- ¿No piensas reclamarme?.- Leo esperó la reprimenda.
- ¿Para qué? Contigo es imposible.- Camino hacia el lavabo y tomo su cepillo de dientes.- Tendré que acostumbrarme a toparme con tu figura semidesnuda.- Lo miro exhaustivamente.
- ¡Vamos! .- Rio y extendió los brazos.- Ni que la vista fuera mala...
- Ridículo.- Rodó los ojos.
- Sean…¿Sigues enojado?.- Se recostó en la pared viendo a su hermanastro lavar sus dientes.
- No estoy enojado...Algo sorprendido...pero no enojado.
- Entonces...- Se acercó con media sonrisa.
- Espera...- Lo apuntó con su dedo.- El que no esté enojado no significa que acceda a tu jueguito, con solo probar una vez me bastó pero no más, si quieres divertirte de esa manera entonces busca a otra persona, ahora largo que me voy a duchar.
-...- Salió del cuarto de baño con aquella traviesa sonrisa.
A pesar de aquella experiencia vivida Sean no dejo de salir con aquellos chicos ni de compartir con ellos, en realidad se divertía bastante, ese ambiente le daba un pequeño toque a su vida el cual nunca había experimentado, siempre fue alguien recto, de diversión limitada, se podría decir que algo aburrido para su edad, pero esta vez empezaba a disfrutar de su juventud.
Aunque había quedado muy claro en su postura frente a su hermanastro y su pasatiempo y le había advertido que no se dejaría envolver nuevamente en aquello no pudo evitar resistirse una vez mas cuando fue arrastrado por su hermanastro junto a la linda y atrevida chica de la vez pasada.
Ambos habían disfrutado de aquel momento y sintieron que el pelinegro era la pieza faltante. De nuevo los tres habían decidido tener una sección de sexo desenfrenado, una vez mas Sean se había dejado envolver, una vez mas cedía ante sus instintos mas bajos y una vez mas no pudo resistirse a caer, había llegado a un extremo en que disfrutaba de la emoción, el éxtasis y la adrenalina que corría por su cuerpo, era algo perverso pero le gustaba.
Fue así como en más de una ocasión se vio envuelto en este tipo de situación, en donde alimentaba su placer en compañía de su hermanastro. Aquello se había vuelto un juego en el cual se adentraba cada vez más sin darse cuenta lo tan alejados que estaban de poder salir.
A esas alturas el par de hermanastros no solo habían experimentados nuevas situaciones y emociones, también empezaban a experimentar algo más, una sensación de placer que corría por sus cuerpos al momento que sus ojos conectaban.
Un deseo intenso y una provocación, las miradas lascivas entre ambos se volvían intensas en cada momento, una se volvió la incitación del otro, invitando a adentrarse mucho más en aquel perverso juego.
Después de aquella vez en que Leo beso a Sean por primera vez ninguno había vuelto a tener contacto físico, ambos disfrutaban del placer que daban y recibían a la persona entre ellos mas no se atrevían a tener contacto físico entre sí, era una forma de tratar de evitar que las cosas se salieran del todo de control. Eran dos chicos heterosexuales, dos jóvenes que disfrutaban de degustar las pieles de las féminas, lo tenían muy claro y como tal entendían que entre ambos aquellos roces no debían estar permitidos, esto hasta una noche.
Ese día finalizaban una de sus tantas travesuras, se encontraban en la parte trasera del coche de Sean, nuevamente la chica era la primera en retirarse dejando a ambos chicos arreglarse y acomodar su vestimenta, mientras Sean intentaba volverse a colocar su camiseta sintió como la mirada de su hermanastro lo quemaba, así que movió su rostro hacia él, para encontrarse con unos ojos diferentes.
Su fría mirada de siempre se había vuelto de fuego, el silencio de aquel lugar permitía escuchar claramente el sonido de la respiración agitada de Leo, la cual fue aumentando a medida que comenzó a aproximarse al pelinegro quien trató de retroceder pero aquel lugar era limitado.
Sean terminó atrapado entre la puerta del coche y el cuerpo de Leo quien respiraba con más agitación, cual bestia hambrienta mientras tenía sus ojos clavados en sus labios y se relamía los propios.
- ¿Qu...qué pretendes?.- Sean estaba nervioso, colocó sus manos en el pecho de su hermanastro para evitar que este se acercara más.
- Lo siento...- Jadeó.- Pero no me puedo aguantar más, desde hace rato he estado siendo provocado por esos labios.- Pasó su pulgar por los labios del pelinegro.
- ¿Qué cosas...?
En un abrir y cerrar de ojos Leo se abalanzó como una fiera, soltando un rugido bajo hacia los labios de Sean. Lo beso de forma salvaje y desenfrenada.
Sean enterró sus dedos en el pecho de su hermanastro ante aquel ataque, este último lamia y mordía de manera desesperada aquellos enrojecidos labios, venía deseándolo desde el momento en que lo hizo la primera vez, pero su deseo incremento cuando veía como su hermanastro los mordía y se relamía mientras sentía placer, sin duda era una pecaminosa invitación la cual el no rechazaría.
Su lengua se abría paso agresivamente hacia el interior del pelinegro mientras este gemía tratando de contenerse, la agresividad de los besos fueron disminuyendo cuando las manos de Leo empezaron a deslizarse por su pecho en dirección a su cuello, en un inesperado giro los brazos de Sean se entrelazaron en el cuello del que estaba sobre él, sus ojos se cerraron y su lengua empezó a ceder al jugueteo de la lengua de su hermanastro.
Esta vez los besos eran ardientes pero más suaves, los gemidos quedaban atrapados en aquella batalla que tenían sus lenguas, Leo se deslizó entre las piernas de su hermanastro y comenzó a mover su cadera de manera pronunciada, frotaba su erección con la del pelinegro creando una sensación de placer con cada fricción.
Solo por un instante Leo alejo sus labios de los de Sean y sin dejar de mover sus caderas lo vio fijamente, ambos mordían sus propios labios debido a aquella sensación placentera, el rostro jadeante de Sean, sus ojos cristalinos y sus rojizos labios entreabiertos volvieron a Leo un animal desenfrenado.
Llevado por la emoción propinó una fuerte mordida en la clavícula derecha de Sean, haciendo que este se agitara y terminará despertando de aquel trance. Rápidamente empujó a Leo con todas sus fuerzas, tirándolo a un extremo, mientras que él se acurrucaba en el otro. Agitado y asustado se quedó viendo a Leo quien tenía una sonrisa lasciva.
Sean arregló su vestimenta con rapidez y sin mirar a Leo, aquella situación lo hizo sentirse incómodo, si bien antes habían cometido locuras no pensó llegar a ese extremo, el momento, el placer e incluso la expresión de su hermanastro al mirarlo terminaron por asustarlo.
Salió a toda prisa de su auto y regresó al club donde estaban sus amigos, camino a toda prisa a la mesa de Pietro quien se estaba tomando un trago y arrebató la bebida de su mano consumiéndola de un solo sorbo, dejando al chico Italiano pasmado.
Sean se lanzó en aquel gran sofá al lado del chico y no dijo una sola palabra.
Varios minutos después Leo caminaba con pasos lentos hacia el mismo lugar mientras sonreía y se relamía los labios, aquella experiencia para él sin duda había sido interesante y divertida. Pensó que con solo una probada finalmente se libraría de ese deseo que tenía de probar una vez más los labios de su hermanastro, pero no se imaginaba que esa situación solo logró que su mente y su cuerpo pidieran más. Sin duda había experimentado una nueva sensación y esta le había resultado mucho mejor.
- Sean.- Pietro tocó el hombro de Sean y sonrió.- ¿Te encuentras bien?
- ¿Ah? ¡Oh si! Si estoy bien, no te preocupes.
- Oye..- Se noto algo avergonzado.- Quería saber si te gustaría salir mañana.
- ¿Salir? .- Lo miró con curiosidad.
- ¡Si! Pero no es lo que piensas.- Agitaba sus manos.- Me gustaría invitarte al parque temático, siempre nos reunimos en lugares como estos y se que aunque disfrutas compartir con nosotros también te gustan los ambientes tranquilos, por eso ya que te adentraste en nuestro mundo pensé que no sería mala idea adentrarme en el tuyo.- Sonrió ampliamente.
- Eso es muy considerado. Me parece una buena idea, hace tiempo que no voy a un parque temático.
- ¿Qué parque temático? .- Leo se sentó junto a ellos.
- Mañana iremos a uno, acabo de invitar a Sean.
- ¡Oh! .- Leo dibujó media sonrisa.- Esa idea suena muy buena, yo también tengo tiempo sin ir a uno. ¿A qué hora vamos?
- ¿Te estás invitando? .- Sean frunció el ceño.
- No...- Sonrió con malicia.- Me está invitando mi mejor amigo.
- Bien, si quieres venir también es genial, le preguntare a los demás si quieren ir.- Pietro se animó.
- Entonces...¿Puedo invitar a Marco? .- Sean ignoró a su hermanastro.
- Por supuesto...
Los hermanastros caminaban en silencio, el pelinegro se sentía de nuevo enojado, no tenía ánimos de hablar con el castaño sobre lo que había sucedido, sobre todo porque no sabia que decir ya que había terminado cediendo ante aquello.
Leo por su parte caminaba tras Sean observándolo exhaustivamente, sonreía mientras mordía sus labios, no pensó que el deseo de un simple beso lo terminaría haciendo querer mucho más que eso.
Aquella noche ambos en el silencio de su habitación pensaron en aquel momento y de manera diferente, mientras Sean se sentía enojado y juraba no volver a dejarse tocar de su hermanastro, Leo se sentía eufórico y con deseos de volver a vivir aquella experiencia.
- ¡Pietro! .- La señora Moore sonreía.- Hasta que te dignas a venir.
- Buenas tardes tía.- Sonrió.
- Pietro.- Sean se acercaba a toda prisa.- Marco acaba de llegar y Leo ya viene.
Pietro había sido invitado a pasar, mientras esperaban la aparición de Leo pudo conocer al señor Bauer el cual le pareció bastante agradable, incluso pudo deducir de dónde venía la actitud tan amable de Sean. Mientras todos platicaban Leo se acercaba a ellos, se quedó de pie en la entrada del living observándolos, aunque ya no tenía malos roces con el señor Bauer este aun evitaba convivir con su padrastro.
Como se trataba del grupo de amigos de Leo Moore ese día todos viajarían en motos, sobre todo para disfrutar el paisaje. Pietro había invitado a Sean a irse con él y este aceptó. Aún no estaba preparado para volver acercarse a Leo y tampoco tenía interés en ello, así que le pidió a su hermanastro el favor de llevar a su amigo Marco el cual temblaba ante la mirada de pocos amigos que tenía el castaño, esta idea para el no resultaba ser muy agradable y en verdad no quería morir congelado por estar cerca de aquel príncipe frío, Finalmente uno de los chicos se ofreció a llevar a Marco aliviando en este el terror.
Ya en el parque temático los chicos iniciaron su diversión, mientras todos reían y compartían de manera animada Leo mantenía su expresión de siempre, pero sobre todo mantenía su ojo vigilante sobre su hermanastro y mejor amigo.
Sean y Pietro se divertían a lo grande, subían a los juegos y bromeaban entre sí, Sean no podía negar que se sentía cómodo con la compañía del chico Italiano ya que este a pesar de sus sentimientos siempre había sido respetuoso tanto de su persona como de sus sentimientos.
Leo observaba a su hermanastro y mejor amigo corretear por todos lados y divertirse y esto de alguna manera lo hizo sentirse incómodo, molesto. Sean por su parte fue prácticamente consentido en todo por Pietro quien disfrutaba de verlo feliz.
Había momentos en que el grupo compartía junto y otro en que se dispersaron debido a las diferentes elecciones en los juegos, fue en una de estas ocasiones que Pietro y Sean se alejaron de los demás, incluso de la vista de Leo. Mientras caminaban por el parque Sean divisó un puesto de algodón de azúcar, este era un amante de los dulces y como tal arrastró a Pietro con él para formarse en el lugar, estaba tan concentrado en su turno que no se fijó que su acompañante se había alejado de allí.
- ¡Jefe!.- Pietro caminó hacia uno de los puestos de premios.- ¿Qué tengo que hacer para ganarme aquel oso de peluche?.- Apunto a un enorme oso de peluche de color amarillo pastel el cual llevaba un lazo azul en su cuello.
- Es sencillo...- El hombre sonrió.- Si derribas veinte conos te los puedes llevar...
Sean esperaba tranquilamente su turno cuando finalmente se giró para platicar con su acompañante pero se extrañó al no verlo allí, había otra persona en su lugar. Quiso salir a buscarlo pero ya había esperado bastante y su turno se acercaba por lo que decidió tomar su algodón primero y luego ir en su busca.
Después de unos minutos caminaba con dos conos de algodón dulce por el lugar mientras barría con su vista todo a su alrededor cuando de repente sintió un ligero peso en su espalda. Se giró con rapidez y se topó con un enorme oso de peluche que lo sobresaltó, Pietro quien se encontraba detrás aquel oso finalmente se asomó dándole una gran sonrisa.
- Aunque faltan algunas horas aún...¡Feliz cumpleaños!
- ¿Qué? .- Trataba de recomponerse ante la sorpresa.- ¿Cómo lo supiste?
- Eso...- Guiñó su ojo.- Es un secreto.
- No soy una chica ¿Sabes? .- Hizo un puchero.
- ¿Acabo de meter la pata? .- Se preocupó.
- No soy una chica, pero este oso me gusta mucho, así que lo acepto.- Sostuvo el enorme oso entre sus brazos.
- ¡Vamos! .- Tomó la mano del pelinegro.- Hay un último juego al que no hemos subido y como es de noche es el momento perfecto.
Con emoción Pietro tiró de Sean guiándolo hacia aquella última atracción. Se trataba de la rueda de la fortuna, el chico había dejado esta para lo último ya que la vista nocturna desde lo alto era hermosa y quería que su acompañante lo disfrutara.
Ambos subieron a una cabina y empezaron a ascender lentamente, Sean veía maravillado todo el panorama, se sentía feliz, ese día había sido grandioso y debía agradecérselo a aquel chico. Fue un día relajante el cual le había permitido no pensar más en lo sucedido la noche anterior, sobre todo en su hermanastro.
Pietro estaba sumergido en la vista de la misma manera, sonreía emocionado, se sentía feliz de ver en la forma que Sean sonreía y se divertía, no quería pedir más, pero eso para él fue imposible, el brillo de aquellos ojos y la enorme sonrisa del chico a su lado le recordaron porque había ciado por el lindo pelinegro. De repente se levantó de su lugar y se sentó al lado de Sean quien le dirigió la mirada y dedicó una sonrisa.
- Sean...- Bajo la mirada y se mordió el labio.- Por favor...perdóname ¿Si?
- ¿Perdonarte? ¿Por qué?
El suave impacto de los labios de Pietro sobre los suyos fue la respuesta a su pregunta, un beso tierno e inocente, un beso dulce y tembloroso que mostraba la sinceridad del chico Italiano.
Pietro rápidamente se alejó con nerviosismo, cabizbajo, con una sonrisa leve, avergonzado pero especialmente asustado ante la reacción que podía desencadenar en su acompañante ante su atrevimiento.
- Se que no debí. Cruce la línea y lo siento pero te juro que traté de contenerme. Si después de esto no me quieres cerca sabré entender, se muy bien que no te gustan los chico...es solo que...me deje llevar por un momento. Te vi tan sonriente, tan feliz que mi corazón se agitó...Sean.- Lo miro a los ojos con una expresión de tristeza y preocupación.- Perdóname...no volverá a ocurrir.
- No tengo que perdonarte nada.- Sonrió tiernamente.- Entiendo lo que me dijiste y si dices que no volverá a ocurrir confió en ti. Lamento mucho que no pueda corresponderte como quieres, en verdad lo siento porque eres un chico genial. En verdad me gustaría que fuéramos amigos pero si no puedes soportarlo o aceptarlo...
- No...no, no.- Lo vio los ojos.- Quiero ser tu amigo, puedo ser tu amigo, si me aceptas como tal...claro que seré tu amigo.
- Entonces... ¿Estamos bien?
- ¡Lo estamos! .- Sonrió ampliamente.
Una expresión de desagrado se dibujó en el rostro de Leo al ver a su hermanastro y a su mejor amigo acercarse, se habían desaparecido por mucho tiempo y su cabeza ya empezaba a trabajar haciéndose ideas, sobre todo al visualizar en la manera tan alegre que sostenía aquel oso de peluche, para él sin dudas entre aquellos dos sucedía algo.
La hora de regresar había llegado esta vez Leo tomando la muñeca de su hermanastro tiró de él atrayéndolo a su lado con el pretexto de que como vivían juntos lo más fácil era regresar juntos así su mejor amigo no se desviaba de su ruta.
Nuevamente Sean volvió a sentirse inquieto ante la cercanía de Leo, no quería irse con él pero debía aceptar. Ambos subieron a la moto, Leo desprendió de los brazos de su hermanastro aquel oso de peluche, aunque su intención era lanzarlo a la basura no podía hacerlo ya que este era un presente de su mejor amigo y nunca haría algo para lastimarlo, así que lo colocó en la parte delantera de la moto y muy a su pesar lo protegió.
…
Sean se alistaba para dormir, desde el momento en que salieron del parque temático hasta llegar a casa ambos se aplicaron la ley de hielo. Había notado que Leo estaba algo molesto, pero prefería mejor no preguntar, no quería cruzar palabras con él.
Caminó con sus cosas hacia el cuarto de baño, un suspiro se escapó de sus labios cuando vio que la puerta de su hermanastro estaba abierta así que cerró la suya y se disponía a cerrar la otra cuando el sonido del cerrojo lo hizo girarse.
Allí estaba Leo, de pie con el torso descubierto y una mirada fría, la puerta a su espalda estaba cerrada, en ese instante una señal de alerta se accionó, el cuerpo de Sean empezó a agitarse ante los nervios, se sintió intimidado y asustado así que se giró hacia su puerta para abrirla pero la mano una mano golpeó la puerta con fuerzas haciendo que se cerrara de nuevo.
Se quedó de pie frente a la puerta, no quería voltear, no quería enfrentarse a aquella mirada ni mucho menos a esa escena. Empezó a sentir como su hermanastro dejaba caer el peso de su cuerpo sobre el oprimiéndolo en la puerta, la respiración de este se sentía cada vez más cerca de su oído, tan caliente provocando que sus rodillas temblaran.
- ¿Por qué me estás evitando?.- Leo habló con voz profunda.
- ¿Quién te evita?. Apártate, déjame salir...
- Entonces...- Deslizó su mano por la cintura de Sean y se acercó más a su oído.- ¿Por qué ni siquiera me has mirado en todo el día?
- Suéltame.- Se sacudió.- No me toques.
- No quieres que te toque pero si dejas que otros te toquen ¿Cierto? .- Habló con enojo.
- ¿De qué demonios hablas?
- Tu y Pietro de eso hablo, te alteras porque yo te toque.- Empleó más presión en su cuerpo.- Pero si fuera Pietro entonces estarías feliz, déjame decirte algo.- Deslizó su mano por dentro del pantalón y bóxer de Sean sosteniendo su m*****o con firmeza.- A partir de ahora nadie puede tocarte...solamente yo...
- ¡Estás loco!.- Traté de escapar pero estaba inmovilizado.
- No estoy loco.- Empezó a mecer la mano que sostenía el m*****o del pelinegro.- Simplemente estoy reclamando lo que me pertenece.- Mordió su cuello.
- Estás...- No podía formular palabras debido a sus jadeo.- Estas...enfermo...
- Lo estoy...- Empezó a agitar con más intensidad.- Tu me tienes enfermo.
Leo agitaba con más intensidad la erección de Sean mientras clavaba sus dientes en aquel blanco cuello y dejaba mordidas. Sean se agitaba ante aquel movimiento que lo hacía debilitarse y estremecerse, quería luchar para salir de allí, pero el placer estaba controlando su voluntad, sus sensaciones y emociones se mezclaban llenando su mente hasta el punto de sentirse confundido.
Las mordidas y lamidas de Leo en combinación con el movimiento constante de su erección lo estaban llevando al borde, sin darse cuenta sus gemidos empezaban a volverse más notorios, sus labios se entreabrieron y sus ojos se humedecía, ya no tenía control alguno de su cuerpo, no podía entender como aquel chico el cual lo ultrajaba de aquella manera podía lograr que toda su voluntad se debilitara en cuestiones de segundos.
Leo movió su mano libre colocándola en la puerta para permitir que el pelinegro apoyara su frente con comodidad mientras agitaba su mano con más rapidez y dejaba mordidas en la blanca y sudorosa piel.
Sean se agitaba con más intensidad, su cuerpo temblaba y estaba al extremo sensible, finalmente sin poder contenerse más elevó su rostro y llevó sus labios a la mano de Leo la cual atrapó en su boca y mordió, mientras se liberaba soltando un fuerte gruñido.
Sus temblorosas piernas terminaron cediendo pero este fue sostenido con firmeza por Leo quien ágilmente tomó su cintura para luego dibujar una sonrisa de satisfacción y finalmente depositar un beso en su hombro.
- Feliz cumpleaños...Bunny.- Mordió suavemente el lóbulo de la oreja de Sean y luego se alejó.
Sean finalmente se giró recostando su cuerpo en la puerta, sus piernas temblaban y su respiración era agitada, se quedó viendo a su hermanastro desaparecer por la puerta y lo maldijo en voz baja, pero también se maldijo así mismo por haberlo disfrutado.