Giovanni entró al baño, se acercó al lavabo y mojó su rostro. Sintió una extraña sensación dentro de sí como si se tratara de una culpabilidad inmensa que se acrecentaba cada vez más profundo en su corazón. No le gustaba actuar de esa forma, pero solía tener una lengua afilada cuando se enojaba. Pensó seriamente en regresar a la mesa, pero tan afilado como su lengua también era su orgullo. Ella nunca podría hacerlo feliz y eso tenía que dejarlo claro porque no pensaba lastimarla, no pensaba sumergirse en un triángulo amoroso en que ambos saldrían lastimados.
Lorraine no era como Clara y él se negaba a dejar ir a la mujer a quien catalogaba como el amor de su vida. Tenía que regresar al hotel y perderse en el trabajo, cosas como esas siempre funcionaban. Secó su cabello con una toalla y se
