rostros reflejaban las emociones tan bien como se podría debido a la inocencia que aún persistía pero él no compartía sus sentimientos. Una voz llamó su atención.
-¿Cómo te llamas?- Preguntaba un niño pelirrojo a su lado. Su sonrisa era brillante al igual que sus ojos grises.
-Jean y ¿tú?- Respondió él de inmediato.
-Gianni- contestó el niño sonriendo radiante.
Era de esa forma, ese día exacto, que había conocido al que sería su mejor amigo por todo el tiempo que pudiera recordar. A partir de ese día habían sido inseparables. La maestra que les había tocado en su primer año los había sentado juntos y en cada actividad, en cada juego, ellos se habían tomado la molestia de quedarse unidos, había otros compañeros y otros amigos pero ninguno pasaba tanto tiempo juntos como Jean y Gianni lo hacían.
Los años pasaron de ese modo pero ellos nunca habían sido separados por nada, sus padres se conocían y se llevaban bien o lo fingían por el bien de la amistad. Él estaba seguro de que los padres de Gianni siempre habían pensado que sus padres eran demasiado suaves y liberales con su educación pero él jamás había escuchado ningún reproche, de hecho era Gianni el que siempre se quejaba de los límites tan estrictos que sus padres le obligaban a cumplir, pero siendo unos niños no había demasiado que pudieran hacer. Esa era una de las razones por las cuales ellos siempre estaban en la casa de los Brisbois, sus juegos, pijamadas (que nunca serían llamadas así por los jóvenes), las reuniones de estudios, se hacían todas en la casa de Jean.
Así había permanecido sin problemas hasta que ambos crecieron y cumplieron los doce años, estaban a punto de entrar en la adolescencia, por lo que estar perpetuamente siendo perseguidos y acosados por una niña menor que ellos era agotador. Jean sabía que su hermana tenía un ligero enamoramiento por su amigo, estaba seguro de que se le pasaría con el tiempo pero lo que nunca había estado preparado para sentir era el ramalazo de celos que llenaba su cuerpo cuando Jeanna se lanzaba encima de su mejor amigo cada vez que podía, él imaginaba que después de tanto tiempo juntos el tener que compartir la atención hacía que se sintiera un poco desplazado pero no había forma de que le pudiera confesar aquello a Gianni.
La educación s****l había llegado un poco después, a pesar de que desde niños en la escuela les habían estado enseñando lo básico, los métodos anticonceptivos y la forma en que estaban constituidos sus cuerpos había detalles que jamás te explicaban tus profesores y era allí donde los padres de Jean comenzaban su educación, para su abrumadora vergüenza. Por esa razón, una de las tarde en que Gianni había decidido quedase en su casa los habían sentado a ambos en el mueble de la sala para una conversación que jamás olvidarían.
-Muy bien muchachos no se me asusten- comenzó su padre -no los reuní esta tarde para incordiarlos ni acosarlos. Estamos aquí por cuestiones de aprendizaje, un aprendizaje necesario para el futuro que espero sepan utilizar.
-¿Qué aprendizaje señor?- Inquirió Gianni interesado.
-En la escuela les habrán hablado sobre educación s****l ¿cierto?- Incursionó su padre primero. Ambos asintieron algo avergonzados -pues es ese tema el que vamos a tocar. Yo sé que tal vez les parezca extraño pero siempre hay temas que se ignoran en la educación regular y no me gustaría que por eso se enfrentaran a situaciones incómodas o desagradables. Mi esposa quería estar aquí con ustedes pero yo pensé que estarían más cómodos solo conmigo. ¿Prefieren que la busque?
-Estamos bien solo contigo papá- musitó Jean que ya se sentía nervioso.
-Excelente entonces, ya imagino que ustedes conocen lo básico- dijo su padre esperando de nuevo el asentimiento de ambos que lo miraban con los ojos muy abiertos -conocemos las forma del aparato reproductor de ambos sexos, la forma de concepción y los métodos anticonceptivos. Ahora, lo que nunca les dicen es que existen más conocimientos que se deben adquirir sobre el sexo que solo eso, de hecho lo más importante sobre el sexo no es la procreación, es el placer si hablamos del desarrollo del ser humano.
-¿El placer?- Preguntó Gianni casi sin voz.
-Sí, el placer es lo más importante para ambas partes- siguió su padre con una media sonrisa -y digo ambas partes porque eso también evitan mencionarlo, el sexo no es solo para hombres y mujeres, las personas del mismo sexo pueden hacerlo y obtener una gran satisfacción de eso.
-Nosotros sabemos que existen personas homosexuales papá, no es extraño- objetó Jean intentando acabar con el tema -no es necesario todo esto.
-¿Lo crees así?- Preguntó su padre sonriendo sabedor -¿crees que sabes todo acerca del placer de una mujer o un hombre? Nunca dejamos de aprender y el placer depende de lo bien que conozcamos a la persona con la que intimamos. De igual forma existen ciertos puntos de placer que son parecidos en casi todos los cuerpos.