Capítulo 16||

3182 Words
June Becket El viento suave acaricia mi piel, en tanto los rayos calientes del sol impactan contra mi rostro, espantándome, provocando que me incorpore, con las manos sobre mi rostro, estrujando mis ojos levemente adormecidos, los abro acostumbrándome a la luz, y me impulso de pie, eliminando la pereza de mi cuerpo, con un leve movimiento en mi cuello, el cual detengo en cuanto volteo, quedándome complemente atontada cuando distingo la figura de León a pocos centímetros, está parado sobre el balcón de al lado, sin camiseta, concentrado en ejercicios de estiramiento, con la vista puesta al otro lado, y se me hace malditamente imposible evitar el observar el abdomen marcado, con detalle, sin tabúes, el cual luce ligeramente tatuado, duro y... Mis hormonas no tardan en alborotarse con tanta belleza divina, él pocos segundos después detiene sus ejercicios tomando la botella con agua que reposa sobre la mesa, sigo sus movimientos embobada con lo que veo, y voltea repentinamente, atrapando mi mirada sobre sus pectorales, la cual no me da nada de tiempo para quitar, el calor sube a mis mejillas de inmediato, en cuanto lo veo arquear su ceja en mi dirección, lo cual me obliga a optar por sonreír despreocupada. —Buenos días, amigo. —Suelto como si no me hubiese acabado de atrapar acosándolo, logrando que ruede sus ojos, tome su polera del sofá, y voltee largándose adentro sin contestar. «Es un estúpido, mal educado. ¡Dios!». Echo mi cabello hacia atrás, acercándome a los bordes del balcón, la vista desde acá es preciosa, todo se ve increíblemente hermoso, me muevo posando mis manos en los cristales, observando con minuciosidad, y las leves caricias que van a mis pies me hacen voltear y bajar la vista con una sonrisa, los cachorritos mueven las colas, cargados de energía, me coloco a su distancia acariciándoles el pelaje hermoso y suave, para luego entrar a la alcoba oscurecida, tomo una ropa de mi mochila, y me tranco en el baño, luego de devolverme dos veces para sacar a los cachorros, los cuales han de estar hambrientos. Termino rápido con la ducha, me visto, calzo, arreglo mi cabello, y tomando mi bolso, salgo con los cachorros siguiendo mis pasos o olor, ya que la tiniebla permanece tal como la última vez. No tardo en localizar la sala, a Trevor sobre el sofá, y a León a pocos pasos en la cocina. —Oh, buenos días guapa, ¡que dicha volver a encontrarte por aquí!—Exclama Trevor con una sonrisa, tan pronto nota mi presencia. —Hoy he dormido como princesa, y he sabido que las cosas irían bien, pero no que tan bien. —Escupe, y termina sacándome una sonrisa. —También me alegra verte. —Contesto sincera, extendiendo su sonrisa. —Cinco minutos más y llegas tarde. —Vocifera León desde la cocina, borrando la sonrisa de su rostro de inmediato. —Pero... —Trata de refutar. —Largo. —Vuelve a espetar él, cortándolo. —Luego nos vemos, preciosa. —Me dice, antes de tomar sus cosas, y marcharse. — ¿Podrías prestarme tu móvil? —Le pregunto a León acercándome a la cocina, este me ignora siguiendo con lo que hace. —Solo quiero pedir algo de comida para los cachorros, luego recogeré mis cosas y nos iremos. —Vuelvo a decir, mientras lo observo lavar sus manos, él voltea a los pocos segundos extendiéndome un plato con papas hervidas, salteadas y queso derretido. —Hay leche en el refrigerador, te puedes quedar cuanto quieras, mientras tus cachorros no ensucien nada. —Espeta, soltando la toalla con la que seca sus manos, apresurándose a salir de la cocina, y antes de que puede hacerlo, me interpongo en su frente, deteniendo sus pasos. —No quiero tu agradecimiento, tómalo como una obra de caridad. —Articula antes de que pueda contestar. — ¿Lo que dices va enserio? ¿Puedo quedarme unos días? —Pregunto con ilusión. El dinero con el que cargo no me es suficiente para buscar un lugar donde vivir, podría ir con Holly, pero no quiero molestarla, y estando bajo su techo me siento más segura. Lo de hace poco todavía me pasa factura, me trae los nervios alterados, y el corazón acelerado, aún así mantengo la calma, debo centrarme en lo que necesito, ahora que mi vida empieza a mejorar me niego a rendirme. Tengo planeado ir a la comisaria y colocar la denuncia, no pude ver los rasgos del sujeto, sin pruebas no creo que sirva de nada, pero no quiero pasar página, y seguir todo con normalidad sin antes al menos intentarlo. — ¿Me veo como alguien que se anda con bromas infantiles? —Inquiere cruzándose de brazos, niego, vuelve a intentar salir, y me vuelvo a interponer, provocando que su gesto se torne molesto. —Di lo que vayas a decir, tengo trabajo. —Espeta exasperado, y exhalo levantando mi vista a sus ojos azulados intensos, los cuales mandan una maldita descarga a todo mi sistema. — ¿Cómo es que sabías que había alguien en casa? —Pregunto con la curiosidad y duda avivada, si no hubiese llegado, estaría en serios problemas. —Esperaba a que entrarás, note una de las ventanas abiertas y supuse que algo no estaba bien. —Contesta sin darle importancia en un tono serio, mandando esa maldita descarga nuevamente a mi sistema. — ¿Tu instinto de guardaespaldas te lo dijo? —Bromeo, para cortar el ambiente que tensa mis músculos, él rueda sus ojos, haciéndome a un lado finalmente, y me recargo contra la repisa con una leve sonrisa en mis labios, dejando que se marche. Tomo la leche del refrigerador, la esparzo en un envase de plástico desechable, y la coloco en el piso frente a los cachorritos, los cuales se acercan de inmediato a tomarla, me apresuro en acabar con la comida deliciosa que reposa en el plato, en cuanto lo termino, limpio todo, volviendo a la alcoba con los cachorros siguiendo mis pasos. Les acomodo el lugar donde durmieron, y ellos captan la directa, ya que se acomodan sobre la manta suave de inmediato, me incorporo de rodillas, tocando sus cabecitas. —Mamá vendrá dentro de poco, deben portarse bien. —Susurro, volviéndome a colocar de pie. Salgo con mi bolso en mano, dejando la puerta cerrada, tomando la llave que reposa sobre la madera enganchada, una vez que aseguro las puertas, tomo rumbo a las pequeñas escaleras. La brisa fresca me relaja, decido caminar hasta llegar a mi destino, el cual no tengo problemas con encontrar. —Buenos días señorita, ¿En qué podemos ayudarle? —Pregunta el señor, detrás de la madera de mármol, y me inclino tomando un suspiro. —Buenos días, vengo a colocar una denuncia. —Contesto, y asiente tomando un bolígrafo entre sus dedos. — ¿Cuál es su nombre? —Pregunta de inmediato. —June Becket. —Bien señorita Becket, ¿Robo, agresión, asesinato, secuestro? —Inquiere él, devolviendo sus ojos a mi rostro. —Intento de secuestro. —Respondo, y anota en su libreta, volviendo a mirarme. — ¿Lugar, y rasgos de la persona? —Pide, y le doy la dirección de la casa de mis padres, y soy sincera en cuanto le digo que no sé, los rasgos del agresor. —Mandaré una patrulla a inspeccionar, pero no podemos hacer más sin los rasgos del sujeto. —Contesta y asiento, sé que no pueden proceder a más sin la información concreta. —Gracias. —Contesto, y asiente entregándome una copia de la denuncia colocada. —Haremos todo lo que esté en nuestras manos, cuídese y pase buen día señorita. —Asiento, marchándome del lugar. Pocos minutos después me detengo en mi próxima parada, me coloco bien el bolso sobre mi hombro, y entro al centro tecnológico, que permite observar los diferentes materiales y aparatos que posee, elijo un móvil cómodo y fácil de utilizar, con la ayuda de mis datos logro restaurar mi número anterior, así como recuperar mis contactos, pago agradeciendo con una sonrisa, y me marcho, finalmente tomando el autobús que se detiene largos minutos después a pocos pasos del lugar donde trabajaré. Abro las puertas de cristal despacio, todo el lugar está repleto de cuadros hermosos, observo todo detalladamente, son muy hermosos, todo arte lo es, y el corazón me retumba cargado de emoción en cuanto visualizo el que pinté entre ellos, los ojos azules intensos, la composición perfecta, me deja hipnotizada por varios minutos, hasta que tocan mi hombro, haciéndome voltear. —Bienvenida preciosa, hoy me encargaré de mostrarte las esculturas, cuadros, y los lugares donde puedes trabajar con comodidad. —Me dice el señor Morffy, abarcándome con una sonrisa, la cual le devuelvo asintiendo levemente. Me explica y enseña todo minuciosamente, capto y continuo asintiendo a todo lo que dice, entre más me muestra más motivada me siento. Me percato de la vista de todos sobre nosotros, sigo al señor que no para de hablar sonriéndome, restándole importancia a los alrededores. Me invita a pasar a su oficina, termino de filmar los contratos que me restan, y nos despedimos con leve apretón de mano. Mañana es cuando iniciaré oficialmente. Una vez que estoy fuera, ubico una tienda a pocos centímetros, a la cual entro, tomo uno de los carritos, proceso a llenarla con comida variada, y alimento para los cachorros, termino, pago, y tomo un taxi que me deja frente a la casa de dos niveles. —Gracias. —Agradezco al señor por ayudarme a subir las bolsas, dándole algo de propina. Busco las llaves dentro del bolso, y abro, cargando dos bolsas en mis manos. — ¿June? Wow, ¿Qué haces aquí? —Exclama Hillary, levantándose del amplio sofá, con plena confusión en su rostro. —Me estoy quedando por unos días, he tenido problemas. —Contesto, pasando a dejar las bolsas en la cocina, ella me sigue aún con el entrecejo fruncido. — ¿Quedándote? ¿Qué clase de problemas? ¿Por qué no nos llamaste a mamá y a mí? Sabes que puedes contar con nosotras para lo que sea, ¿no? —Bombardea, y exhalo soltando mi bolso, contándole todo. —Ven conmigo, mamá no tendrá problemas con que te quedes y mi padrastro tampoco. —Pide, tan pronto termino. —No quiero molestarlas, y... A decir verdad prefiero quedarme aquí. —Me sincero, y su gesto cambia uno ofendido, que me hace reír. —No lo tomes a mal, es sólo que con León alrededor me siento más protegida. —Está bien, lo entiendo, pero si cambias de parecer no dudes en decirme. —Concluye, y asiento, yendo por el resto de las bolsas. — ¿Sabes qué le gusta a León? Me gustaría preparar unas pastas pero ha dicho que no le gustan. —Comento, provocando que se ría. — ¿Cómo es que son amigos? Si le gusta, te ha mentido. —Suelta. —No somos amigos, en realidad le caigo mal, sólo es amable conmigo. —Murmuro apretando la bolsa levemente decepcionada, es claro que he estado confundiendo las cosas. —Bueno... León es algo complicado. —Trata de animarme en cuanto nota mi cambio de ánimo. — ¿Qué tal si tomas asiento y descansas? Yo prepararé la pasta, tú ve y tomate un baño. —Vuelve a decir, y asiento sin ganas de contradecir o insistir. Lleno un envase con algo de alimento para los cachorros, y me voy a la alcoba, luego de tomar mi bolso. Tan pronto abro la puerta de la alcoba van hacia mis pies llenos de energía. La explicación del señor Morffy tardó más tiempo del esperado, capto las 5pm en la pantalla, y me apresuro a dejar el envase de los cachorros en el piso, para de inmediato pasar a la ducha. Me visto con un vestido floreado de mangas caídas, cómodo, me calzo con mis sandalias de casa, y salgo nuevamente, dejando a los cachorros en la alcoba. El exquisito olor de la pasta llena mis fosas nasales, y aumenta el hambre en mi estómago en cuestión de segundos, me apresuro a la sala, y resto el acelero de mis pasos en cuanto escucho la carcajada femenina de la ex o novia de León en la cocina. — ¿En serio León te ha dicho que vinieras? Es extraño, actúa indiferente y ahora te invita a su casa. —Escucho murmurar a Hillary. —Sí, ya lo sé, y no pensé que te encontraría aquí. —Contesta ella, apoyándose contra el mesón. —Creo que quiere arreglar las cosas entre ambos, lo extraño demasiado y sé que él igual a mí. —Comenta con un suspiro cargado de amor, que me causa diabetes. —No te adelantes a los hechos, Vale. —La reprocha Hillary, y me escondo en cuanto la veo mirar hacia atrás. —June se está quedando aquí, no sé qué hay entre los dos, es extraño, trate de llevármela a casa, pero se negó. —Susurra bajo, pero soy capaz de escuchar cada palabra. —Me ha dicho que la han intentado secuestrar, siento pena por ella, pero no creo que sea verdad, desde pequeña siempre ha sido caprichosa, de seguro se ha inventado todo para estar más cerca de mi hermano. —Lo que dice me llena de ira, las ganas de reclamarle se apoderan de mi cuerpo, vuelvo mis manos puños contenido la molestia, quedándome con toda la rabia dentro, optando por seguir escuchando lo que dicen. — ¡Es una maldita! —Exclama molesta su amiga, y Hillary, se acerca pidiéndole que baje la voz. —Se está aprovechando de él, he escuchado que es una perra, pero todo esto ya raya a zorra manipuladora. —Espeta rabiosa, poniendo mi calma en conteo regresivo, temiendo que la ira reviente entre mis venas. —Da igual lo que intente hacer, ni siquiera le cae bien a León, él no siente más que lástima por ella, después de todo es una huérfana la cual ninguna de su familia reclamó. —Suelta en un tono de burla, que acaba con todo, salgo explotando en rabia, me acerco con todo burbujeándome por dentro, pero, me detengo abruptamente, en cuanto León entra acompañado de Trevor. —Huele delicioso. —Exclama este último, sobándose la panza. — ¿Has cocinado, princesita? —Pregunta, posando sus ojos sobre los míos. — ¿Ya están de vuelta? Les he preparado pasta, June ha tenido la idea, oh por cierto June, él es Trevor, primo de León, Trevor June, mi amiga de la infancia. —Nos presenta Hillary saliendo de la cocina, con una sonrisa pintada de hipocresía en su rostro, su amiga a los pocos segundos se asoma igual. —Ya hemos tenido el placer de conocernos. —Contesta Trevor sonriendo en mi dirección, León suelta sus llaves en la mesa, ignorando la conversación, para luego centrar sus ojos en Valery. —Bien excelente, serviré la pasta, ¿Trevor me ayudas con los platos? —Le pregunta Hillary, él asiente, siguiéndola a la cocina, dejándome en medio de un incómodo silencio, entre las dos personas que se observan sin decir una palabra. —Hola. —Finalmente habla ella, y me muevo hacia el sofá, tomo el control, queriendo centrarme en lo que proyecta la pantalla, pero... —Llegué antes, y como Hill estaba quise esperarte aquí. —Continúo escuchando. —Entiendo, vamos a mi habitación. —Contesta él, echándome un leve vistazo, que hace que me remueva incómoda. —Claro. —Contesta ella en un tono entusiasmado, siguiendo sus pasos, en cuanto este empieza a caminar a los pasillos. La incomodidad me abarca, trato de buscar algo que sirva en los canales, pero mis pensamientos, junto con la curiosidad y molestia, no me dejan concentrar en lo que veo. Unos minutos más tarde, Trevor sale junto a Hillary de la cocina. — ¿A dónde fueron los tórtolos? —Inquiere Trevor, recargándose contra el espaldar del sofá. —Fueron por privacidad. —Contesto, restándole importancia, sin quitar mis ojos de la tele. —Iré por ellos, ustedes vayan a la mesa. —Nos dice Hillary, y tomo mi móvil detallando las 7 pm en la pantalla. — ¿Vamos? —Inquiere Trevor, y asiento sin ánimos, dejando mi móvil en el bolsillo delantero. Me siento en el asiento de la esquina contra la pared, Trevor se coloca a mi lado, tomando los cubiertos, empezando a comer la pasta, que ya no se me antoja en lo más mínimo. —Esta deliciosa, come. —Me dice, y niego observando las albóndigas que lucen exquisitas, pero que no me causan el más mínimo apetito. — ¿¡Qué es lo que le hiciste!? —Escucho gritar a Hillary desde la sala. — ¡No puedes ser tan cabrón, ella pensaba en arreglar las cosas! —Vuelve a gritar, provocando que Trevor me observe con una de sus cejas arqueadas, para en seguida colocarse de pie, y apresurarse afuera conmigo siguiendo sus pasos. —No tengo interés en arreglar una mierda, solo iba a entregarle sus cosas. —Contesta él en un tono hastiado, sin levantar su tono. — ¡Odio cuando te comportas así, eres un insensible de mierda! —Espeta cabreada, tomando su bolso del sofá, largándose con un fuerte azote que hace retumbar la puerta. —Terminaré con la pasta. —Murmura Trevor retrocediendo, regresando al comedor, dejándonos solos en la amplia sala, en cuanto el gesto molesto de León recae sobre él. —Hillary ha preparado la pasta, no la he probado, pero Trevor ha dicho que sabe deliciosa. —Digo, en cuanto lo veo tomar sus llaves, con la intención de marcharse, él voltea dejándolas en su bolsillo. —Sabes que no me gusta la pasta. —Responde, llevándome a rodar los ojos. —Tu hermana ha dicho que sí. —Refuto. —Ella no sabe nada de mí. —Replica él encogiendo sus hombros. —Bien, entonces te prepararé algo más de comer, o podemos pedir pizza, ¿Qué dices? —Propongo con entusiasmo, el cual se apaga en cuanto lo veo arquear su ceja. —Tampoco me apetece la pasta, puedo preparar algo para los dos. —Reparo. —No me apetece nada de comer, voy por algo de tomar, así que cierra la boca, y deja de hablar como parlanchina, me estresas. —Espeta molesto, tomando el pomo de la puerta, y me apresuro en tomar mi bolso, siguiéndolo afuera. —Para de seguirme, no estoy de buen humor. —Brama, sin voltear, sin dejar de caminar. —Nunca lo estás, y no te estoy siguiendo, a mí solo me apetece tomar algo igual. —Dejo claro, colocando mi móvil en el bolso, bajando las escaleras, él no vuelve a refutar, entra a su auto desactivando las alarmas, y me sorprende el que deje que yo lo haga igual, sin poner peros. «¿Tomar... Realmente me apetece o solo no quiero alejarme de él? j***r, ¿Qué está mal en mí ?».
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