Schomberg cuadró el pecho. —Oh, ésa es una de las cosas que quería mencionar a Mr. Jones —dijo—. No es muy agradable tener a ese individuo merodeando por la casa tan temprano. Se sienta en la escalinata de detrás durante horas, mucho antes de que se le necesite aquí, y asusta a la gente, de modo que el servicio se resiente. Los chinos… Ricardo asintió con la cabeza y levantó una mano. —La primera vez que le vi era lo más indicado para que un oso se echara a temblar, no digamos un c***o. En comparación con lo que era, ahora está civilizado. Bien, pues por la mañana él fue la primera cosa que vieron mis ojos, sentado en el mismo sitio, atado al árbol hasta el pescuezo. Los párpados se le caían. Pasamos el día mirando el mar y vimos enseguida que la goleta viraba a barlovento, lo que querí

