El señor Bauer y su hijo finalmente se habían acomodado en lo que sería su nuevo hogar, después de haber enviudado cuando su hijo apenas tenía cuatro años nunca había pensado en volver a formar una relación. Crió a su hijo solo, era un hombre de negocios dueño de una publicitaria y aunque su vida era ocupada siempre tenía tiempo para su pequeño.
No fue hasta hace tres años atrás cuando conoció a la señora Moore en una conferencia de emprendedores que se había llevado a cabo en Londres que su corazón volvió a latir con fuerzas, ambos se fijaron de manera inmediata en el otro.
La señora Moore también era viuda, había enviudado cuando su hijo tenía los quince años, una mujer adorable y hermosa, pero sobre todo inteligente y capaz, dueña de una empresa textil las cuales fabricaban telas de las mejores calidad.
Inmediatamente empezaron a hablar se dieron cuenta las tantas cosas en común que tenían, eran tan similares en muchos aspectos incluso en el tema familiar, esto dejó fascinado al señor Bauer el cual desde ese momento se dispuso a cortejar a aquella hermosa mujer. Fue así como después de un buen tiempo de relación finalmente decidieron consolidar su unión, aún a pesar de las protestas y negativas de sus hijos ambos decidieron comprar una propiedad en la cual vivirían de manera más cómoda ya que la familia había crecido.
Los Bauer habían viajado de España a Londres hace solo 3 meses atrás, el patriarca de la familia había decidido expandir su empresa pero sobre todo quería evitar que la mujer que amaba tuviera que dejar todo tirado para correr a su lado.
Sean Bauer frunció el ceño en el momento que la puerta de su hogar se abrió para dar paso a dos figuras, de pie en la entrada se encontraban la señora Wang y su hijo un chico de aspecto un tanto rebelde, llevaba un estilo sport, una chaqueta vaquera color azul, camiseta negra, pantalones de mezclilla azul desgastados, botas estilo militar, el cabello sujeto con media cola de caballo, en su oreja izquierda colgaba un pendiente en forma de alfiler de gancho, un estilo un tanto desagradable para el joven Bauer, quien vio al chico con desagrado cuando sus miradas se cruzaron.
- ¡Querida! .- El señor Bauer abrazó a su amada.- Bienvenidos, los esperábamos desde hace rato.
- ¡Amor! Nos demoramos un poco por un pequeño percance.- Miro a a su hijo de reojo.- Pero ya estamos aquí...¡Sean!.- Le sonrió.- Precioso ¿Cómo estás?
- Muy bien señora Moore...- Esbozó una suave sonrisa.
- ¡Cielos! ¿Cuándo dejarás de llamarme de esa manera?
- ¡Leo! ¿Cómo estás? ¿Qué te parece la casa?.- El señor Bauer le sonrió al silencioso joven.
- Bien...- Respondió con una voz fría, luego se giró a su madre.- ¿Cuál es mi habitación?
- Sean, hijo.- El padre se giró hacia su hijo.- ¿Por qué no le muestras su habitación?
- De acuerdo.- Resopló y luego le dio una mirada fría a Leo.- Sígueme.
Mientras los chicos subían hacia las habitaciones la avergonzada señora Moore tomó la mano del señor Bauer mientras se disculpaba por el comportamiento de su hijo, el hombre depositó un ligero beso en la frente y negó con la cabeza, sabía que no sería fácil la convivencia pero aun así pondría de su parte, no podía culpar al chico, no era fácil que otro hombre entrara a su vida pretendiendo ser su padre y que él lo aceptara con naturalidad, sobre todo por lo tanto que él amó a su padre.
Era su compañero, la muerte del señor Bauer fue lo que provocó que Leo terminara volviéndose un rebelde y se metiera en problemas con frecuencia.
Sean dirigía a Leo hacia su habitación, ambos iban en silencio, no tenían mucho de qué hablar y aun así si lo tuvieran no se dirigirían la palabra, desde el primer día en que se vieron no se toleraron.
Leo detesto la actitud de niño bonito y perfecto de Sean, le irritaba de sobremanera pensar que ese sería su hermanastro, el cual no había pedido. Sean tampoco estaba muy contento con lo que veía, la actitud rebelde de Leo le resultaba bastante desagradable, por donde lo viera sabía que este era un chico problema y no estaba muy complacido de tenerlo a su lado.
- Esta es tu habitación.- Sean abrió la puerta sin mirarlo a los ojos.- Ya todo está organizado tal y como tu madre lo pidió, por cierto...- Camino hacia dentro y abrió una puerta.- Este es el baño...y hay un detalle.- Camino dentro del amplio baño hacia otra puerta y la abrió mostrando otra habitación.- No se a quien se le ocurrió la maravillosa idea...pero es compartido...conmigo.
- ¿Me estás jodiendo?.- Leo dibujó una expresión de desagrado.
- Créeme...a mi tampoco me hace gracia, suficiente tengo con tener que soportarte bajo el mismo techo.
- Esta es la primera vez que estamos de acuerdo en algo, voy a tener que llenarme de paciencia para poder convivir contigo, niño bonito.
- ¡Jodete! .- Sean entró a su habitación y cerró de un portazo pero rápidamente volvió a abrir.- Te recuerdo que debes colocarle el seguro a mi lado cuando lo uses, no necesito ver cosas innecesarias.- Volvió a cerrar.
La cena en familia resultó ser algo silenciosa y llena de tensión por parte de ambos chicos que se veían con enojo y desagrado, los padres pudieron notar el ánimo así que ellos buscaron animar el ambiente, aunque fue algo imposible ya que inmediatamente empezaron a reír y a platicar Leo se levantó de aquel lugar llevando su plato en mano hacia la cocina.
Sean rodó los ojos ante la actitud del joven, definitivamente esta persona le resultaba desagradable, se mantuvo en la mesa acompañando a los mayores hasta que termino, se disculpó y se levantó, caminó hacia su habitación, debía acostarse temprano ya que al día siguiente empezaría en su nueva Universidad, en la cual lamentablemente también estudiaba su hermano. Aquel día había sido extremadamente agotador para él, entró a su habitación y se preparó para darse un baño, se desprendió de su ropa, cubriendo solo con una toalla, movió despacio la perilla de la puerta, esta no estaba asegurada por lo tanto el baño estaba libre así que entro rápidamente antes de que a cierta persona se le ocurriera también irrumpir, cuando abrió la puerta todo su cuerpo se congeló con lo que tenía frente a él.
Leo acababa de salir de la ducha, su cuerpo contenía aún pequeñas gotas de agua y una blanca toalla rodeaba su cintura, tenía la cabeza cubierta ya que se estaba escurriendo el pelo por lo que no se percató que allí había alguien más.
Sean se tambaleó debido a la sorpresa, aun así no pudo ganarle a la curiosidad de sus ojos, aquel chico ante el definitivamente cuidaba su aspecto, sus pectorales eran marcados y su abdomen bien definido, también pudo observar con asombro cómo el tatuaje de un dragón salía del lado izquierdo de su cadera la cual estaba cubierta y subiendo de forma serpenteante, girando en su cintura y terminaba en su costado justo a uno centímetros de su axila, como si emergiera con vida propia, algo un tanto asombroso y vulgar para nuestro Sean.
Leo finalmente sacaba la toalla de su cabeza y veía al chico asustado frente a él, en sus labios se dibujó media sonrisa la cual era un tanto fría.
- ¿Eres estúpido?.- Sean regaño.- ¿No te dije que cerraras la maldita puerta con seguro?
- ¿Te asusta ver a un hombre semidesnudo? .- Leo hablo en tono frío y con una pizca de burla.
- No me asusta...pero te dije claramente que no necesito ver nada tuyo.- Arqueo una ceja.- ¿Terminaste?...Entonces largo.
- Tanto escándalo por una simple tontería.- Leo tiró la puerta.
Sean corrió a toda prisa a la puerta del otro chico y coloco el seguro, estaba enojado, le parecía tan estúpido que este no pudiera acatar una simple regla, no bien se había cumplido el primer día en ese lugar y ya había visto casi desnudo a su enemigo, masajeo su entrecejo y le dio una mirada a la puerta de su hermanastro, definitivamente lo que vendría no seria nada sencillo.
- ¡Hola! .- El chico saludo a Sean.- Sean Bauer ¿Cierto?
- ¡Oh! Si...mucho gusto.- Ofreció su mano.- ¿Tú eres?
- Mi nombre es Marco...esto se quedó en tu asiento.- Le paso una carpeta.
- ¡Oh por dios! Gracias, tenia un buen rato buscándola.
- ¡Es increíble! .- El chico lo veía fascinado.
- ¿Qué cosa?
- Que seas hermano del Príncipe Gangster...
- ¿Príncipe Gang...? ¿Hablas de Leo Moore?
- ¡Por supuesto! Tu hermano...
- No...no...no.- Sean sonrió.- Ese no es mi hermano...yo ni siquiera tengo hermanos, él es...mi hermanastro.
- Bueno...es casi lo mismo.- Marco sonrió.- Es increíble porque a leguas se nota la diferencia entre ambos, tú eres...un chico agradable y sonriente, en cambio el...
- Es frío y un cretino.- Sean hizo una mueca.
- Jajaja Gracias por decirlo por mí...¿Vas a almorzar? ¿Quieres que vayamos juntos?
- Suena genial.
Marco Rubio era un chico Español muy amigable, desde el momento en que lo escuchó hablar en clases y se percató de su acento el cual le era más que familiar se sintió interesado, le había agradado la actitud de Sean pues vio que este era alguien diferente, siempre sonriente y animado, sobre todo gentil, es por eso que la idea de ser amigos le encantó.
Ambos entraron a la cafetería mientras lo hacían no se percataron que algunas personas tenían su vista sobre ellos, Leo se encontraba sentado en su sitio comiendo su almuerzo acompañado de sus amigos, un grupo de chicos un tanto rebeldes como él pero menos problemáticos, uno de los chicos sonrió con una pizca de travesura al ver a Sean entrar y rápidamente picó con su codo a su amigo.
- ¡Oye! ¿No es ese tu hermanito?
- ¿Qué hermanito? .- Leo Chasqueo la lengua.- Pietro, no empieces a joderme, mejor conserva tus dientes seguros, porque si te metes conmigo te los tumbo todos..
- Leo Moore ¿Es necesario amenazar de esa manera? ¿Tengo la culpa de que tu hermanito haya venido a estudiar a tu misma Universidad?...¡Aaaayyy!...- Pietro grito mientras Leo mordía su brazo.- Suelta...suelta maldito perro...suelta.
- Entonces cállate...- Siguió comiendo su almuerzo.
En los pocos días que Sean Bauer llevaba en la Universidad había logrado captar la atención de las personas, su actitud amigable, su adorable sonrisa y su hermoso aspecto atraía a las personas, tanto mujeres como hombres no perdían la oportunidad de atraer su atención, se había ganado el apodo del Príncipe Risueño, cosa que el encontraba ridícula e innecesaria, no le gustaba ser el centro de atención, lo detestaba, pero esto era algo inevitable, era el hermano del Príncipe Gangster, ambos elegantes, bellos y atractivos, ambos diferentes.
Los días en la casa tampoco resultaban mejorar, ambos chicos se habían enfrascado en un tipo de guerra, Leo tenía una carácter fuerte y Sean aunque era un chico más suave también tenía su carácter, desde pelear por el mismo cubierto, hasta pelear por quien entraba primero al baño.
El ambiente se había vuelto pesado pero Sean trataba de soportarlo, no solo por su padre sino también por la señora Moore que aunque él no estuvo de acuerdo con aquella relación entendió que a no podía hacer nada, también entendió que la señora en realidad no era mala persona, era todo lo contrario a su hijo y aunque no la trataría como una madre haría lo posible por sobrellevar la situación, cosa que Leo no pretendía hacer.
No desaprovechó el momento para hacerle desaires y desplantes al señor Bauer, como la vez que le gritó en su cara que no necesitaba meterse en su vida y que para él su presencia no tenía ningún significado, cosa que terminó por romper la poca paciencia de Sean quien finalmente decidió enfrentarlo. Camino con pasos firmes a su habitación y tocó, no bien Leo había abierto cuando la empujo la puerta e ingresó de manera violenta.
- ¿Qué es lo que quieres ahora?
- Solo te quiero decir una cosa.- Sean caminó hacia él mientras lo apuntaba con su dedo.- Puedes meterte las veces que quieras conmigo...pero a mi padre lo dejas quieto.
- El que debería dejarme quieto es tu padre ¿Por qué insiste tanto? El nunca se convertirá en mi padre...- Gritó.- Yo tengo un padre.- Su voz se quebró.- No necesito esto...no pedí esto...tampoco pedí un maldito hermano...
- Yo tampoco pedí esto, pero por mi padre soy capaz de soportarlo, así que al menos por tu madre trata de soportarlo, no la hagas sufrir con tu idiotez..- Camino hacia la puerta y se giro.- Yo tampoco pedí un maldito hermano...mucho menos uno como tú.
Era tan cierto, ambos no habían pedido nada de eso, incluso se opusieron pero esto no era algo que estaba en discusión sus padres se amaban y querían estar juntos, era algo más allá de los caprichosos deseos de dos niños, así que sin duda tenían que soportarlo y aprender a vivir con ello o simplemente debían marcharse de allí y vivir de manera independiente, pero eso tampoco estaba en discusión ya que sus padres no lo permitirían, era adaptarse o...adaptarse.
Ese sábado por la noche los chicos se habían quedado en casa, sus padres habían salido para pasar un fin de semana solos, Sean se encontraba sentado en la sala de recreación cuando vio la silueta de alguien pasar por la puerta, miro el reloj, eran alrededor de las diez de la noche, frunció levemente el ceño, era extraño que un fin de semana su hermanastro estuviera en casa ya que solía salir y regresar a altas horas de la noche, lo vio cuando pasó nuevamente con un vaso de leche y decidió no prestarle atención.
Sean se preparaba para acostarse, entro al cuarto de baño, tomo una ducha y se alistó, mientras secaba su pelo pudo escuchar un leve ruido que provenía de la puerta de su hermanastro, así que se acercó para escuchar más. Desde el otro lado se escuchaba una tos fuerte consecutiva, Sean se alejó frunciendo un poco el ceño y decidió no prestarle atención, justo cuando tocó su perilla volvió a escuchar aquel ataque de tos y pensó que quizás la razón por la que Leo se encontraba ese día allí era debido a su salud, se encogió de hombros, eso era algo que a él no le importaba, pero nuevamente escucho esa tos incesante, por lo que maldijo por lo bajo y se dirigió a la cocina, sirvió un vaso de agua y subió de nuevo, entro a su habitación, luego al cuarto de baño, en donde rebusco en el botiquín hasta encontrar un antitusivo, finalmente camino a la puerta de Leo y la abrió para ingresar.
Leo levantó la cabeza rápidamente por la sorpresa pero la devolvió a la almohada, su cabeza dolía como el infierno, vio a Sean caminar hacia él, ofrecerle el vaso de agua y el jarabe, sin decirle una sola palabra los tomo y los consumió, se sobresaltó al ver como el pelinegro acercaba su mano a su frente.
Sean camino a toda prisa al cuarto de baño nuevamente y regresó con un jarabe para la fiebre el cual le entregó al castaño para que lo tomara.
- No es necesario que me cuides.- Leo hablo de manera seca.
- No lo hago por ti despreocúpate, no quiero que tu madre se preocupe si te sucede algo, ahora tómalo, si no mejoras vamos al hospital.
- No necesito un hospital, solo estoy resfriado, me empape en la lluvia ayer cuando venía en la moto.
- Eres tan capaz, nunca necesitas nada.- Arrebató el vaso de la mano de Leo y se alejó.
Dos horas después Sean se encontraba en su cama mirando hacia el techo, antes tenia sueño pero justo en ese momento todo su sueño se había perdido, miraba repetidamente hacia la puerta que daba al cuarto de baño y jugaba con sus dedos un tanto inquieto, por un momento se molesto consigo mismo, no entendía la razón por la que se estaba preocupando por aquel chico, no se llevaban bien, se detestaban.
La impaciencia y la curiosidad finalmente le ganaron a Sean quien se levantó de su cama y caminó a través de su habitación y el cuarto de baño, movió despacio la perilla de la puerta de la otra habitación y observó con cuidado. La habitación estaba en silencio por lo que caminó despacio, casi en puntillas hasta llegar a la cama, observó a su hermanastro dormir de manera pacífica, estiró su mano con cuidado y toco su frente con suavidad para palpar si aun había fiebre, respiro aliviado al ver que su temperatura había disminuido y se alejó despacio hacia su habitación sin percatarse que Leo había abierto sus ojos y lo observaba mientras se alejaba.