Capítulo 12||

2594 Words
June Becket Risas, anécdotas, y recuerdos, es todo lo que se respira mientras avanza la noche, me mantengo a un lado con Hilary, ambas compartimos una manta, Holly con su esposo, Valery sola, León se mantiene a un lado viendo su reloj constantemente. El aire se torna cada vez más frío, con cada minuto que pasa, y el fuerte rayo que centella, hace que me sobresalte, Hilary abraza mi cuerpo con fuerza, y me inclino quitando el cabello de mi rostro. León guarda su móvil en su bolsillo colocándose de pie, su padre camina a la ventana, y de un momento a otro empieza a caer un diluvio de agua, la brisa se asoma con mucho más fuerza por las ventanas, es tan fuerte que las cosas de la mesa se empiezan a desparramar en el suelo. El señor Marcus se apresura en cerrarlas, Holly se coloca de pie para ayudar, Hilary se mantiene abrazada a mi cuerpo, y en cuanto me muevo colocándome de pie, se va a los brazos de su amiga, camino rápido hacia una de las ventanas, la brisa y el agua fría azotan mi cabello, tomo la cadena para cerrarla, pero la brisa es tanta que vuelve a abrirse, dándome contra la cabeza. ¡j***r! Me alejo sobándome la frente adolorida, León se acerca con un gesto molesto, y me hace un lado cerrando la ventana con tan solo una de sus manos. Toco mi cabello, ahora húmedo y lo llevo hacia atrás, encogiéndome de frío, mi ropa está igual de húmeda, y la preocupación me abarca en cuanto veo la fuerte lluvia aumentar. —June te vas a resfriar, ven, busquemos algo para que te pongas. —Me dice Hilary acercándose, con la manta envuelta, y suspiro aliviada. La sigo dejando que me guíe a las escaleras, su alcoba es la segunda del amplio pasillo, es algo grande, está exageradamente arreglada, y el color rosa reluce en cada mínimo espacio. —¿Te gusta alguna? —Inquiere abriendo su almario, con una sonrisa, y le sonrío de vuelta incómoda, la mayoría de sus prendas son rosa, y de colores chillones. —¿Tienes algo n***o? —Inquiero, y niega removiendo sus ropas. —¿Gris, marrón, blanco? —Continúo preguntando y niega riendo. —¿Qué tal está? —Pregunta extendiéndome un vestido amarillo. —No, está muy bonito pero para ocasiones especiales. —Contesto. —Perdón. —Ríe. —Tienes razón, te buscaré algo caliente y abrigado. —Dice, y no tarda en volver a sacar un suéter rosa, junto con un pantalón de algodón crema. —Este será perfecto, ¿Te gusta? —Inquiere con un tono amable, y asiento resignada tomándolo. —Te espero abajo, puedes dejar la ropa mojada en el baño. —Vuelve a decir y asiento, dejando que salga de la alcoba. Me quito todo, me coloco la ropa en menos de nada, seco mi cabello con su secador, y abro las prendas en el baño, para luego volver a bajar. —¡La trajiste aquí, la trajiste sabiendo que vendría, eres increíble! —Escucho reclamar la voz de Valery en cuanto estoy a punto de llegar a abajo, me quedo estética, viendo como lo empuja con ambas manos, mientras él no hace nada. —¡Quería arreglar las cosas, quería que volviera lo nuestro, pero a ti claramente te da igual como todo en este jodido mundo! —Continúa exclamando, él termina tomándole ambas manos, deteniendo sus movimientos, y sus ojos no tardan en llenarse de lágrimas. —¿Crees qué no me di cuenta? ¿Crees qué nunca noté como la veías cada que te visitaba al bar, en el viaje? Eres un maldito, si tanto te gusta ella, ¿Por qué cojones salías conmigo? —Le grita, y presiono los barrotes con fuerza, retrocediendo. —No me gusta. —Contesta, provocando que su mirada se torne incrédula. —¿Es lo único qué vas a decir? ¡¿Qué no te gusta?! Me dejaste sola en el día de tu cumpleaños, día que se supone que íbamos a pasar juntos, no me llamaste, no me escribiste, te largaste sin avisar, ¿Cuántas veces? ¿Cuántas malditas veces has dejado de ir a verme por llevarla a ella a su casa, con las patéticas excusas de que es solo trabajo? —Escupe cargada de rabia, él no contesta, y agradezco el que Hilary llegué interponiéndose, tomando a su amiga. Ambas toman las escaleras, y finjo que recién estoy bajando, en cuanto pasan a mi lado. —El agua empieza a cesar, Leo te llevará a casa, pero si quieres también puedes quedarte. —Me dice Hilary y asiento, susurrando un bajo gracias, mientras su amiga no me determina. Suspiro y termino de bajar las escaleras del todo con rapidez, en cuanto veo a León alejarse a la puerta. —¿A dónde vas? ¿Vas a llevarme, no? —Inquiero tomando su brazo, saca mi mano volteando, se quita su chaqueta, y retrocedo en cuanto la deja sobre mi cabeza. —Apresúrate. —Se limita a decir, saliendo a fuera. Y me quedo estética desconcertada, con el latido descontrolado. —Cariño. —Me llama Holly, y volteo sobresaltada. —Oh, te asuste, disculpa. —Susurra con una sonrisa acercándose. —¿Estas bien? —Inquiere y asiento. —La pasé genial. —Le digo, y sonríe, dejando ambas manos en mi rostro. —Mi hermosa June, puedes volver siempre que quieras, las puertas están abiertas para ti, y espero en verdad que lo hagas. —Me dice, y se aleja luego de dejar un beso en mi mejilla. —Lo haré, puede estar segura. —Contesto, y asiente. —Te espero en la próxima cita, no dejes de venir, cariño. —Vuelve a decir. —Claro, me despide de Hilary, y su esposo. —Es lo último que le digo, y en cuanto la veo asentir con una sonrisa, salgo, cubriéndome con la chaqueta de León. Su auto esta a pocos centímetros, el agua ahora es leve, camino con rapidez hasta entrar en el asiento de copiloto, él enciende el auto sin decir nada, y se desplaza tomando las carreteras. Apoyo mi cabeza contra el asiento, el latido en mi pecho continúa igual, y miles de dudas se siembran en mi cabeza, las cuales patéticamente decido callar. León no tarda en estacionarse, y me saco el cinturón, inclinándome, me quito su chaqueta, se la extiendo, y la toma, volviendo a dejarla sobre mi cabeza. —Luego me la entregas, largo. —Espeta cortante, y abro las puertas, acomodando la chaqueta en mi cabeza. —Gracias. —Le digo, me ignora moviendo su vista al frente, bajo rodando mis ojos, y me apresuro a entrar a casa tan pronto lo hago. . El día siguiente lo paso pintando, limpiando cada rincón, y comiendo sopas instantáneas. La semana avanza, y reviso los cajones, buscando algo para almorzar, pero no me encuentro con absolutamente nada. Exhalo regresando a la sala, y sujeto mi mejor pintura en manos, la envuelvo en una sabana blanca, y salgo guardando mis llaves, y móvil. «Espero que esta vez las cosas me salgan bien». No cuento con nada de dinero para el bus, por lo que me adentro en las aceras apresurando el paso, es algo tarde, está sumamente nublado, y camino mientras rezo a quien sea que me esté escuchando, que no empiece a llover. Me tomo mucho tiempo el decidirme, y el que la lluvia arruine las cosas, con la mala suerte que me cargo, no me extrañaría. No se por cuanto tiempo camino, los talones de los pies empiezan a dolerme, y el que solo me falten unos pocos pasos, me hace suspirar aliviada, han empezado los relámpagos, y no tengo que ser meteoróloga para saber que el agua está a punto de caer. Empieza a lloviznar, leves gotas caen sobre mi cabeza, y termino corriendo al lugar, el cual empiezan a cerrar. —¡Espere! —Le grito al señor, pero el muy imbécil, cierra la puerta en mi rostro. —¡Oiga, por favor abra! —Exclamo tocando la puerta de cristal con fuerza. —Vuelve mañana, ya es tarde. —Contesta en un tono arrogante, y me doy la vuelta con los ojos encharcados en lágrimas. El agua no tarda en subir de nivel, y tengo que moverme a la pequeña capa que sobresale, con el cuadro contra mi pecho, lo cubro, pero la lluvia junto con la brisa continúa empeorando, y me empieza a mojar. Tomo mi móvil del bolsillo con dificultad, con las manos temblorosas, me trago todo el mal sabor, y el orgullo, y doy con el contacto de Mike en segundos. Le marco, y tan solo replica dos veces. —¿Para qué llamas a mi novio? Ya no son más amigos, ¿Qué es lo qué quieres? —La voz irritante de Sofia, termina sacándome las lágrimas. —¿Hola, te quedaste sin habla, zorra? —Inquiere, y carraspeo eliminando las lágrimas de mi rostro. —Quiero hablar con Mike. —Pido, y suelta una risilla que me resulta molesta. —Se está duchando, quedó agotado, no creo que quiera hablar contigo, pierdes tu tiempo. —Articula, y cuelgo con un enorme nudo en el pecho. Me vuelvo un ovillo sobre el piso de concreto, la lluvia continúa aumentando, y el rayo que centella a pocos metros de mí, provoca que solloce, mantengo la pintura contra mi pecho, mientras me pregunto, ¿Qué mal tan grande hice en mi vida pasada? La brisa se torna fuerte, y no me rindo, quiero cambiar mi suerte, y mi vida, y si me rindo, ¿Cómo se supone que voy a lograrlo? Vuelvo a buscar entre mis contactos, y en cuanto encuentro su numero, le marco esperando que tome la llamada. —¿Qué pasa? —Contesta, y el alivio y cosquilleo que abarca, me impulsa de pie. —¿June? —Me llama, y muerdo mis labios, conteniendo las ganas de sollozar. —Ven por mí por favor, León... —Susurro, cargada de frío, y temblores. —¿Qué sucede? ¿Dónde estás? —Pregunta de inmediato, y exhalo controlando los escalofríos que erizan de mi piel. —Pint cen... —El móvil muere en mis manos, antes de que pueda terminar de hablar, mi mala suerte, me patea una vez más. Y vuelvo a volverme un ovillo, con las lágrimas mezclándose con la fuerte lluvia, lloro, dejo salir todo, hasta que lo hinchado y adolorido de mis ojos terminan mandándome a la oscuridad, mis ojos terminan cerrándose por si solos. . Despierto, abro los ojos con dificultad debido a lo pesados que se sienten, y me reincorporo de golpe en cuanto detallo la habitación oscura que se cierne a mi alrededor, me coloco de pie asustada, cayendo en cuanta de la enorme camiseta negra que traigo puesta, el cabello húmedo me estorba en el rostro, lo vuelvo un pequeño chongo, y me muevo sigilosamente hacia los pasillos oscuros, «Joder, ¿Me han secuestrado?, no se por que carajos, me pregunto algo tan obvio». Todo está sumamente oscuro, y desolado, mi piel se encoge de miedo a medida que me acerco a lo parece ser la sala, es un apartamento algo grande, y el aura que se respira es sumamente tenebrosa, continúo moviéndome, llego hasta la sala, no hay absolutamente nadie, y la enorme mano que toma mi brazo, me hace chillar como una loca. —Cierra la boca. —Gruñen a mi espalda, y volteo sorprendida. —¡León! —Exclamo yéndome a sus brazos, tocándome con la piel dura de su abdomen desnuda, su cuerpo se tensa, se remueve incómodo, pero no me aleja. —Gracias, gracias, en serio muchas gracias por encontrarme, por ir por mí. —Susurro sintiendo el ardor en mis ojos. —Yo... No quería molestarte, en serio no quería, pero no tengo a nadie más, y... —Sollozo. —Eres el único que me ha tendido la mano sin pedir, o querer algo a cambio. —Le digo, y me aleja soltando una exhalación. —¿Qué hacías allí? —Inquiere en un tono neutro, y el cuadro de mi pintura llega a mi cabeza, ¡j***r, mil veces mierda! —¡¿Dónde está la pintura? ¿Se salvó? ¿La viste?! —Pregunto exaltada, y lleva ambas manos a los bolsillos de su pantalón, recargándose contra la pared. —Está en la alcoba, esta muy mojada, y no creo que sirva, pero en hora buena, me tienes aquí y puedes pintarme ahora, sin necesidad de utilizar tu imaginación. —Escupe con un tono cargado de ironía, y retrocedo, sintiendo el calor en mis mejillas. —No... no eres tú. —Trato de decir, pero se ríe, provocando que se me remuevan las entrañas. —¿A no? —Se burla él, y vuelvo a retroceder avergonzada, y para empeorar todo, mi estómago gruñe con fuerza. —Hay pizza congelada en la refrigerador. —Me dice, volviendo a su tono serio, caminando hacía a la cocina, y lo sigo aún con toda la vergüenza que me corroe. Enciende la luz, y, en cuanto detallo el abdomen descubierto, la piel me cosquillea. —¿Quieres o no? —Pregunta encendiendo el microondas, y asiento apoyándome contra el mesón. —Desde pequeña he tenido cierto gusto por la pintura, me prometí, le prometí a mis padres que me haría una gran pintora, pero... Su muerte me golpeo tan fuerte que decidí no volver a pintar jamás. —Le digo, y voltea captando atención a mis palabras. Nunca le he hablado de esto a nadie, no había tenido la confianza, no hasta ahora. Él adentra la pizza en el microondas, sin quitar sus ojos de mi rostro, y respiro, volviendo a abrir mi boca. —Dejé la universidad en el primer semestre, el estrés, el trabajo, y el no tener apoyo, era algo con lo que cargaba, pensé que podía con todo, pero no... Después de tantos años, decidí volver a pintar, y... —Sonrío con melancolía. —No pude hacerlo, no hasta que... Tú imagen sucumbió mi cabeza. —Confieso, y de un momento a otro, apoya ambos brazos, a cada lado de mi cuerpo. —No se que es lo que pasa conmigo, realmente no lo se, últimamente no sales de mi cabeza, y estaría bien, lo estaría si antes me hubiese pasado, pero no es así... —Susurro, bajando mi mirada al suelo, y él toma mi mentón dejando mis ojos en su rostro. —¿Y qué pasa? ¿No quieres que vuelva a pasar por qué es a Mike a quién quieres, por qué es Will quién te gusta? —Indaga en un tono frio, y fijo mis ojos en sus hermosos océanos. —No lo sé... —Contesto en un murmuro, y se aleja en cuanto el pitido del microondas resuena. Me sirve en un plato, deja algo de refresco en un vaso, y me lo entrega. —Vuelve a la alcoba en cuanto termines, son las 2 de la madrugada, y aún llueve. —Me dice, y asiento dejando que se aleje. Empiezo a comer, y a pesar de todo lo que me ha sucedido, sonrío, sonrío bajando todo con el refresco en cuanto termino, reconociendo en mi cabeza que León sin dudas, es algo así como un ángel guardián en mi vida, uno molesto, uno de muy mal carácter, pero sin dudas, un muy buen amigo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD