Capítulo 7: Buenos días

1323 Words
Todo lo que había pasado ayer parecía un sueño: Mina y Tina ahora eran mis amigas, los regalos y las confesiones de los trillizos. De hecho, tenía miedo de abrir los ojos y darme cuenta de que aún estaba en mi pequeña cama en la sala de suministros de limpieza y que los trillizos me odiaban de nuevo. Sin embargo, me sentía tan cálida, demasiado cálida para estar sola en una cama, demasiado cómoda para estar en mi vieja cama. Gemí, estirándome. Era apenas las cinco de la mañana, pero esa era mi hora habitual para despertar y comenzar a preparar el desayuno para la familia. No quería que sus padres me despreciaran más ahora que tal vez me interesaran sus hijos. Me preguntaba si podría escabullirme y empezar a preparar el desayuno sin que me notaran. Los trillizos no se despertaban hasta el mediodía los domingos, pero los padres se levantaban a las siete en punto. Intenté liberarme de Alex y Calix. Alex se despertó, gimiendo, y me volvió a jalar hacia él. —¿Qué estás haciendo? ¿Tienes que ir al baño o algo así? —preguntó adormilado. Se veía tan lindo con el pelo revuelto, que no tuve corazón para mentirle. —A esta hora suelo despertarme —susurré con suavidad—. Tengo que hacerles el desayuno. Calix rió y bostezó. —Nos despertamos como al mediodía, ¿no? —Sí, pero sus padres se despiertan a las siete —insistí. —Se las arreglarán solos, no te preocupes —dijo Alex, apretando su agarre sobre mí. En un solo movimiento, Felix me arrebató de Alex y Calix cuando ellos aflojaron sus agarres. —¡Oye! —protestó Calix. Felix me acomodó sobre su pecho, lo cual resultó bastante cómodo. Su mano se deslizó hacia mi trasero y comenzó a apretarlo. Esto era lo que temía. —¿Qué estás haciendo, Felix? —inquirió Alex, con sospecha. —Estoy estrechando lazos con mi hermosa compañera —dijo Felix. Recordé cómo Felix se comió el último panqueque y no me dejó nada, además de decirme que estaba gorda. Me estremecí al recordarlo, y Felix notó mi extraña reacción. —Lo siento, cariño —se apresuró a decir. —¿Crees que soy hermosa? —Lo eres —contestó sin dudarlo. —Ayer me llamaste gorda —le recordé. Felix se tensó. El silencio que siguió me hizo notar que tanto Calix como Alex también se sentían incómodos. —Y te comiste el último panqueque. Literalmente, no comí nada ese día. Pasé todo el día organizando cosas para ustedes —dije. Los recuerdos inundaron mi mente. —Shh, cariño, lo siento mucho —susurró Felix, e intentó consolarme besando mi frente. —¡No me toques! —grité, saltando de la cama. Los trillizos se sentaron. —Felix, cabrón, ¿qué hiciste? Ella no tenía miedo antes —gritó Alex. —¡SÍ LO TENÍA! —grité tan fuerte que los trillizos saltaron, y sus padres entraron corriendo por la puerta de la habitación. Estallé en lágrimas, sollozando incontrolablemente. Estaba tan confundida. Los trillizos se apresuraron a consolarme. —¡NO! —rugió su padre, aún con presencia poderosa a pesar de haberlos convertido en los nuevos alfas. Se sentaron de nuevo. —¿Qué hace ella aquí? —preguntó en voz baja, con un tono peligroso. —No puedo dormir con ella en ese cuarto de suministros. No lo soporto —respondió Alex, asumiendo la responsabilidad. —Entonces, ¿por qué no la pusiste en una habitación de invitados? —preguntó Romeo. Su madre guardó silencio, dejando que su padre se encargara de esto. —Uhm… —comenzó Alex. —Mira, papá, todo estaba bien… ¿verdad, Chasity? —preguntó Calix con dulzura. —Fue mi culpa —confesó Felix, con la voz rota—. La he estado presionando demasiado, y lo siento. Ella estaba tan feliz… hasta que se acercó a mi lado de la cama, hace cinco minutos. Me sentí triste por mí misma, pero ese estúpido vínculo de compañeros me hacía querer consolar a Felix. —Felix… estamos bien, ¿verdad? —pregunté en voz baja. Mi loba interior necesitaba oírlo. ¿Desde cuándo era tan débil? —Siempre, cariño. Te amo con locura, Chasity —dijo. Sus hermanos lo miraron, claramente sorprendidos. Mis ojos se abrieron de par en par. ¿Lo decía en serio? Sonaba tan real. Mi loba interior me aseguraba que sí. No esperaba que Felix se enamorara tan rápido y con tanta fuerza. ¡Había sido el más cruel de los tres! Romeo ignoró por completo la confesión de amor de Felix hacia mí. —Chasity es muy joven. Tiene dieciocho años. Ustedes también son jóvenes, apenas tienen veintiuno. Han tenido novias en rotación constante —dijo Romeo, con la sombra de su autoridad paternal pesando en cada palabra. —Hasta donde sé, Chasity limpia, cocina y estudia. Eso es todo. No pueden traer a su compañera tan inexperta aquí. Son tres. Y hasta, apenas se soportaban entre ustedes. Es demasiado para ella —dijo Romeo. Vaya. ¿Romeo realmente se preocupaba por mí? Amaba profundamente a sus hijos, eso era evidente. Tal vez, ahora que el destino nos unía, sentía la responsabilidad de proteger lo que quedaba de mi bienestar. —Realmente no hicimos nada... de apareamiento —dijo Calix, con cautela. —Tal vez en tus ojos, cariño —intervino su madre con dulzura—, pero para Chasity podría haber sido diferente. Los trillizos parecían desanimados, y yo quise consolarlos a los tres. Lamenté haber gritado en un principio. Solo quería que este momento incómodo terminara. —Permítanme encargarme del desayuno. Ya es tarde —dije, dándome la vuelta para irme. Felix se apresuró a cerrar la puerta a velocidad de hombre lobo y se paró frente a ella. —Sé que ya metí la pata esta mañana, pero mientras esté contigo —encogió los hombros Felix—, ni muerto, Princesa. Lo examiné con detenimiento. —Aún soy uno de los Alfas de esta manada y, quieras estar conmigo o no, nunca volverás a mover un dedo en esta casa —afirmó él, entrecerrando los ojos—. Contraten de nuevo a una criada y a un cocinero. Dos de cada uno si es demasiado para una persona —esta vez, Felix se dirigió a sus padres. Ellos parecían molestos, pero su hijo era un Alfa ahora. —Estoy de acuerdo —dijo Alex asintiendo. —Igual —dijo Calix guiñándole un ojo a su mamá para que no se enfadara demasiado. Ella le revolvió el pelo a Calix y se fue con Felix abriendo la puerta para ella. —Antes de que termine el día, resuelvan la situación de las habitaciones y decidan cuál de las habitaciones de invitados será de Chasity —dijo su padre. Se fue. Los trillizos estaban nuevamente sentados en la cama y yo estaba cerca de ellos de pie. —Cariño, lamento todas las veces que te llamé gorda —dijo Felix. Me quedé tan sorprendida que no pude evitar reí. Alex rodó los ojos. —Lo que mi estúpido hermano quiso decir, es que eres hermosa. Me sonrojé. Me di cuenta de que Alex nunca me había llamado gorda. Recordé que él decía haber tenido un flechazo conmigo desde siempre. Me pregunté si eso era cierto. Calix era el único que me había halagado antes del vínculo de pareja. Sería el más fácil de perdonar. Me acerqué a Felix, rodeé su cuello con mis brazos y me senté en su regazo. Mi loba interior me gritaba que lo hiciera. Decidí ceder. Alex y Calix parecían sorprendidos. Felix rozó mi nariz con la suya. Entonces lo entendí: su lobo había estado llamando a la mía. Y me di cuenta de algo más. —Nunca he visto a ninguno de sus lobos —dije. Los trillizos sonrieron. Ahora estaban completamente despiertos.
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