—Dile a Adal que siga los planes como estaban, no quiero cambios. Que contrate la mayor cantidad de mano de obra griega que pueda, no quiero tener problemas o roces con el gobierno de nuevo—decía Giovanni mientras paseaba por la habitación buscando su reloj. Su teléfono permanecía en altavoz mientras daba instrucciones a Mary. Miró el reloj, eran las siete de la mañana. Su apretada agenda y su mudanza le robaba tiempo, pues ahora tenía cuarenta y cinco minutos más de camino que recorrer por lo que tenía que levantarse temprano. Agradeció que hubieran preparado un gimnasio en casa para él, había corrido en la cinta media hora y hecho toda clase de ejercicios posible para intentar acostumbrarse al cambio. Ahora no tenía el gimnasio del edificio, aunque el que se había instalado en la casa n

