Camilo
Llevo mis manos una vez más a mi pierna, en verdad duele demasiado, cuando decidí tomar la decisión de ser voluntario en Estados Unidos para ir a Irán a combatir, pensé que moriría allá, pero jamás pensé que llegaría casi a la mitad, por así decirlo, creí morir cuando uno de los rebeldes tiro a matarme, solo que mi único y gran amigo puso su pecho por mí, y al contrario de él yo solo recibí un disparo de mi pierna que por poco me la destroza, ahora vuelvo a Colombia en busca de mi única familia, mi hermano.
Bajó del avión con bastante dificultad, no sé hasta cuando voy a aprender a utilizar estás muletas, las cuales solo siento que me hacen ver como un paralítico, respiro fuerte y llenándome de valor, siento una gran nostalgia recorrer todo mi cuerpo, fueron ocho largos años y mi familia nunca supo nada de mí, bueno más bien mi hermano gemelo Fernando, después de la muerte de mis padres en aquel trágico accidente, solo quise huir lejos de todos, pero ahora siento un enorme vacío al volver, solo me llena de curiosidad el saber que ha sido de mi hermano, que ha hecho durante todo este tiempo, me imagino que ya me dio por muerto, fue tanto tiempo sin una llamada un mensaje o una carta, por lo que me imagino que me dio por muerto, así que no hay más remedio que averiguar.
Salgo de la zona de abordar para después dirigirme a tomar un taxi, quiero llegar a casa solo espero que mi hermano todavía siga allí, fueron tantos años de estar lejos, que me desprendí de todo, ahora solo tengo mi morral y estás ganas de gritar de dolor si estos analgésicos no empiezan actuar de inmediato, el dolor es cada vez más agudo y solo quiero tener un lugar en donde descansar; bajo del taxi , afortunadamente ahorre durante todo este tiempo y tengo algo de dinero al menos me servirá para poner mi propio negocio.
Bajé del taxi dejando salir un suspiro, alzó mi mirada y siento como si mi corazón se viniera al piso, en mi cabeza todavía me debato si tocar o abrir con las llaves que aún tengo en mi morral, bien me decido por la segunda, saco las llaves de mi moral y abro la puerta, abro y aquí todo ha cambiado las paredes ya no son del amarillo pálido que solían ser ahora son blancas llenas de vida, camino hasta llegar a la sala donde dejó mi muleta aún lado, en intento sentarme solo que unas manos pequeñas rodean mi cintura, se siente tan cálidas y frescas al tocar que al suave tacto siento un enorme corriente recorrer todo mi cuerpo.
—No pensé que llegarías tan pronto —giró al escuchar la voz dulce de una mujer quién es la misma que rodea mi cintura, se pone de puntitas para después colgarse del cuello y darme el beso más profundo y delicioso que nunca jamás pensé en sentir, intento recuperar mi cordura, «por Dios», ¿Quién es ella?.
—Perdóneme señorita, no soy quien usted piensa —digo tratando de recuperar el aliento, pero al verla de cerca y con más detenimiento siento como si el aire abandona mis pulmones, en verdad es hermosa, su cuerpo es delgado y pequeño, y sus ojos color Avellaneda hacen que algo dentro de mí se remueve todo, me imagino que debe ser la novia o algo parecido de mi hermano, de lo contrario no me estuviera confundiendo.
—¿Cómo? ¿Acaso quieres jugar? —dice con picardía, y yo siento que algo dentro de mi va a explotar, y más al verla en aquel diminuto pijama, que deja muy poco a la imaginación.
—No, no soy el hombre que piensa, yo soy Camilo —digo tratando de sacarla de su error, por qué por lo visto me está confundiendo, con mi hermano, además que ni siquiera puedo mírala a los ojos
—Jaja, pues si así te quieres llamar no hay problema —dice bajando el broche de la camisa de su pijama, trago saliva y estiró mis manos.
—¡Espera!, No lo hagas. —Tomo sus manos para impedir que se desnude justo enfrente de mí, solo que la suelto de inmediato al sentir una corriente recorrer todo mi cuerpo y ya con esta es la segunda vez, ¿Que me sucede?, ¿Acaso el tiempo que llevo sin tocar una mujer hace que sienta todo esto por una desconocida?, Niego por qué no, no lo creo, ¿O sí?
—¿Qué te sucede Fernando?, Sabes que estoy en mis días fértiles y te niegas a estar conmigo, ¿Acaso ya no me deseas? —Hace un puchero, y se cruza de brazos, intentó caminar para alejarme de aquella mujer que es ya tentación en persona, además que si acabo de confirmar que sí es algo de mi hermano, tal vez si novia, o si amante, o en último de los casos su esposa.
—No soy quien tu piensas —digo, solo que al intentar caminar caigo al piso, cómo siempre se me olvida que tengo que utilizar mis muletas y está pierna que todavía no me responde como quiero.
—¿Fernando qué sucede?, ¿Acaso estás herido? —pregunta aquella mujer angustiada corriendo hacia mí, toma mi pierna para constatar que no me encuentre herido y es ahí en dónde nuestras miradas chocan por primera vez
—Espera no me toques, no sabes quién soy —digo, colocando una mano en su pecho sin darme cuenta que toque más de lo que debía, mientras ella me mira bastante sorprendida
—Si se quién eres, el estúpido de mi marido el cual se quiere pasar de listo para no tocarme cuando estoy en mis días más fértiles. —Termina de decir y yo solo trago saliva al tener a una mujer enfrente de mí hecha un volcán en erupción y lo peor es que es la mujer de mi hermano.
—Espera, espera un momento por favor —digo una vez intentando ponerme de pie, pero para mí desgracia mi pierna duele a un con más fuerza.
—Fernando ya basta —dice haciendo un puchero, que realmente la hacen ver hermosa, y más con su cabello suelto que cae hasta el centro de sus caderas
—Yo no soy Fernando, soy Camilo el hermano gemelo de Fernando —digo, por quinta vez, pero con esta mujer es imposible razonar.
—¿Quién dices que eres? —pregunta confundida, cruzándose de brazos.
—Camilo el hermano gemelo del que al parecer es tu esposo, ¿o me equivoco? —Alzó una ceja a la espera de su respuesta, pero ella por lo visto aún no me cree.
—Ya dime, ¿Dónde está la cámara? Por qué es una broma de muy mal gusto. —Mira para todos lados, pero ¿cómo?, Fernando nunca le habló de mí, bueno es de comprender que fueron ocho largos años en dónde él no supo nada de mí.
—Por favor, me podrías pasar las muletas, es que sin ellas no me puedo poner de pie, y así podremos hablar con más tranquilidad, pero créeme yo no soy tu esposo, así que deja de acosarme —digo inconscientemente, logrando que la que hace unos segundos fuera un volcán en erupción empezar a empezado a echar chispas, y al verla así y con todo y dolor me pongo de pie, no sé de que sea capaz y más después de lo que acabo decirle.
—Ahhh, me estás diciendo que te estoy acosando, pero en verdad eres un imbécil Fernando Rodríguez —dice caminado echa una furia, bueno al menos ya no se va a lanzar nuevamente sobre mí, bueno no al menos de la forma en que lo hizo hace unos segundos, ahora creo que va ser de la forma cruel y despiadada, “ a golpes"
Cómo puedo y al ver que la hermosa rubia ha desaparecido ante mis ojos, tomo mis muletas y caminó hasta la sala donde me dejó caer sobre el sofá, en verdad lo único que necesito es un descanso y coordinar mis ideas un poco, claro está.
—Aaa, con que aquí te escondes señor Rodríguez. —Llevo mis manos a mi cabeza, por lo visto está mujer no termina de creerme, además que el poco tiempo de paz que tuve ya no está.
—Mira, lamento lo que te dije hace unos instantes, pero créeme yo no soy tu esposo, es mi hermano, y no niego me duele que él no te haya hablado de mí, pero créeme yo soy tu cuñado —Termino de decir, pero los ojos de la bella rubia parada justo enfrente de mí, me dice que esto no ha terminado.
Me muevo de lado a lado tratando de esquivar lo que parece ser toda la ropa de mi hermano, bueno y uno que otro zapato, creo que me tiró todas sus pertenencias.
—Auch —digo llevando las manos a mi cabeza al sentir que uno de los tantos objetos que lanzó me pegó fuertemente, bajo la mano al sentirle húmeda, y efectivamente está mujer logró abrir mi cabeza.
—No entiendo en qué momento mi hermano se casó con una loca —digo, mientras ella camina hacia mí, asustada al ver que tengo sangre en mis manos la cual proviene de mi cabeza y la cual sale es por su culpa.
—¿Es verdad lo que me dices? —dice cruzándose de brazos, mientras yo asiento, aún con la mano sobre mi cabeza la cual empieza a doler considerablemente.
—¡Camilo!, Hermano, ¿Cuándo llegaste? —Alzo mi mirada al escuchar la voz ronca de mi hermano quien acaba de llegar, nunca me imaginé volver a verlo, y se siente tan grato volver a ver a tu sangre.
—Hermano. —Me levanto y camino, más bien él camina emocionado hacia mí y le doy el abrazo que añoré por muchos años, el cual me negué en el mismo momento en que perdí toda mi vida, el día del fatal accidente.
—¿Ustedes dos son hermanos gemelos? —Escucho la dulce y melodiosa voz de mi cuñada, quien nos mira como dos bichos raros, además de tener su boca totalmente abierta, haciéndola lucir mucho más hermosa.
—Por Dios hermano, ¿Y a ti que te paso?, ¿Porque tú cabeza está sangrando? —pregunta, mirándome, y llevando sus manos a mi cabeza.
—No es nada, solo una pequeña confusión —digo, mientras dirijo mi mirada hacia ella, quien me mira con bastante curiosidad, o más bien con bastante culpa ya que muerde su labio inferior, lo que provoca miles de sensaciones dentro de mí.
—Ven hermano siéntate, tenemos mucho de qué hablar —dice mientras me señala la sala, la cual ha cambiado bastante desde que me fui, bueno todo está cambiado incluso mi hermano, ahora está más delgado y su cabello mucho más largo además que su cara se ve bastante perfilada, lo que no entiendo es como si esposa logró confundirme, si aparentemente no estamos como solíamos vernos cuando apenas teníamos veinte años.
—Lo siento mucho, pero me puedes pasar mis muletas. —Le señaló a mi cuñada la cual deja salir una mueca de desagrado, «ja pensé que ya habíamos hecho las paces», al menos debería tener sentimientos de culpa después de lo que hizo en mi cabeza.
Pasamos a la sala en dónde hablamos durante más de tres horas, eran muchas cosas las cuáles teníamos que hablar, fuera de reclamarme porque no había vuelto Fernando no dejaba de sonreír, lo que me llenó de mucha alegría, dude mucho en volver, pero ahora veo que fue la mejor decisión, solo que no contaba con que él ya estuviera casado, se nos hizo en verdad tarde no pensé que tuviéramos tanto que hablar, pero el cansancio me está cobrando factura, y la pierna que cada vez más me molesta.
—Veo que alguien está bastante agotado. —Muevo mi cabeza porque en verdad no he dormido absolutamente nada, y a las horas de vuelo lo único que hicieron fue estresar un poco más mi cuerpo, y ya lo único que necesito es donde poder descansar mi enorme cuerpo.
—Sí hermano, mañana podemos adelantar todo lo que nos quedó pendiente, ahora solo descansa, tu cara no se ve para nada bien. —Es lógico, no he tomado mis analgésicos y mi pierna ya empezado a doler, pero no quiero decirle nada, y arruinar este momento que hace años añoraba.
—Está bien, Ariana ya arregló algo tu habitación, eso sí el baño lo arreglamos mañana ya es bastante tarde y me imagino que lo único que quieres es dormir —dice, mirándome con emoción, hace años que quería sentir a mi hermano la calidez de mi familia, aunque no contaba con que ya mi hermano se encontraba casado, y con una mujer tan hermosa como lo es ella, que al menos ya sé que se llama Ariana.
—Me podrías ayudar a pasar las muletas. —Miro Ariana quien acaba de llegar y solo hace una mueca cuando señaló las muletas, con la ayuda de mi hermano y la desde luego la de Ariana me llevan a la que era mi habitación antes de irme del país, al entrar puedo ver qué casi nada cambió, bueno la pintura y la cama y algunos muebles desde luego que sí, pero mis cuadros y mi colección de sombreros aún siguen allí, siento gran nostalgia, por qué todo esto me hace remover la muertes de mis padres y el último día en que los ví con vida, son tantos recuerdos que vienen a mi cabeza como una ráfaga que me es imposible contener las lágrimas, me dejó caer al piso y llore tal y cuál como el día del trágico accidente, no sé, pero todavía no puedo con esto, y no sé si estar aquí de nuevo sea bueno, los viejos demonios que creí que habían desaparecido pueden empezar a despertar.