Carta N° 5.

1248 Words
MAYO 2017. Quizás no debería de hablar de tus infidelidades pues me llevaría todo un maldito libro pero lo que sí puedo destacar, es con quién me fuiste infiel y de qué manera porque contigo aprendí que existen diferentes formas. Cuando apenas nos conocimos juraste demasiadas cosas. Juraste que sería la mujer de tu vida, que me convertiría en tu esposa, que jamás me harías daño, que me protegerías, que sería la madre de tus hijos y es aquí cuando reconozco que me fuiste infiel de diferentes formas, pues todo lo que me prometiste se lo diste a otra persona. Me engañaste, desde el primer momento te quedaste conmigo quizás porque viste que era demasiado dócil y que a mi lado, podrías hacer lo que quisieras porque dudo que en algún momento de tu vida me hayas amado realmente. Juraste tanto y al final, no resultaron ser mentiras tus metas en la vida solo que no las cumpliste conmigo sino con Casey Andrews porque ella se convirtió en la madre de tu hijo, en la persona a quien protegías, a quien amabas, a quien no dañabas y a quien eras fiel. Ella lo era todo para ti. Quizás ahora que te la recuerdo me digas que soy una idiota porque querías dejar todo atrás pero como dije, parte de escribir esto es para que sientas al menos una vez, el dolor que me a mí me provocaste. Y es que en ese tiempo, cuando no solías llegar a casa y tu hijo ya había cumplido su primer año en esta tierra, yo creí que todo estaba acabado. No salía de casa, no tenía amigas porque no quería que nadie se burlara de mi situación siendo tu esposa y nadie a excepción de mi padre, se preocupaba por mí. Era monótona aunque no tenías posibilidad de saberlo porque hacia tiempo habías dejado de compartir la cama conmigo, incluso en ese tiempo, te lo recuerdo por si tu mente de infiel mentiroso hizo que lo olvidaras, me habías pedido que desocupara la casa. Yo, una azafata de vuelo que apenas recuperaba su empleo, la mujer a la que habías jurado proteger, no tenía donde vivir y por lástima me permitiste quedarme en la casa que juntos habíamos construido con la esperanza de ser un matrimonio convencional. Pero no hay nada de convencional en ti, Jude, nada. En ese tiempo solo vivía gracias a que respirar era algo involuntario. No tenía metas, ni aspiraciones, una escritora mediocre que jamás llegó a publicar nada en papel, una azafata sin nada más que aire en mis pulmones y botellas con agua fría en el refrigerador. El odio en ese tiempo estaba consumiéndome. Pensar que estabas con ella me quitaba hasta la más mínima esperanza de levantarme o hacer algo y como la mente es nuestro peor enemigo, comencé a creer que el suicidio era lo mejor. Justo en ese momento, te odié un poco más. Y no quiero que pienses que todo esto se trata de mi odio hacia ti, sino que lo escribo para que veas cuántas cosas me hiciste y me llevaron a odiarte ¿comprendes? Pero algo si destaco de esto y es que tu falta de empatía hacia mi como tu esposa, me llevaron a una depresión impresionante de la que pensé que no saldría jamás. Me la pasaba en casa, como dije, pero mientras a ti te valía v***a lo que yo hiciera o fuera en esos momentos, mi padre me hizo regresar a la tierra. Recuerdo ese día como si hubiera sido ayer, él golpeaba la puerta de casa a cada nada mientras yo estaba recostada. Sabía que era él sin embargo en mi pena no quería que viera en lo que tú me habías convertido porque ya no quedaban rastros de la pequeña que él había criado en solitario, así que me quedé en cama sin contar que encontraría el repuesto bajo la maceta de la entrada. Lo encontré de pie a un costado de mi cama y su expresión, joder Jude, con su expresión me di cuenta que no solo a mí me habías destruido. Y te odié un poco más por eso, por ver la tristeza reflejada en mi padre, tristeza que emanaba de mi cuerpo. ¿Qué haces ahí como una fracasada? Me preguntó cruzándose de brazos. No le respondí porque era justo como me sentía. Te críe para algo más que para morir de amor. ¿Se puede morir de amor? Le pregunté. Mírate a un espejo y tendrás una respuesta me dijo. ¿Cómo puedo dejar que mi única hija muera por un imbécil que ni siquiera se preocupa por ella? No miraré a un costado, cielo, ya no más. O te levantas de esa cama y haces tu vida o pediré tu tutela como si tuvieras cinco años para llevarte a casa y darte el amor que te hace falta para que recompongas ese corazón que con tanto esmero reforcé. Y sabes que papá no miente ni amenaza en vano. Quizás no era temor a que obtuviera mi tutela, cosa que creo podría haber obtenido dado mi estado, pero sí me sirvió para algo. Me sirvió para darme cuenta que me estabas destruyendo, pero yo contribuía demasiado a eso. Papá se quedó, por primera vez en meses me levanté de la cama y cociné estofado. Tu favorito. No lo hice a propósito, no te creas, creo que para ese momento estaba tan condicionada a ti que incluso cuando no estabas, trataba de impresionarte. ¿Notas lo idiota que era en ese momento? Porque cuanto más lo pienso, más me odio por haberlo permitido durante tanto tiempo. Y como dije, papá me ayudó porque una vez que se marchó hice lo que dijo, subí las escaleras casi corriendo hacia la que solía ser nuestra habitación matrimonial y me dirigí al cuarto de baño. Apenas crucé la puerta los recuerdos de cuando solíamos hacer el amor en la ducha vinieron a mi mente, y lo recuerdo porque con esos recuerdos vinieron golpes a mi pecho que creí me matarían. Cuando me miré al espejo noté lo que mi padre vio y juro que me sentí morir. Lo recuerdo porque esa fue la primera vez en que noté que me habías destruido por completo y que mientras tú tenías la vida perfecta en otro lado, yo estaba siendo destruida por tu pasado y tus acciones. Las ojeras bajo mis ojos, la inflamación en mis párpados, la tristeza de los ojos que alguna vez llamaste bellos y el semblante... el semblante de una persona que ya lo había perdido todo. En eso me convertiste, en un fantasma de mi pasado. Ahí comprendí que existía una Bea antes de conocerte y el fantasma de la Bea que quedo cuando te fuiste. Y justo ahí, mirando el desastre que dejó el huracán Jude, me propuse cambiar y no por ti, porque tú ya tenías una familia, ya tenías tu felicidad y me habías dejado atrás por lo tanto solo quedaba yo y por eso decidí cambiar, porque lo necesitaba. Puede que suene a algo que no quieres oír dada nuestra situación actual, así que como consejo, te digo que debes tomarte un calmante antes de leer las siguientes porque esto no es nada comparado a lo que tengo para ti. ¿Qué es lo que sigue? Te preguntarás, bueno, lo que sigue son las cosas que nunca te dije, Jude. Prepárate.  Firma: Bea Howland de Peters.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD