Capítulo 4

2740 Words
La alarma sonó a las 4 de la mañana. Tau se estiró perezosamente, fiel a su felino interior. Caminó hacia el armario para buscar la ropa que usaría ese día y en total silencio y oscuridad entró al baño. Lista para comenzar el día caminó a la cocina donde un sonriente Omega de zorro la esperaba con un batido de aspecto viscoso y color verde. -Buen día - dijo ella al momento de estar frente a Niko, un sonriente veinteañero pelirrojo. -Buen día - respondió él extendiendo el vaso -. Especialmente para ti - le indicó y rió ante el gesto de desagrado y desconfianza de la mujer. -¿Seguro que no me matará? - preguntó ella olfateando el extraño líquido. -Si no te mata esto lo hará el entrenamiento - respondió él. -Prefiero el entrenamiento - rebatió sinceramente. Ese líquido sabía peor de lo que se veía -. ¡Dios la persona que mandó a hacer esto realmente me odia! - exclamó arrancando una carcajada del cocinero. -El mismísimo Anwar se encargó de indicar qué debía contener. Yo solo seguí sus órdenes - explicó él encogiéndose de hombros. -¿Y no hay forma de hacerlo más rico? - ella examinaba el vaso tratando de averiguar qué extraños ingredientes poseía. -A ver… - el pelirrojo giró hacia el lugar donde habían varios ingredientes en pequeños tarros de vidrio. Volvió con tres de ellos y comenzó a verter un poco de cada polvo mientras batía con fuerza para evitar que se formarán grumos. Al finalizar volvió a darle el vaso a la mujer. -Bueno… es más aceptable - respondió ella luego de beber un sorbo. -Mejor que me halagaras porque esto no lo hago para todos - le indicó el hombre. -Gracias entonces. ¿Tu nombre es? -Niko. -Tau. Un gusto - respondió ella extendiendo su mano. -Todos conocemos el nombre de la Omega que golpeó a un Alfa el primer día de entrenamiento. Ya tienes una muy buena reputación en esta cocina - le indicó sosteniendo esa bella sonrisa en sus labios. -¿Si? - preguntó ella antes de seguir bebiendo. -Por supuesto. Varios me quisieron acompañar hoy solo para conocerte. Deberás luego volver así te conocen todos los Omegas de esta cocina - el tono del hombre la hacía sentir cómoda y esperaba tener algún aliado en la cocina que le diera comida fuera de horario. -No dudes que volveré cada vez que los mierdas de los Alfas me saquen de mis casillas.  -Pero hay tres Alfas que te cuidan - respondió rápidamente él. -Sí, pero ellas no siempre pueden estar conmigo o evitar su actitud de mierda de protección. Lo odio. -Bien, bien - respondió él riendo -. Las puertas de mi cocina siempre estarán abiertas para ti - le indicó el hombre antes de que la mujer decidiera encaminarse hacia el gimnasio. Le quedaban un poco más de veinte metros para alcanzar la puerta del gimnasio y ya el olor la estaba comenzando a alterar. No quería dejarse gobernar por ese sentimiento inquieto de su puma, aunque era una parte más de su ser, por lo que tampoco podía ignorarlo por completo. Jamás se había sentido así y estaba un tanto irritada por ello. Una vez en la puerta del gimnasio inhaló profundamente, lo cual tenía la intención de darse valor pero terminó alterándola aún más. -Buen día, señor - dijo firme apenas ingresó. -Buen día - respondió él sin dejar de mirar una planilla que tenía en sus manos. En realidad el hombre trataba de contener la vibración de su cuerpo que le reclamaba tomar a esa mujer entre sus brazos y no dejarla acercarse a ningún otro Alfa. Ella se sentía como una extensión de su espíritu, una parte de él tan profunda que debía reclamar -. Antes de comenzar necesito hacerte unas preguntas - dijo indicando uno de los asientos de un aparato -. Primero ¿cuántos kilómetros acostumbras a correr? -15 señor - respondió ella sin tomar asiento. -¿Diarios?  -Sí, señor. -Bien. Comenzaremos con 10 hoy solo para entrar en calor - ella asintió -. ¿Cuánto peso levantas con los brazos? -50 kilos señor. -Mierda… - susurró pero ella lo pudo escuchar. ¿Era preocupación lo que se filtraba en la voz?. -¿Piernas? -57 señor - el gesto no la dejó más tranquila pero él no parecía con ánimos de explicar nada. Ella no preguntaría. -Comencemos con la cinta. 10 kilómetros - ella asintió y caminó directo al aparato, regalando al castaño una visión completa de su cuerpo y el balanceo de sus caderas. Su andar era sigiloso y refinado algo que le agradaba a la parte animal del entrenador. Cuarenta minutos después ya había completado los diez kilómetros y esperaba en el aparato para levantar pesas con la fuerza de sus hombros y espalda. Los veinte kilos le pesaban como la misma mierda y los músculos quemaban por el cansancio acumulado. Luego se dirigió a la pre banca lista para levantar veinte kilos con la fuerza de su pecho. Si antes le costaba ahora sentía que no llegaría a terminar la serie. Para su orgullo no fue así. Solo faltaba la serie colgada desde la barra con peso sujeto a sus tobillos, aumentando la cantidad de kilos que sus bíceps y tríceps debían cargar. Exhausta y con brazos temblorosos volvió a la cocina, lista para desayunar. -Niko - dijo a modo de saludo al cocinero que la esperaba con una enorme bandeja de comida. -Tú comida - le indicó -, y tú suplemento - le extendió un sobre que contenía un polvo el cual suplantaba la sangre del Alfa que la ayudaría a recuperar fuerzas y regenerar todo lo que se haya podido lastimar. Tau saludó estilo militar, llevando dos dedos a su frente, antes de girarse y caminar hasta la mesa donde sus compañeras, frescas y alegres, esperaban su compañía. -Señoritas - dijo a modo de saludo mientras tomaba asiento al lado de Alice. -Linda yo te puedo dar sangre así no debes tomar esa mierda de polvo - le propuso Nahila señalando el paquete. -Gracias pero no. Prefiero el polvo. Además no estoy segura que funcione sin un lazo. -Si quieres enlazarte conmigo no tengo problema - le dijo ella con una seductora sonrisa. -Agradezco el gesto pero no - rió ella negando suavemente con la cabeza. Sus brazos temblaban por el esfuerzo y Saira lo notó al ver la dificultad de su compañera para abrir la botella de agua. -Dame - le susurró la morocha tomando la botella de las manos de su amiga. Abrió sin dificultad el envase y lo depositó frente a la rubia que la miraba agradecida. -En cuanto bebas el polvo ya estarás mejor - le susurró Alice con una fraternal sonrisa. -Sí… lo sé - algo de vergüenza se extendía en su pecho. No quería ser débil pero recién comenzaba el día y ya se sentía agotada -. Oigan ¿Cuánto peso levantan? - preguntó repentinamente. -135 - respondió Saira. -127 - Nahila. -128 - Alice. -Mierda… - Tau. -¿Por qué preguntas, linda? - Nahila siempre usaba un tono calmado y amoroso con ella. Eso la hacía sonreír. -Estoy malditamente lejos - gruñó ella. -¿Lejos de qué? - Alice. -Levanto 50 jodidos kilos. Una mierda en comparación. -Oye eso está bien para tí… -No me vengas con la mierda de que soy Omega y eso - señalaba con ira a Alice que levantó sus manos en señal de rendición. -Te ayudará el entrenamiento y podrás con más, pero debes saber que tienes un límite - le indicó Saira mientras daba suaves palmadas en su espalda. -No digo que no puedas, solo que los Alfa simplemente somos más fuertes desde el inicio, linda. Tú tienes tus capacidades especiales y nosotros las nuestras. No quiero que te lastimes por tratar de hacer más de lo que tu cuerpo puede resistir - realmente las palabras de Nahila la molestaban, pero la calidez y preocupación de su voz remediaba todo. Una especie de murmullo estuvo acompañada por un gesto bastante elocuente que demostraba lo poco conforme que estaba con la situación. La entendía, pero no estaba feliz por ello. Terminaron de comer y salieron directamente hacia el campo donde un sonriente Mark los esperaba. -Esa sonrisa me causa escalofríos - murmuró Alice causando una suave risa en la Omega. -Nos va a romper el culo hoy también - susurró Saira. -Linda, ya sabes… - Nahila la señaló con firmeza y ella asintió resignada. Sabía que se refería a que no se exigirse demasiado. -¡A correr señoritas! - el grito de Mark puso a todos en marcha. -¿Sabrá que para nosotras no es un insulto? - cuestionó Nahila. -Yo creo que no - respondió la rubia examinando al hombre que controlaba al grupo en movimiento. Trotaron igual que el día anterior y luego al gimnasio. De allí almorzaron algo rápido y directo al entrenamiento con Anwar en una zona alejada donde varios edificios abandonados se levantaban sobre un campo polvoriento. -¡Buenas tardes! - el grito del castaño los puso a todos en alerta -. ¡Hoy van a aprender a ser sigilosos como cuando quieren masturbarse sin que su compañero lo note! - el ejemplo sacó algunas suaves risas al grupo -. ¡Señoritas, tomen un arma de la mesa junto con el equipo y se dividen en grupos como les voy a indicar! - rápidamente todos cambiaron hacia el mesón donde las armas y equipos estaban organizadas por el nombre de cada integrante del escuadrón. -Realmente no saben que llamarnos señoritas no es un insulto - susurró Saira a su lado. Ella sonrió. De las cuatro solo ellas dos habían elegido el grupo de asalto. Nahila se unió a los francotiradores y Alice era parte de los grupos de investigación. Tau y Saira les gustaba la acción directa y la adrenalina del enfrentamiento, por lo que sentían que ese era el lugar que les correspondía. -¡Señoritas! - la voz de Anwar retumbó en el edificio abandonado -. ¡Cada grupo tendrá un turno para ingresar al último piso de este edificio por el techo!¡No quiero escuchar sus jodidos pasos!¿¡Entendido!? - la tarea que les encargaba sonaba sencilla Salvo por el pequeño detalle que el techo de aquel edificio era de chapa y madera ahuecada. El castaño solo quería comprobar las habilidades de sus reclutas para mandar a la mierda lo antes posible a aquellos que no le servirían. Si no eran sigilosos no merecían estar allí. De a poco cada grupo fue tomando sus puestos y rápidamente algunos hombres fueron apartados. Saira, a pesar de su tamaño, pasó la prueba sin mayor problema. Todavía nadie había podido llegar a la habitación donde Anwar esperaba ya que los escuchaba antes de que atravesaran la puerta. -¡Joder Anderson! ¡Te escucho desde la mismísima China! - le gritó al compañero de Tau que aún estaba en el techo.  La mujer y sus dos compañeros habían decidido caminar por los costados del techo, donde el mismo se unía con las paredes, amortiguando el sonido. Anderson decidió separarse del grupo y atravesar el techo apoyado en un durmiente que lo separara del par que le indicaban, mediante señas, que ellos seguirían recto mientras que él se ubicaba del otro lado. Al escuchar el grito de su entrenador Anderson se quedó inmóvil en su lugar y Soussa le indicó que se quedara allí hasta que ellos pudieran encontrar una forma de sacarlo sin hacer demasiado ruido. Tau evaluó su alrededor donde encontró una gran tabla que podrían apoyar sobre el camino que hizo su compañero y ayudara a amortiguar el ruido si ésta era colocada sobre algún objeto que la separara del piso. Como no había nada a mano desde su lado no tenían más opciones que ella y su compañero sostuvieran con sus manos el extremo de la tabla mientras que Anderson colocaba su remera hecha un nudo para levantarla desde su extremo. A paso firme y rápido atravesó el lugar y al no escuchar ningún grito por parte de su entrenador suspiraron aliviados. -Debemos entrar por las ventanas que están a la izquierda. Él está en la habitación  del centro - Soussa era un Alfa de anaconda y la percepción del calor irradiado por otros seres vivos era muy útil para estos casos. -Perfecto - respondió Anderson y sin necesidad de más palabras los tres sacaron sus cuerdas, ajustándolas a un tubo de material fuerte que servía como respiradero.  Ya con las sogas ajustadas a sus cinturas comenzaron a descender por el lateral del edificio, amortiguando los golpes de sus botas con una leve flexión de rodillas. Una vez dentro del edificio se agazaparon en el costado de la puerta. Con una seña clara Tau indicó que ella iría primero, utilizando su agudo oído y olfato para rastrear cualquier otra señal de peligro. En realidad a ella se le hacía muy fácil saber dónde se encontraba el castaño debido a que su olor lo percibía desde que estaban en el techo, pero moriría antes de confesar aquello.  Caminaron haciendo el menor ruido posible hasta detenerse en la tercera puerta desde el inicio del pasillo. Tau se agachó y a través de señas le indicó a sus compañeros que la imitaran. Giró su cabeza para ver a Soussa que venía al final de la línea y él con un firme asentimiento confirmó que allí dentro se encontraba Anwar. Con señas confirmaron que Tau se quedaría agachada apuntando hacia el interior mientras sus compañeros se colocaban de pie a su espalda apuntando en la misma dirección. La mujer levantó tres dedos, bajó uno, luego el otro y finalmente el tercero a lo que el trío se abalanzó hacia la puerta abriéndola con un fuerte golpe y encontrando a un sonriente entrenador dentro. La enorme sonrisa del grupo se posó en los labios de los tres al mismo tiempo que desarmaban su posición. Tau debía mirar hacia arriba para observar el gesto de sus compañeros a los que, con suerte, les llegaba a la altura de los hombros o la barbilla. -¡Felicitaciones señoritas! - gritó Anwar dando fuertes aplausos desde su posición. No podía evitar sentirse orgulloso por la pequeña que ahora estaba siendo estrujada por su compañero que no llevaba remera debajo de su chaleco antibalas. > -¡Anderson! - gritó enojado y el trío detuvo su festejo - ¡¿Dónde está su jodida camiseta?! -En el techo señor - respondió poniéndose firme en su posición -. La tuve que utilizar para salir de allí, señor - agregó tratando de explicar miserablemente su situación. -¿Qué? - preguntó él sin comprender -. Mejor déjenlo ahí - agregó con una señal como si estuviera espantando una mosca. -Felicitaciones pequeña Omega - le susurró Soussa a su compañera mientras le revolvía su rubio pelo. El gesto hizo burbujear la ira en la sangre de Anwar, quién debió dar sonoras respiraciones para calmarse. -¡El grupo que sigue! - gritó sabiendo que aquel grupo, aún estando en el techo, lo escucharía claramente.  -Es nuestra señal para irnos - susurró Tau y sus compañeros asintieron siguiendo a la mujer hacia la salida. Ni bien la rubia puso un pie fuera del edificio la enorme sonrisa de satisfacción se plantó en la cara de Saira. La pequeña caminó directo hacia ella que no dudó palmear su espalda a modo de felicitaciones. -Señor Presidente - el diplomático Lassim entraba a la enorme oficina donde un sujeto con cabellera gris lo observaba detrás de un enorme escritorio de madera oscura. -Lassim, que bueno volver a verte por aquí. Ahora cuéntame todo. Las siguientes tres horas los hombres se dedicaron a conversar sobre los detalles de aquella negociación ficticia que les permitiría acceder a detalles más minuciosos sobre la seguridad y el estado de las cuentas de Karan. La seguridad nacional de aquel olvidado país era la peor que jamás habían visto. Sus policías estaban más que preparados para aplastar a aquellos servicios que no contaban ni con equipos ni con entrenamiento suficiente para repeler un ataque contra el dictador. Una enorme sonrisa se posó en ambos elegantes sujetos, ya podían empezar a planear sus próximos pasos.
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